El término de una bonita etapa

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Después del antológico día en compañía de Ailen y su adorable sobrina, llegaron los padres Emilita y el marido de Ailen. Traían buena cara, el negocio del terreno le había salido redondo y pronto lo tendrían vendido. Por lo que dijeron a buen precio y lo demostró la cara de asombro de Ailen. El que traía peor cara era Leonardo, era una cara agridulce y no tardo en decirme que quería hablar conmigo, se le notaba que no sabía por dónde empezar, no sabía si era en referencia a la tarde con su mujer y con su sobrina. Hasta que titubeando me decía que le habían llamado del trabajo y antes de que pudiera decir nada me adelante, sonriéndole le dije… “Que pasa, ¿Que me sustituyen ya?” con cara de sorprendido me dijo que eso era lo que se pensaba. Le dije que no se preocupara, que no me pillaba de nuevas, que lo estaba viendo venir. Le añadí que no nos amargáramos y lo pasáramos bien, sin esperármelo me dio un abrazo.

Volvimos con los demás y estaban hablando de todo lo que habíamos hecho esa tarde, bueno de todo, todo, no. Entre las miradas de tía, sobrina y la mía, había mucha complicidad. Nos pusimos a preparar la cena, cada uno colaborábamos en algo y la haríamos fuera de la casa, en el porche. Yo estaba tranquilo y relajado, aunque el cuerpo lo tenía con ganas de “mambo” pero ya no se podía, o mejor dicho no se debía. Emilia me miraba de forma extraña o eso me parecía. En plena cena sonó mi móvil. No pensaba cogerlo, porque me parece una falta de respeto, pero vi que era de la central, pidiendo disculpas me levante cogí el teléfono y hable.

Era un buen amigo y resumiré lo hablado. Me comunicaba que en 48 horas estarían de la central, para hacerse cargo de todo y que yo tenía que regresar de forma inmediata. Por lo visto, la fuerza de poderes en el consejo había variado y mucho. Los nuevos gestores habían paralizado la expansión y a otros como a mí, nos requerían en la central. También me dijo que no creía que me mantuvieran en la empresa, porque con la categoría que tenía, no tenía sitio. Pero para tranquilizarme me dijo que me compensarían de forma especial, porque no querían que se le diera mucho bombo al tema. Diciéndome más o menos en cuanto estaría la indemnización, que me dejo en fuera de juego, porque hasta el mismo que me dijo me pareció demasiado, con el poco tiempo que yo llevaba, pero me volvió a recalcar que era así y el seguro que sabía lo que se decía. Lo que me quito el mal sabor de boca que tenía últimamente.

Volví a la mesa con otro talante, como más libre, más decidido. Ya que me tendría que ir al día siguiente. Al llegar sonriendo y de tan buen humor, note como se me quedaban mirando, lo que me decía que Leonardo les había contado algo, así que les hice un resumen y entendieron que no estuviera triste. El que primero hablo fue Santino, que dijo que no estuviéramos tristes y que nos divirtiésemos. Una vez acabada la cena Santino dijo que el traía la bebida, su mujer dijo que iba por vasos y copas. El resto recogimos todo. Santino apareció con una botella de Fernet que yo ya sabía lo que era y como sabia, también trajo otra botella de una bebida que se llama pisco, que yo creía que era típica de allí. Por lo que se ve nada más la bebía el. Y empezó un “debate” entre él y Leonardo. Porque Leonardo me contaba que era una bebida típica de Chile y Santino que no, que era de Perú.

No sé quién tenía la razón, pero la mejor argumentación era la de Santino que conto que esa botella en concreto, era totalmente artesanal, como se hacía hace más de 300 años. Que en Chile la hacen más industrial y tiene entre 30º y 45º, en cambio esa que tenía el ahí, estaría entre 54º o 60º, me puso una copa pequeña, era un líquido trasparente incoloro y como me rasco al beberlo, estaba fuerte y para mi más que no estaba acostumbrado al alcohol.

Había pasado un poco más de una hora y ya la bebida hacia estragos en Leonardo y Santino, los indicadores fueron cuando Leonardo empezó a profesarme amistad eterna, que me quería mucho, que era un buen hombre… y Santino era como si le hiciera los coros, algo que en circunstancias similares me ha hecho siempre mucha gracia. El talante con el que decía que regresa antes a la mesa, era un poco crecidito, tal vez un poco subido, total ya me iría de allí, pero tampoco sería cuestión de irme dejando un pésimo recuerdo. Esto lo digo por Emilia, que seguía mirándome de forma extraña, no lograba entender su mirada, lo que quería decir o lo que estaba pensando.

Erotic Room ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora