10. Turbulencias

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- No entiendo nada Albert, ¿qué está pasando?

El catalán conducía lo más rápido que podía y daba volantazos de un lado a otro cada vez que quería cambiar de dirección, se notaba que estaba cabreado o por lo menos irradiaba un ira que Pablo nunca había conocido y que le asustaba. Y de repente paró.

- No salgas del coche.

- Pero...

- He dicho que no salgas del coche, ¿vale? -dijo cogiéndole la cara con las manos.

- Va-vale.

Le plantó un beso y salió del coche. Tocó a la puerta insistentemente y con algo de violencia mientras Pablo le miraba desde el coche intentando adivinar lo que pasaba. Después de varios golpes en la puerta más, un chico alto y con cara de pocos amigos salió.

- ¿Dónde está? -espetó de golpe Albert empujándole para que le dejara entrar.

- Ya tardabas mucho en llegar Albertito -contestó el otro empujándole también hacia fuera- Vete de aquí, no quiero problemas contigo.

- No me pienso ir sin Inés.

- Qué cabezón has sido siempre... 

Albert notó un golpe brusco en la cara que le dejó aturdido un segundo pero que le sirvió para descargar del todo toda la ira que tenía dentro. Y así fue como empezó a lanzar puñetazos al hombre que tenía en frente hasta que cayó al suelo.

- ¡Albert! ¡Para! -gritó a lo lejos Pablo, que había salido del coche sin hacer caso a lo que el catalán le había dicho.

- ¡Vuelve al coche! -gritó también él, con la cara encendida y con una mirada que Pablo creía que jamás le vería poner.

Pablo retrocedió y Albert entró a la casa. Al cabo de unos segundos apareció con Inés en brazos, la chica se agarraba a su cuello llorando.

- Abre la puerta, por favor -le dijo a Pablo.

El otro accedió enseguida y abrió la puerta de detrás del coche ayudándole a dejar a Inés en el asiento trasero. Después, se metieron en el coche y emprendieron un camino silencioso a la casa del catalán. Fue entonces cuando Pablo se dio cuenta que a su chico le sangraba la nariz y empezó a preocuparse por si la tenía rota pero decidió esperar a decirle algo cuando llegaran a su destino.

Al llegar al piso Albert metió a Inés en la cama de invitados.

- Ya está pequeña, relájate -le decía mientras le acariciaba la cabeza y le dejaba algún beso en la cabeza- Duérmete un rato, anda, y así te relajas.

Estuvo así un rato hasta que ella se quedó dormida. Mientras, el madrileño no paraba de moverse de lado a lado del salón esperando a que Albert saliera y poder así poder curarle la nariz.

- Siento mucho todo esto Pablo.

- Albert -fue corriendo como una bala a su lado- Tu nariz...

- Mi nariz no importa ahora, quiero pedirte perdón.

- Cállate, ¿dónde tienes el agua oxigenada?

- En la cocina.

Pablo fue en seguida y salió con el bote del agua oxigenada y unos algodones.

- Ven, siéntate que te voy a curar.

Albert obedeció y se sentó a su lado, Pablo empapó el algodón y empezó a curarle.

- ¡Ah! -le apartó la mano- Escuece...

- Si escuece es porque cura -siguió dándole pequeños golpecitos con el algodón.

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⏰ Última actualización: Dec 20, 2016 ⏰

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