Querida Alessia [LGBT]

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Una vez Daniela terminó de hacer su maleta, se fue al estudio de baile, donde estarían sus demás amigos y su novia.

Hoy por fin irían a la ciudad vecina para una competencia de baile. Ya sus tres coreografías estaban perfectamente planeadas y ensayadas.

Cuando llegó al estudio de baile, la primera que la saludo fue su novia Katie con un suave y tierno beso en la boca. Todos eran espectadores de ello, incluso todos amaban verlas juntas y a Daniela le gustaba, quería lo suficiente a Katie que sería tan imposible negarse a un beso.

–¿Cómo estás, preciosa? —le pregunta Katie abrazándola por los hombros—

–Bien, bonita —sonrió orgullosa y le da un fugaz beso en la mejilla—

Sin duda Daniela estaba feliz, no había duda de que Alessia estaba en el pasado, ahora muy poco la recordaba. Incluso llegó a llamarle "la chica que rompió mi corazón" pero ahora creía que eran bobadas de antes. Hacían meses que no veía a Alessia y tampoco le importaba si lo hacía o no. Ahora pensaba que estaba enamorada de Katie.

Daniela paseó por la salita saludando a todos sus amigos y para su sorpresa, Sebastian estaba allí. Ambos llevaban mucho tiempo de ser íntimos amigos, aunque Alessia se haya marchado ambos supieron cómo olvidar que alguna vez estuvieron hablando con ella.

–¡Sebas! —se abalanzó sobre él— ¡que alegría verte!

Ambos estuvieron hablando hasta que la coreógrafa entró diciendo que ya los autobuses habían llegado para llevarlos.

Ambos se despidieron con un abrazo muy fuerte, lo que todo verdadero amigo hacía.

Daniela tomó su maleta y la mano de su chica y salieron del lugar.

Hacían tres meses habían viajado a otra ciudad para competir y habían clasificado ganando el segundo lugar para ir a la semifinal la cual se haría en la ciudad a la que irían. Todo estaban muy emocionados, sedientos de triunfo.

Daniela estudiaba ahora en casa con tres profesores cuatro días a la semana. Su vida se había vuelto muy diferente a lo que era antes. Ahora se dedicaba más tiempo a estar bailando y con su novia, la cual su madre duró un poco en aceptar.

Ahora Daniela pensaba que tenía vida perfecta y quizá sí.