Capítulo 11: Buscando zanahorias

2.8K 179 319
                                    

En un calurosa tarde en la Comarca de la Sabana, una vieja y destartalada camioneta azul cielo avanzaba despacio por las transitadas calles de uno de los distritos más caluroso de Zootopia. Dentro de esta había tres conejos, un macho adulto portando una gorra naranja, camisa verde clara y un overol azul gastado; una hembra de edad similar con una camisa de cuadros rosas y un vaquero azul fuerte, y finalmente su hija, una joven coneja de alrededor de 24 años portando una remera azul y pantalones de yoga negros, quién veía con mucha tristeza las calles que alguna vez recorrió como policía, o como una chica de parquímetros, recordó con melancolía cuando ella conoció a cierto mamífero no hace mucho.

   —Anímate Judy —le dijo suavemente la madre de la coneja—. Sé que no te sientes muy bien por como terminaron las cosas, pero no pienses que es tu culpa, las cosas a veces no salen como uno espera.

   —Sí Judy-Dudy, tu madre tiene razón —habló su padre sin dejar de prestar atención al volante—. Pero ve el lado bueno, ya pudiste vivir tu sueño en la gran ciudad y ahora ya tienes bastante tiempo libre.

   —¡Stu! —dijo Bonnie molesta con su esposo.

   —¿Qué, qué dije? Es la verdad...

   —Papá tiene razón —dijo Judy poco animada—. Ambos tuvieron razón desde el principio, fue tonto creer que un conejo podía hacer algo más que cultivar zanahorias.

   —Querida, no digas eso —su madre tomó su pata—, tú hiciste tu máximo esfuerzo, has tenido una mala experiencia, pero tu llegaste hasta aquí por tu cuenta y, me avergüenza admitirlo pero, lo hiciste sola pese a que nosotros ni nadie más te apoyamos, no debes sentirte menos importante por eso, sigues siendo nuestro máximo orgullo Judy, seas o no una policía coneja.

   —No podríamos estar más orgullosos de tí.

   —Gracias mamá, gracias papá. Lo aprecio mucho.

   Pese a las alentadoras palabras de sus padres, Judy se sentía un fraude, la conejita no podía dejar de pensar que sus palabras habían sido el inicio de una gran ola de discriminación en toda la ciudad y ahora, hizo algo que pocas veces había hecho, rendirse. Y lo peor es que se iba sin poder aclarar las cosas con cierto zorro astuto, no sabía cómo localizarlo y aparentemente él nunca vino a buscarla, probablemente él la odia, se decía a sí misma.

   —Me pregunto —pensaba Judy—... ¿Qué estará haciendo ahora? ¿Seguirá vendiendo Popsypatitas? ¿Estará haciendo otras tretas? ¿O acaso... habrá cambiado su vida? Por su bien, eso espero, aunque francamente, ya no sé qué creer, últimamente, he echado a perder todo lo que he hecho, a la gente de esta ciudad, mi trabajo, a la alcaldesa Bellwether y... a Nick.

   —Nick... —musitó la chica de ojos violetas.

   —¿Quién es Nick? —preguntó su madre.

   —¿Qué? ¿Dije eso en voz alta?

   —¿Nick? —preguntó su padre de golpe— ¿No habrás conocido a un conejo seductor en esta ciudad extraña, o sí señorita?

   —¡Stu!

   —¿Qué, tengo curiosidad? Si es el caso me gustaría conocerlo, quiero ver si es un candidato ideal para la familia Hopps.

   —¡Stu basta! No seas tan indiscreto.

   —No, no es eso —la interrumpió la conejita más joven—, él es... es sólo un amigo que conocí aquí.

   Judy miraba cabizbaja el paisaje recordando que por estas calles había conocido a un zorro estafador pero muy noble que había cambiado su forma de ver la vida por completo, casi podía imaginar el lugar donde se conocieron por primera vez, el Café Jumbeaux's, de hecho, lo estaba viendo en ese momento.

Torpe zorroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora