7. Un día difícil

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Su pecho subía y bajaba con cada respiración, para la suerte de Pablo estaba bastante definido y podía deleitarse a placer ahora que Albert dormía y podía mirarle sin descaro. Es una jodida obra de arte es lo que se repetía en la cabeza una y otra vez, estaba tan adorable así, boca arriba con la cabeza de lado y la boca medio abierta que instintivamente a Pablo solo le apetecía abrazarle, y así lo hizo.

Albert ante el contacto empezó a emitir pequeños gruñidos y a abrir los ojos poco a poco para encontrarse los de Pablo clavados en los suyos. Sonrió, todo lo que había pasado la noche anterior no lo había soñado y, además, Pablo no había salido corriendo, tampoco creía que lo fuera a hacer pero una parte de su mente lo había pensado, su inseguridad era uno de sus puntos débiles.

- Buenos días guapo -oyó que le decía el madrileño.

- Buenos días -le respodió dándole también un beso en la frente.

- ¿Has dormido bien?

- La verdad es que llevaba tiempo sin descansar tan bien, será que la compañía era buena.

- O que el polvo fue bueno, que también es posible.

- Que fino eres de verdad -rió después de ponerse boca abajo en la cama.

Pablo se relamió al ver aquella inmensa llanura que era su espalda, era su parte favorita de Albert. Después de contemplarla un rato más decidió ponerse encima de él y empezar a dar pequeños besos en el cuello, descendiendo poco a poco. Notaba como a Albert se le ponía la carne de gallina con cada contacto, parecía que le gustaba.

- ¿No tuviste bastante anoche o qué? 

- Creo que nunca voy a tener bastante de ti así que vete preparando.

El catalán sonrío, qué bien estaba con Pablo a su lado.

- Oye, ¿no vamos a desayunar o qué?

- Que cortarollos eres de verdad... -protestó Pablo mientras se quitaba de encima suyo.

- No te enfades -respondió cogiéndole de la mano y girándose para verle- Es que yo como mucho, perdón.

No puede estar poniendo esa cara, no puede... Es que es demasiado adorable, yo así no puedo...

-Bueeeeno... está bien, ¿qué tienes?

- Leche, café y sobaos, bueno sobao solo queda uno.

- Pues si quieres lo compartimos.

- Me vale.

- Y si no te vale te jodes porque no hay otra cosa -dijo mientras iba camino a la cocina.

- Gracias eh...

Después de unos minutos Pablo empezaba a impacientarse porque Albert no acudía a desayunar así que decidió preguntar.

- ¿Vas a venir o tengo que llevarte el desayuno a la cama como si fueras una princesa?

- Ahora voy -se oyó a lo lejos.

La voz de Albert había cambiado, estaba como apagada, como distante. El madrileño empezó a preocuparse y se preguntaba si había podido hacer algo que le sentara mal al otro, la verdad es que había sido poco fino con él pero tampoco era como para enfadarse o ponerse mal. Para salir de dudas se acercó poco a poco a la habitación. Cuando llegó se encontró a un Albert desolado, llorando mientras miraba su móvil.

- A-A-Albert... ¿estás bien?

El catalán se sobresaltó porque no había notado la presencia del otro y le miró desorientado.

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