Nunca haz estado sola

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Sólo quería preguntarte si aún recuerdas ese beso que te robe aquella noche en aquel restaurante. Ese beso que hizo estremecer mi ser, degustar tus labios fue muy placentero. Aunque hubiese deseado que no terminará y poder descubrir cada sabor y pasión que llevas impregnados en ellos.

Mi mente voló por ese instante. Te voy a contar las cosas que pasaron por mi mente de allí en adelante. Y espero que tu te confieses conmigo y me digas si sentiste lo mismo.

Tu energía me invadió. El olor de tu piel al tenerte tan cerca alboroto mis sentidos, rozar mi nariz con tu mejilla al darte un beso de amigos fue lo que hizo explotar ese instante. Fue lo que me llevó a tomarte del cuello y darte ese beso que tanto anhelaba mi boca. Pero deseaba más, un beso no sería suficiente para saciar las ganas que sentía de adueñarme de ti. Yo deseaba aferrarme de tu cabello, que mi boca se comiera literalmente esos labios provocativos. Mi otra mano deseaba con locura acariciar tus sensuales senos que dejabas ver con un lindo escote. Sentirlos en mis manos mientras tu muerdes mis labios con placer. Tus manos se apoderan de mi, una sé aferro a mi cabello acariciandolo con sutileza con tus uñas. Mientras la otra me iba desabotonando la camisa y acariciando mi pecho. De pronto te levantaste de la silla y te sentaste encima de mi. Dejando tus senos justamente frente a mis ojos. Una sonrisa te invadió el rostro. Ni una palabra salía de nuestros labios. Solo eran miradas profundas. Mis manos se adueñaron de tus nalgas aferrandome con fuerza. Te recorrí hasta tu cintura y no pude esperar mas… te quite la sexy blusita que llevabas puesta. Dejando al descubierto lo que podría comparar con dos grandes y jugosos melocotones. Mi boca no aguanto ni un instante para saborearlos. Mis labios y mi lengua no pararon de jugar con ese par. Y es que con solo ver tu rostro sabía que lo deseabas desde hacía mucho tiempo. Me encantaba ver como mordidas tus labios. Como gemías cada vez que te mordía o lamía tus pezones. Era inevitable querer quitarte toda la ropa y hacerte el amor de forma salvaje en esa mesa. Así que te mire fijamente y por primera vez cruzamos un par de palabras:

“-Eres mia” dije susurrando…

Y tu cerrando los ojos sólo dijiste: “Hazme tuya”

Te levante y desabroche el botón de tu pantalón, bajé el cierre lentamente, sin dejar de mirarte a los ojos. Tu respiración se aceleraba fuertemente. Mis manos se encargaron de dejarte con un pequeño hilo dental negro que era casi igual que dejarte desnuda por lo diminuto.

Tu hiciste lo mismo conmigo, te deshiciste de mi pantalón y solo me dejaste en bóxer. Pero una sonrisa te volvió a invadir y terminaste arrancandomelo por completo. Ya podías ver mi erección. Y sin mediar palabras empezaste a propinarme un sexo oral increíble. Tus labios jugaban a volverme loco junto a tu lengua. Succiones y la lamidas eran las responsables de cada contorcion de mi cuerpo. Sentir tu boca húmeda y caliente me excitaba cada vez más. Verte jugar con tanto placer con mi miembro que cada segundo estaba más y más duro, erecto y brillante de toda la saliva que arropó tu boca. Tus manos se unieron al juego, me tocabas y masturbabas con tanta experiencia que sentía que en pocos segundos iba a explotar. Tu cara de deseo me hacía sentir el más perverso y ya sentía que debía devolverte el mismo placer.

Así que te subí a la mesa y me senté a comerte la entrepierna. Tu ya estabas tan húmeda que solo provocaba era penetrarte inmediatamente, pero quería que sintieras mi lengua dentro de ti y volverte loca antes de que me tuvieras dentro de ti. Mi boca se daba un banquete con los jugos de tu cuerpo. Mi lengua jugaba con tu clítoris con tanto placer que tus gemidos empezaron a salir de tu boca sin poder contener los más. Tus manos se posaron en mi cabeza y la empujaste con fuerza entre tus piernas. Querías sentirme más profundamente. Levante tus piernas y mi lengua te saboreo de tal forma que solo te quedo gritarme: “-Ya te quiero dentro de mi!!”

