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La graduación de Koutaro fue un paso que tuvieron que afrontar para seguir de pie, para apoyarse, para continuar queriéndose con la misma intensidad con la que lo hacían y, sobre todo, para darse nuevas metas a lo largo de su vida. Al mayor le habían reclutado en el equipo nacional, como un jugador provisorio, y debía ir hasta el centro de Tokio para estudiar ahí mientras realizaba sus prácticas diarias, porque además había escogido una materia pesada en la facultad que no iba para nada con él.

Keiji estuvo agradecido, al menos, de que el mayor haya decidido continuar soñando a lo grande, y que no se estancó en ese pequeño distrito. Fue por más, justo lo que les decía su entrenador que hicieran, porque ellos no eran los indicados para quedarse allí parados a ver como pasaba el tiempo. Ellos necesitaban conocer sus límites, ¿y qué mejor forma que hacerlo que experimentando lejos de tu zona se confort?

—¿Cuántos días estaré fuera, mhm? —el medio albino estaba parado frente a su menor, a quien acariciaba en el rostro y sonreía mientras esperaba su autobus que lo dirigiría hacia el sitio más poblado de Tokio—. Vuelvo el domingo~.

—Seis días —murmuró el pelinegro con una sonrisa, rodando los ojos porque esa pregunta se venía repitiendo desde el viernes pasado, y estaban en lunes—. Serán seis si contamos este, cinco si comenzamos desde mañana.

Ambos estaban abrigados, porque en primavera normalmente hacía frío a primera hora de la mañana y también a la noche. Era un abrigo ligero, porque después de todo si hacía más frío que eso podrían abrazarse un poco y darse calor de esa manera. A ninguno le importaba otra cosa que estar juntos y despedirse de esa manera tan... peculiar.

Koutaro se iría solo, persiguiendo sus sueños, mientras que Keiji se quedaría allí porque en unas horas comenzaba su primera clase del último año escolar que cursaría. Seguía en el equipo, ahora siendo capitán luego de que su novio se retirara, dejándolo con el puesto.

Ambos estaban dispuestos a no dejar que el espíritu muriera allí, porque Fukurodani merecía más años de reconocimiento de los que tenía, y en una etapa de cambios como esta siempre se requiere un molde para continuar con el legado, ese del que el entrenador siempre habla mientras ellos están pasándose balones como locos.

El reloj del teléfono de Koutaro marca las 06:03 am. Ambos se miran luego de notar a cuatro cuadras lejos el autobus acercándose, y el menor no puede evitar apretar la mano del chico en la suya; le entrega todo su apoyo.

—Ya es hora, Akaashi —sus cabellos están mojados por la pequeña lluvia que los ha atrapado segundos antes de llegar, y eso le hace verse más pequeño, más indefenso, con esa sonrisa en su rostro que transmite todo su cariño hacia quien está en frente suyo—. Mensajes siempre, ¿no? Aunque volveré el domingo, será el único día en muchos meses, ¿de verdad estás bien con eso?

—Está bien, lo sabes —los susurros de Akaashi siempre son certeros, con esas ligeras sonrisas que te hacen creerle todo—. Mucha suerte, Bokuto-san, te vamos a extrañar por aquí.

Se despidieron con las manos, estrechándolas continuamente y luego dando una reverencia entre ellos, en ningún momento dejaron de sonreírse.

Cuando el autobus se fue, Keiji se mantuvo de pie en el sitio por unos segundos más, dedicándole una última mirada a aquel ser al que le gustaba soñar y le enseñó que los sueños son reales si los forma en su mente. Y le agradeció, porque él también podía soñar en grande.

Ya volverían a encontrarse, lo sabía muy bien.




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festejando los 6.66k
¿que les pareció?
espero que puedan soñar en grande,
como bokuto. ♡

BokuakaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora