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Los abrazos fueron el primer paso, ya que todo había iniciado con uno tonto y lleno de inseguridad desde ambas partes.

Es cierto que estando en prácticas no podían hacer cosas como besarse, tocarse desprevenidamente o simplemente abrazarse. Y por eso, a Keiji le gustaba esperar hasta que el día terminara.

También ocurría antes de las prácticas, de hecho, ambos solían encontrarse en el patio para comprar algo, hablaban un rato y a veces también se tomaban de las manos cuando lo creían buen momento.

Pero lo que de verdad les encantaba era el volver a casa en el atardecer, justo cuando el sol se iba y ambos podían caminar agarrados con una sonrisa en sus rostros.

Koutaro sonríe triunfante, moviendo de a momentos ambas manos pegadas, soltando una sonora carcajada o simplemente mostrando esa felicidad extrema. Keiji, con la cabeza hacia abajo, siempre tiene la misma expresión; relajada, con un leve tono de rojo en sus mejillas y una sonrisa descarada.

Siempre paraban en la casa del mayor, la más cercana. Y siempre, también, ocurría el mismo acto a la hora en la que Akaashi debía seguir su camino.

―¡Pero oscurece rápido! Vamos... dejame acompañarte hasta tu casa.

―Bokuto-san, está oscureciendo rápido, no puedo dejar que vuelva sólo luego.

Eso siempre funcionaba, ya que Koutaro tenía miedo a la ciudad de noche, y más en la zona en la que vivía, donde no habían locales o antros.

Como última estrategia, Keiji pasaba sus brazos por el cuello del más alto, aspirando su aroma mientras se apegaba a él. Hacer eso le daba vergüenza aún, pero el rostro feliz de Bokuto Koutaro valía más que su propio orgullo.

La reacción del mayor siempre era la misma, rápida y con alegría; pasaba sus grandes brazos por la cintura del pelinegro y le apretaba contra sí, apoyando la cabeza en su hombro y dejando que el otro hiciera lo mismo.

―Me siento mal al no acompañarte.

―Yo me siento bien al dejar a Bokuto-san aquí, y no tener que preocuparme luego.

―Eso fue egoísta ―un falso puchero adornó el rostro de Koutaro, al mismo tiempo que se separaban.

―Prefiero ser egoísta antes que dejarte caminando solo en la oscuridad.

Keiji se soltó al fin de sus brazos, corriendo hasta la esquina, donde siempre se daba vuelta y agitaba la mano en despedida.

El otro se quedaba ahí afuera hasta que le veía desaparecer, ya que su figura alejándose le traía calma, y le recordaba que al otro día, iba a estar acercándose a plena luz del día.




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hola uwu ♡

BokuakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora