La yusca

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Hace muchos años vivió en el Cedral una señora que le llamaban «la Yusca». Ella no tenía ojos. Era una mujer muy pobre que vestía ropa muy sucia y vieja. Aceptaba lo que cualquiera le diera en la calle, aunque no pedía nada, no mendigaba. Una extraña cualidad de ella es que siempre estaba en los velorios y, por alguna razón inexplicable, era la primera en llegar.

Decían que «la Yusca» de joven había sido bruja (todavía tenía ojos entonces) y que en las noches antes de irse volando o convertirse en un animal, se quitaba los ojos y los ocultaba entre unos trastes a un lado de los tenamaxtles; luego se transfiguraba en animal y se iba a hacer sus brujerías.

Una noche desafortunada, su marido regresó a casa, se acercó al horno para calentar café y, sin darse cuenta (desconocía las «andanzas» de su mujer), movió las cosas que estaban cerca del horno y los ojos cayeron al fuego. Por eso «la Yusca» se quedó sin ojos desde entonces y comoquiera, así ciega, sabía llegar adonde hubiera un velorio.

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