Mi Doctora Favorita 2 (Extreme Hot)

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No había bajado la erección de mi pene cuando retiré con el brazo todos los objetos de la mesa que cayeron al suelo haciendo un considerable alboroto. En ese instante apoyé su espalda contra la mesa y le tiré del pantalón del pijama hasta quitarlo por completo. Sus piernas me atraparon la cintura y me acercaron a su sexo cubierto por una bonita tanga blanca de algodón.
Cuando me agachaba para besar sus pechos, descubrí que la luz se había encendido en el cuarto de al lado, y la puerta estaba un poco más entreabierta. Ahora podía ver a la enfermera con claridad, tenía una mano metida dentro del pantalón y me miró con cara de deseo.
No esta mal tener público pensé, y le mantuve la mirada un par de segundos, pero me apetecía más lamer aquellos pechos morenos y dulces, redondos y duros. Dicho y echo, mi lengua recorrió aquellos pezones y los mordió quedando en mi boca el sabor que solo tiene el pecho de una mujer.
Baje hasta su estómago con la lengua, dejando un abundante rastro de saliva alrededor de sus pechos y escote y, mientras jugaba con la lengua en su ombligo, mis manos recorrieron la superficie resbaladiza de su piel mojada y acaricié cada punto de aquellas magníficas tetas y de aquel sugerente vientre.
Llegué con mi lengua al tanga y noté el vello bien cuidado debajo de él. Acerqué mi lengua a su sexo y moví la lengua sobre él, lo que hizo que ella suspirara y me acariciara el pelo. Entonces cogí el tanga y lo mordí, tirando de él hacia fuera, al principio no logré quitarlo, pero con una ligera ayuda de sus manos, lo retiré de sus piernas con la boca.
Allí estaba, de pié, con el tanga de mi doctora en la boca, con la erección de antes que aún no había cedido y con un sexo húmedo esperando. Antes de acercarme a él, me dirigí hacia la puerta y la abrí un poco más, Eva se inquietó al verme venir, y pude ver su cara de frustración al volverme hacia la mesa.
Desde esa posición ella lo veía todo, y nosotros la veíamos a ella. Y vimos como se desnudaba de cintura para arriba y acariciaba sus pechos.
Volví mi mirada hacia el sexo que yacía goteando flujo sobre la mesa y me arrodillé llevándolo a mi boca. Siempre he admirado el sabor que tiene, tan dulce y exquisito. Saboree su interior, recorriendo sus labios mayores y menores, y de vez en cuando, quitándome algún pequeño pelito de la lengua.
Recorrí su superficie, un labio y otro, e intenté meter mi lengua hasta el fondo de aquella dulce raja, mi lengua penetró aquel cuerpo mientras mis manos acariciaban su vientre y su culo. Mis oídos se deleitaron con sus gemidos y pude oír otro en la otra habitación. Miré hacia allí y vi como la enfermera tenía las bragas en los tobillos y se masturbaba con una mano.
Miré a los ojos de mi doctora y pensé que era hora de vengarme, arrodillado, hice que apoyara sus pies en mis hombros y que se abriera aún más de piernas. En ese momento recorrí su clítoris y bajé la lengua por el coño para llegar a su perineo y luego su ano. Ella gimió y se movió como queriendo zafarse de mi lengua pero yo sujeté firme sus piernas sobre mí y lamí toda la superficie de su culo.
Ella acariciaba mis cabellos y yo cogí una de sus manos y le chupé los dedos, con los dedos humedecidos, le introduje uno dentro de la vagina y con su mano en mi poder, acaricié su sexo a mi antojo, chupando sus dedos para recordar el sabor de su interior.
En el otro cuarto, un vibrador eléctrico sonaba entre las piernas de la enfermera. Me asombré de aquella profusión de aparatos en la consulta y decidí seguir con mi venganza.
