Capítulo 7: Los consejos de la Sra. Nutriález

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Después de algunos inconvenientes, Nick había entrado al cuarto donde estaba internado el Sr. Nutriález y el zorro se topó con alguien que definitivamente no era Judy, a la habitación había entrado una pequeña nutria, pese al tamaño era evidente que era una hembra de mediana edad, pero muy hermosa; tenía una mirada confundida y triste pero sus preciosos ojos esmeraldas veía a un vulpino igual de confundido, la mamífera semi-acuática vestía un suéter color lavanda y ropas púrpuras nada formales pero muy cómodas, propia de una madre y sostenía en sus patas una charola con comida de hospital.

   —Ah, hola emmmm ¿Sra. Nutriález, cierto? —preguntó el zorro incómodo.

   —Sí, ¿quién...

   —Soy un... emmm viejo amigo de su esposo, pasaba por el vecindario y pensé en venir a saludar.

   —¿En serio? ¿Aquí, a las afueras de Tundra Town?

   —Oh sí, trabajo por aquí, verá, un socio y yo solemos congelar aquí unas, ah, oh, es decir, tenemos unos refrigeradores aquí y preparamos unas Popsypatitas, ¿ha oído sobre ellas?

   —¿Popsypatitas? Un momento, usted es... Nick... ¿Nick Tilde?

   Nick suspiró y se dio una palmada en la cara.

   —Casi. Nick Wilde. Estoy empezando a creer que Zanahorias es la que le dice mal mi nombre a todos —dijo sobándose la sien.

   —Jaja, incluso llamas así a la conejita, ¡eres tú sin duda!

   De pronto, la nutria dejó la charola en una mesa y se abalanzó contra Nick dándole un gran abrazo que tomó al zorro por sorpresa.

   —Gracias, gracias, muchas gracias por traer a mi Emmitt de vuelta, zorrito.

   —Emmm... sí, de nada, pero, la oficial Hopps fue la que hizo todo el trabajo.

   —Ay, no seas tan modesto, la conejita me dijo que tú la ayudaste a resolver el caso, que nada de esto hubiera sido posible si no la hubieras apoyado —dijo embarrando su rostro a su pecho.

   —RAAAAAA... RAAAARRRRRGGGG... GGGRRRRRRRR... —gruñía el señor Nutriález del otro lado del vidrio.

   —Ummm... madame, aprecio su gratitud, pero creo que estamos poniendo algo incómodo a su esposo.

   —¡Ay, lo siento! —soltó a Nick avergonzada—. Disculpe, soy un poco empalagosa, me lo decía mi Emmitt todo el tiempo... ay mi Emmitt... —mencionó la pobre nutria con tristeza.

   —Siéntese Sra. Nutriález, debe estar cansada.

   La nutria y el zorro se sentaron en uno los sillones de la habitación.

   —No tiene idea señor Wilde.

   —¿Y cómo se encuentra su esposo, Sra. Nutriález?

   —Está igual como cuando lo encontraron, se comporta salvajemente, no he podido comunicarme con él, no responde a lo que le digo y no parece reconocerme, traté de darle un abrazo, como siempre lo hacía, pero... pero... —dijo la nutria al borde de las lágrimas.

   —Entiendo Sra. Nutriález

   —Ese... ese no es mi Emmitt... —lloró amargamente.

   Nick no pudo evitar sentir empatía por la pobre nutria, él no era del tipo de los que dan abrazos, pero, no dudó en extender ambas patas y abrazar a la afligida esposa.

   —Tranquilícese, su esposo sigue ahí, sólo debe esperar un poco a que encuentren la cura —le dijo suavemente mientras sobaba su espalda—, no se rinda y sea paciente, estamos en una época con varios avances tecnológicos y médicos, no tardarán en encontrar una cura.

Torpe zorroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora