Desperté con los rayos de sol que entraban a través de mi persiana. Moví la cabeza hacia un lado y quise llevarme una mano a los ojos para frotármelos pero mi mano se quedó bloqueada. Lo intenté de nuevo pero no había manera de moverla. Mire hacia arriba y mi vi mano esposada al cabecero de la cama. En ese momento me despeje de golpe.
Gire mi cabeza y vi que mi otra mano también estaba atada al cabecero. Levanté la cabeza y vi que mis pies también estaban atados a las patas de la cama. Cada uno a una pata formando mi cuerpo una especie de equis. Me vi tapado por una única sabana y por lo que podía notar yo estaba desnudo bajo ella.
Me acojoné. Mire a mi alrededor pero esa era mi habitación. Estaba en mi casa. No entendía nada. ¿Habían entrado a robarme y me habían atado? Tenía que ser algo así. Intenté hacer memoria de la noche anterior… Estuve cenando en casa con mi prima Marta y después… no recordaba nada más.
Agité mis brazos haciendo que el cabecero chocara contra la pared y retumbara en toda la casa.
—¡Marta! ¡Marta!— Grité.
No oí nada. Temí por ella y volví a gritar su nombre. Al cabo de un minuto la puerta de mi habitación se abrió y mi prima entró en ella.
—Buenos días bello durmiente.
—Suéltame, suéltame rápido.
Marta camino hasta la silla de mi escritorio, se sentó en ella apoyando los pies en mi cama y habló.
—Creo que no. Estarás atado un tiempo.
Me quedé en shock.
—¿Qué dices? Suéltame ahora mismo.
—¿Qué te pasa? ¿No te gusta estar atado? Pero en cambio bien que te gusta atar a las tías y violarlas ¿no?
—¿De qué coño estás hablando? ¿Atar a quién? Violar… Que me sueltes joder.
Marta se bajó de la silla y se subió encima mío.
—Te gusta atar a las chicas para luego humillarlas y violarlas. Las grabas, las sacas fotos mientras las violas, las obligas a que te obedezcan… Pero hoy estas tu atado.
—Sigo sin saber de qué coño hablas. Yo no he hecho nada de eso…
Marta me sujetaba la cabeza con sus manos. Estaba empezando a sentir miedo no solo por lo que ella decía, sino porque estaba sentada encima mío y con su pijama corto… El escote que su pijama me enseñaba y sus muslos tan perfectos y morenos estaban haciendo que mi polla sintiera los primeros cosquilleos previos a una erección y su culo estaba sentado en la parte baja de mi tripa. Apreté los dedos de mis pies y de cerré los puños intentando concentrarme en no tener una erección o Marta sentiría un pinchazo sobre su culo. Era mi prima y tenía dos años más que yo, 26, pero era toda una señora mujer. Morena, alta, con unos buenos pechos y un buen culo.
—¿No sabes de que te hablo? De tus relatos eróticos pedazo de cerdo.
—¿Queeee? ¿Qué relatos?
—No te hagas el tonto. La última vez que viniste a mi casa te dejaste la página donde los pones abierta en el ordenador. Con tu perfil y todas tus guarradas. Los he leído todos y eres un puto cerdo y un machista.
—Joder… Estas loca. Son putos relatos. Nada más que eso. Relatos eróticos para calentar.
—¿Y porque cuadran todos los datos que das de fechas y lugares con tu vida? ¿No será porque son ciertos? Eres un salido y un enfermo. Hoy te voy a devolver lo que haces en esos relatos para que veas lo que se siente.
—¿Vas a violarme zorra?— Mi paciencia había llegado a su límite.
—No, solo voy a hacer la parte previa, la de humillarte. Vas a desear no haber hecho eso nunca.
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Erotic Room ©
RomanceA veces vienen ventiscas invernales con sus fríos letales pero en nuestro rincón de amor siempre habrá calor preparas tu chimenea yo pongo mi madera tú frotas y acomodas los troncos mientras abro tus puertas tú tienes la chispa perfecta para una cál...