Metí sus dedos en mi boca, casi toda la mano se mojó con mi saliva, sus dedos jugaron dentro de mi boca y mi lengua les correspondió a todos y cada uno de ellos. Entonces siguiendo con mi juego, cogí su mano y cuando ella encaminó su mano al sexo, yo se la agarré y bajé un poco más. Cogí su dedo índice y acaricié su ano, frotándolo contra su humedecida superficie, luego cogí su dedo corazón y por última vez lo alojé en mi boca, mojándolo, entonces lo dirigí hacia su ano y con un movimiento lo fui introduciendo.
Lo tenía casi dentro cuando lamí el dorso de su mano y la moví hacia dentro y hacia fuera. En ese momento ella se estaba penetrando. Mi mano pasó por debajo de la suya y mis dedos entraron en su vagina haciendo lo mismo, siguiendo el ritmo que ella imponía.
La luz iluminaba el otro cuarto y me permitió ver cómo la otra chica se metía el vibrador en la boca y lo mamaba y relamía con gusto, para a continuación introducírselo igualmente por el ano. ¡Nos estaba imitando¡.
En ese momento sentí como la mano de la médico intentaba retirarse y dirigí mi vista hacia su dedo viendo como salía de su ano, cuando huno salido por completo retiré mis dedos de su vagina y pasé sus flujos por mi glande.
Mi pene pedía guerra, no lo podía negar, todo mi cuerpo pedía guerra. Mis testículos dolían después de 20 minutos de empalme, pero mi pene seguía como el primer minuto.
Me incliné sobre ella y besé sus pechos y su boca. Y la dije.....
- ¿Estas preparada?.
Ella dijo... - ¡sí! Y un suspiro surgió de nuevo de su garganta.
Seguía con las piernas abiertas y mostrando su sexo dispuesto cuando me cogí el pene y, disfrutando de la hermosa vista de aquel coño tan rasuradito y limpio, lo acerqué a su entrada. Cogiendo el pene por la base, introduje el glande entre sus labios, en la entrada a la vagina; pero no lo introduje más. A continuación lo retiré y volví a ver desde arriba cómo mi pene entraba parcialmente dentro de ella.
Me gustaba ver como entraba y salía. Y a ella no parecía disgustarle, pues se movía como una posesa.
- ¡Fóllame! Me dijo.
Al oír su orden, de un golpe de cadera le introduje todo el pene en su interior y la mesa se movió de su base por el impacto. Sus pechos bailaron como flanes al recibir su cuerpo toda la rabia de mi impulso.
-Ahhhh- Un gran gemido se oyó en la consulta. Y a continuación oí otro en la otra habitación. Eva estaba teniendo un orgasmo, su consolador permanecía vibrando en su culo mientras sus dedos acariciando su yoni hicieron que se corriera. Se echó hacia atrás golpeando el armario, el vibrador se deslizó de su culo y cayó al suelo cuando sus músculos se relajaron tras la primera oleada de placer.
Otro movimiento de mi cadera hizo caer un cuaderno que aún seguía sobre la mesa, al mismo tiempo que producía otro gran gemido de ella. Dejé de hacer movimientos lentos y mi cadera comenzó a empujar haciendo que mi pene se moviera brusca y rápidamente en su interior.
Mi placer cada vez era más grande y mis riñones sufrían con el esfuerzo de mis embestidas y casi agotado sentí cómo ella hacía fuerza con sus piernas sobre mi cadera, sentí su respiración acelerarse y cómo algo en su interior se movía, estaba contrayendo sus músculos sobre mí, moviéndolos como un ascensor, pajeándome a la vez que me follaba. Y sentía ese movimiento cuando oí ese gemido tan especial que deberíamos tener en la memoria siempre.
Ese ruido llenó mis oídos, ese gemido, ese llanto que retumbó en las paredes, entró en mi y me hizo moverme como un poseso, hasta que tras un par de sacudidas no pude más, ella se apretó contra mí, me retuvo entre sus piernas y se quedó inmóvil presionándome sobre ella, sudando, jadeando. Sus piernas me apretaban con tanta fuerza que incluso me llegaron a hacer daño, y el orgasmo que me estaba llegando se perdió al cesar todo movimiento.