Yo no espere ni un segundo más,  abrí tus piernas y empecé a penetrarte dejando tus piernas sobre mi pecho y hombros. Una de mis manos se encargó de acariciar tus senos y la otra sostenía tus piernas ya temblorosas. Tu cara de placer era única,  solo cerrabas por instantes los ojos y mordía tus labios. Jadiabas, gemías,  gritabas… eras mía.
El sudor empezaba adueñarse de nuestras pieles. Mis movimientos de cadera sobre ti cada vez eran más intensos y fuentes al igual que tus jadeos. Entrar y salir de tu cuerpo. Hacerte sentir que eres una mujer deseada. Mirarte mientras disfrutabas de este instante con tantas ganas. Todo esto me hacía desearte más. En ese instante te bajaste de la mesa, me diste la espalda y te acostaste en la mesa boca abajo. Miraste hacia mi y me dijiste: “Quiero que me hagas gritar tu nombre… sera que puedes?” Y una sonrisa malvada te invadió dejando de verme y esperando que yo me adueñara de ti.

Me acerqué a ti y al prepararme para penetrarte me dices: “Quiero que me hagas gritar pero no me lastimes OK…”

“-Tranquila, solo déjate llevar” respondí

Levante una de tus piernas y la guíe hasta dejarla sobre la mesa. Así podía tenerte abierta y lista para penetrarte por donde yo quisiera. Primero lo introduje suavemente en tu húmeda vagina y empecé a moverme con lentitud y sutileza. Mis movimientos cada vez se empezaron a intensificar. Mis manos empezaron a darte azotes a tus nalgas. Como si quisiera domar una potra salvaje. Tu sólo decías: “No pares… dame más fuerte… quiero gritar… hazme gritar.”

Fue cuando en una embestida te lo saque y cambié de sitio… pudiste sentir como mi miembro te atravesó por completo por tu culo.  Y ese grito que tanto deseabas escapó de tu boca de forma inmediata acompañado de un par de malas palabras y un: “¿Me quieres matar?

Así que lo saque inmediatamente. Pero tu reacción fue algo agresiva.

“¿Quien te pidió que me lo sacarás? Solo ten más delicadeza o por lo menos avísame.”

Así que nuevamente volví a colocarlo donde estaba, solo que esta vez fue con más sutileza. Tu acomodaste tus caderas y te preparaste para recibirme. Un leve gemido salía de tu boca con cada centímetro que te iba penetrando. Respirabas profundo, seguido de un repetido “Dios mío”.

Todo era cuestión de tiempo, cuando menos lo esperaba ya tus caderas eran quienes tenían el control de los movimientos. Gritos y gemidos no dejaron de salir de tu boca con cada embestida. Golpeabas la mesa con tus manos cada vez que mi miembro te penetraba. Mis manos sobre tus caderas y a veces en tu cabello te hacían sentir más salvaje. Yo solo quería ver tu lado oscuro, esa mujer insaciable que solo pide sentirse complacida en la cama. Esa mujer sexy que sabe hacerse desear. Que logra hacer que fantasees con tenerla y hacerla tuya.

“Por fin eres mía…” te dije al oído mientra te seguía penetrando por detrás y mis manos apretaban tus senos con fuerza. “Quiero que me regales un orgasmo tuyo, quiero ver como llegas para mi”.

Así que te tome del cuello y mis caderas empezaron a azotarte con más fuerza. Tus gemidos brotaban de tus labios con cara de placer. Tus ojos se nublaron de lágrimas. Me besaste con locura, tu lengua se adueñó de mi, me mordias los labios con pasion y deseo. Y de pronto con voz exhausta me dijiste: “Dame más no pares por favor, ya casi me haces llegar…”
Así que me aferre a tus cadera apretando tus nalgas y empecé a acelerar mis movimientos. Solo con ver como entraba y salía de ti me calentaba más, sumando que tus gemidos y palabras me hacían sentir insaciable.

De pronto un grito me dio la señal que ibas a explotar de placer. Tu mano izquierda tocaba mis testículos mientras yo seguía penetrandote. Y cuando llegaste tus dedos acariciaban tu clítoris con movimientos fuertes. El solo verte así me hizo estallar también. Ambos llegamos al clímax, nuestros cuerpos llenos de sudor se deslizaban entre sí. Después de esto solo nos besamos, no teníamos palabras ni aliento para decir nada. Sólo fueron ricos besos y sonrisas. Tu y yo supimos disfrutarnos a plenitud. Sólo nos quedó vestirnos y salir de este restaurante…

Erotic Room ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora