La cinta grisácea de la carretera parecía alargarse cada vez más. Yo no veía llegar nunca el momento de rendir viaje en el hotel donde había reservado habitación y en donde me hospedaría durante el tiempo que durase la convención médica a la que estaba invitada. Por todos los medios, había tratado de evitar este viaje, pero mi condición de Doctora en Medicina General me lo había impedido.
Llegué a mi destino pasada la medianoche y apenas entré en el hotel, sólo pensé en descansar. Completamente desnuda, me metí en la cama y enseguida me dormí, pero, en lo más profundo de mi sueño, un ruido extraño me despertó y al abrir los ojos, me quedé petrificada, pues vi salir del armario ropero a un hombre de belleza incomparable y sin ropa alguna. ¿Quién era? ¿Una visión fantástica? ¿Un violador nocturno o un personaje de otra galaxia? Sentí miedo, mucho miedo, sobre todo, cuando, como flotando en el aire, se me acercó.
Era rubio y parecía tener los ojos claros, casi transparentes. De aspecto físico, muy viril y de atractivas y masculinas formas. Puso sus manos sobre mis hombros. Estaban frías, terriblemente frías y además su aliento me resulto como un suspiro de nieve. Todo mi cuerpo se contagió de esa angustiosa frialdad, pero ¡qué cosa! comenzó a acariciarme y al punto mi cuerpo reaccionó y comenzó a entrar en calor, particularmente, cuando, con su fría lengua, relamió mis pezones, primero uno, después el otro.
Lo hizo con tal insistencia que parecía quererse apoderar de ellos y hacerlos suyos. Por extraño que parezca, mi coño, a pesar de mis muchos miedos, comenzó a abrirse y a humedecerse. Lo descubrió él y, supongo que a fin de ver aumentar los derrames de mi sexo, me obligó a que me fijara en el enorme instrumento que le colgaba entre las piernas.
Por fin le oí hablar. Con una voz gutural y profunda, me dijo:
- ¡Cógelo!
Lo intenté, pero se me escapaba de entre las manos. Me dio rabia. Me sentí defrauda conmigo misma, al tener un "algo" tan hermoso cerca de mi y no poderlo atrapar. Aquella enorme polla se erguía delante de mí y yo me sentía incapaz de dominarla y meterla en mi cueva.Me abracé a aquel ser misterioso y, cosa singular, su enorme frío me llenó de calor. Deslice mi abrazo y me tumbé en la cama, abierta de piernas absolutamente, esperando el comportamiento masculino que no tardó en surgir, pues se echó él sobre mí y, finalmente, pude enganchar su enorme rabo y colocármelo en el lugar que mi cuerpo, mi corazón y alma necesitaba tenerlo. La redonda y explosiva punta de aquel carajo abrió las puertas de mi vagina y se introdujo por ella.
Se iniciaron las embestidas viriles y con cada una de ellas, sentía yo un placer inusitado. ¿Qué me estaba sucediendo? ¿Qué extraño y maravilloso ser tenía sobre mi cuerpo y dentro de mis más intimas partes? El goce del que comencé a disfrutar era tan enorme que todo dejó de preocuparme, que nada me interesó averiguar. Sin pensar en otra cosa, me entregué a disfrutar del extraño placer descubierto y me dije a mi misma:
- ¡Goza! ¡No pienses en otra cosa y disfruta cuanto puedas!
Me encontraba llena de él y cuanto más llena estaba mucho más precisaba estar. Notaba él mis ansias y para aumentármelas, sacaba su cipote de mi coño para que yo le gritara:
- ¡No! ¡No! ¡Métemela otra vez!No puedo decir cuantas veces me corrí en aquella situación y tampoco las que pudo correrse él. Sólo recuerdo que su última embestida fue superior a las demás y después de mantener su verga dentro de mis entrañas durante largos minutos, me la sacó de repente y una leche blanca y espesa comenzó a caer sobre mi cuerpo y a extenderse por todo él. Mis tetas se cuajaron de su caliente semen que casi me quemaba. Su calor, al contrario de la frialdad primera que sentí apenas se me acercó al salir del armario, era tan enorme que estuve a punto de desmayarme. Luché porque no me sucediera tal cosa y abrí los ojos para poder contemplar cómo aquel ser extraño se iba por donde tan misteriosamente había aparecido.
Extraños pensamientos, como pájaros de mal agüero, cruzaron por mi mente. ¿Qué era todo aquello? ¿Qué me había ocurrido? Intenté descifrar aquel misterio, cuando unos fuertes golpes en la puerta del dormitorio me hicieron reaccionar y permitir que escuchara la voz de la camarera encargada del servicio de habitaciones:
¡Señora Doctora! Ya es la hora que dejó usted marcada en nuestra pizarra para que la despertáramos.
- ¡Gracias! ¡Muchas gracias! Respondí con voz somnolienta.
¿Había sido todo un sueño? ¿Un sueño erótico producido por mi exceso de cansancio? - ¡No sé! Me dije a mi misma. ¡Ya lo pensaré mañana. Y me vestí lo más adecuadamente para acudir a la Convención Médica donde mi presencia era inevitable.Gracias por Seguir Mi Libro de historias sexuales espero y esté Os guste, Comenten así tendré ánimos para mas, Agradecimientos a Ana por Ayudarme.
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Erotic Room ©
RomansA veces vienen ventiscas invernales con sus fríos letales pero en nuestro rincón de amor siempre habrá calor preparas tu chimenea yo pongo mi madera tú frotas y acomodas los troncos mientras abro tus puertas tú tienes la chispa perfecta para una cál...