En el cuarto contiguo nuestra mirona se había tumbado y se estaba relamiendo, masturbándose de nuevo y observando cada uno de nuestros movimientos. Ahora era yo el que necesitaba el orgasmo, hice fuerza para desencajar las piernas que me rodeaban y retiré mi pene todo mojado por los flujos de aquella ardiente mujer. Mis manos cogieron mi polla y cuando comencé a moverla, unas manos me lo impidieron.
- Te quiero todo para mí - dijo.
Y me pidió que me tumbara sobre la camilla. ¡Otra vez pensé!. Pero esta vez me tumbó boca arriba y se puso a horcajadas sobre mí. Su pelo hacía cosquillas en mi cuello cuando se acercaba para besar mis labios, sus manos se apoyaron en mi pecho y sus dedos comenzaron a clavarse en mi piel mientras su cadera comenzó a moverse sobre mi sexo caliente.
Jamás me habían montado de esa manera, era un movimiento rítmico y constante, su cuerpo estaba comiéndose al mío, me estaba haciendo morir de placer, me estaba reventando la polla. Estaba follándome como una posesa y me estaba acercando al orgasmo.
Pero no era yo el único que llegaba al orgasmo, mi esmerada doctora moviéndose con exactitud sobre sus puntos más placenteros estaba a punto también, y seguía como una jinete echándome el polvo más bestial que haya practicado nunca.
Alguien llamó a la puerta, y el picaporte giró sin llegar a abrir la puerta mientras ella bailaba sobre mí. Esa interrupción retrasó unos segundos mi orgasmo, pero al ver que no se repetía la llamada, y que mi montura estaba gimiendo cada vez más deprisa, me incliné hacia detrás y rodeando su cuello con una mano, la atraje hacia mi cara y la besé. La lamí. La jadee al oído. Y cuando mi cuerpo parecía explotar la eché hacia detrás y la dije:
- ¡MÁS! ¡MÁS!
Ella me miró a la cara y lo vi en sus ojos, sus labios hicieron una mueca, se relamía con su lengua y la saliva fluía por su boca; mientras un hilo de saliva caía en mi pecho ella miró hacia el techo y me folló como nadie lo ha hecho nunca. Gritó y su orgasmo tomó mi linga e hizo explotar todo mi semen en su interior, mezclando mi leche caliente con su propia leche, mezclando su gemido con el mío. Y con el gemido de la enfermera que con nuestro orgasmo estaba alcanzando el suyo propio.
- AAAAAHHHHHHH – Los tres gritamos y jadeamos despues de habernos corrido al unísono.
Al inclinarme vi cómo Eva se acariciaba el sexo y dirigía su mano a la boca donde introdujo sus dedos y se relamió la mano, saboreando el sabor de su orgasmo, tras lo cual nos tiró un beso y cerró la puerta.
En la consulta reinó el silencio, ambos nos vestimos y recogimos todo tal y como estaba antes de entrar. Ella me besó y me dijo:
-Estas curado, puedes irte –
Yo le conteste:
-Gracias cariño, que pases una buena mañana –
-Va a ser imposible mejorar esto- Me dijo y me besó. -Hasta la noche-
Cuando salí por la puerta, la pareja de ancianos y dos mujeres que habían llegado después de que yo hubiera entrado, me miraron con sorpresa y en sus ojos pude adivinar que el ruido había sido excesivo para tan finas paredes.
La enfermera salió y reclamó en voz alta el nombre de la anciana. Antes de irme me dijo en voz baja:
- Adiós macizo, la próxima vez te pediré prestado a tu mujer -.
Y salí del hospital. Y llegué al trabajo. Y llegué a casa. Aún el sabor de su sexo permanecía en mi paladar.
Mi mujer estaba allí, haciendo la cena. Desnuda, tan solo con la bata del hospital.
Me acerqué a ella y le dije:
- Gracias doctora. Te quiero -

Un Final Un Tanto Bueno y Inesperado, Espero y hallan disfrutado de esta caliente historia pronto vienen más.

Puntúen para inspirarme y seguir actualizando

Gracias :).

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