LA BRUJA DEL BOSQUE

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  Mis amigos y yo fuimos a acampar. Muchas leyendas existían sobre aquel bosque. Brujas, duendes, demonios, chupa cabras, etcétera. Sin embargo eso eran patrañas. Nuestra valentía y reputación de no tenerle miedo a nada, era nuestro boleto para ir.
Debo decir que somos unos presumidos, y hacemos cosas tan estúpidas y locas para sobresalir, o conquistar alguna mujer. Este viaje era con ese objetivo. Tres mujeres hermosas nos acompañarían. Daniela, Vivían y Susan. Las más guapas de la Universidad. Carlos, Víctor y yo, salimos por ellas, muy temprano, eran las 5 de la mañana, ellas aún no estaban listas y hubo que esperarlas una media hora.

  Cuando estuvieron listas, salimos en busca de la aventura. Ellas de licras ceñidas al cuerpo y nosotros tan deportivos como pudimos. Caminamos cerca de una hora hasta dejar atrás la ciudad. Ya en la carretera principal, utilizamos el desvío hacia el bosque. Poco a poco nos fuimos adentrando en ese lugar, tan primitivo y agreste, que aceleraba nuestra sed de aventura.
Iba a ser muy fácil perderse. Así que marcamos cada árbol por el cual pasábamos, con un machete, hacíamos grandes x, y encima colocábamos pintura fosforescente, por si regresábamos y la noche nos atrapaba.
Cuando estuvimos en la profundidad del bosque, armamos las tiendas, respetuosamente elegimos una para las mujeres y otra para nosotros. El silencio del lugar era extrañamente perturbador, como si alguien nos acechará desde algún árbol, y se mantuviera callado, para cuando nos descuidemos atacarnos. De vez en cuando una ráfaga de viento, cortaba ese silencio de manera abrupta, pero nuevamente el silencio se posaba en el lugar.
Pasamos toda la tarde armando las tiendas, recolectando madera para la fogata, hablando, contando chistes y escuchando música. No fue fácil encender la fogata, digamos que la experiencia de la cual presumíamos, tan sólo era una fantasía. Las muchachas se reían de nuestra torpeza, pero no les importaba la mentira, habían querido ir con nosotros por algo más, que descubrir nuestros talentos de exploradores.
La noche había llegado y el lugar se había tornado más tenebroso. El viento, anteriormente ausente, ya estaba con nosotros, agitaba los árboles, de un lado a otro. Sus ramas a la luz de la luna llena, formaban garras que parecían atraparnos. El silencio de hace unas horas se cambiaba por ruidos, extrañamente perturbadores. Las mujeres y nosotros tratábamos de evadir el ambiente pesado, con conversaciones triviales, y fuera de lugar.
Cuando las cosas no pudieron estar peor, el cielo se abrió dando paso a una lluvia torrencial. Nos refugiamos en las tiendas, mirando desde una rendija como se apagaba el fuego. Casi 40 minutos duro el aguacero y cuando terminó, la luz de la luna llena volvió a inundar el lugar.
Sin embargo, lejos estábamos de encontrar la tranquilidad. Afuera se escuchaban pasos, parecía un caballo galopando, se escuchaba relinchar, pero no era un sonido normal, era como si estuviera herido y furioso a la vez. Luego los pasos del caballo cesaron y alguien comenzó a rodear la tienda. Una sombra, que tenía cuernos de alce nos rodeaba. Escuchábamos su respiración, como si estuviera roncando, con un serio problema para respirar bien. Además cada paso que daba sonaba como si golpeara la tierra con un martillo.
Una mano delgada se posó en la tienda, lo que nos acechaba, sabía que estábamos ahí. Después puso su cara, parecía que escuchaba nuestros corazones a punto de estallar.
– Oigo sus latidos – dijo una voz sepulcral -. Siento su miedo, veo sus rostros lívidos.
– ¿Quién anda ahí? – pregunté con escaso valor.
– Están en mi casa chiquillos... ya no podrán salir.
– No nos haga nada, le daremos todo lo que tenemos -. Dijo Daniela, creyendo que se trataba de un ladrón.
– Las tres son muy bellas, su sangre me rejuvenecerá – enunció la persona que estaba afuera de la tienda. Después pudimos ver cómo su lengua lamia la tienda.
Lo siguiente que paso fue aterrador. La criatura con su mano, rasgo la tienda. Un rostro pálido y alargado se asomó por el hueco que dejó. Su cabello era gris y usaba una cresta de alce como corona. Sonreía y dientes amarillos y disparejos quedaron al descubierto. De repente la tierra se abrió, dos extrañas garras emergieron y arrastraron a Carlos. Gritamos al unísono, aterrados y con los nervios a flor de piel. Abrí la tienda y arrastre a mis amigos fuera. La mujer desapareció. Nosotros estábamos tan asustados que no sabíamos que hacer y actuábamos erráticamente.
Escuchamos como alguien devoraba algo dentro de la tienda. Huesos crujían y alguien succionaba algo. Segundos después la mujer salió de la tienda, estaba cubierta de sangre, tanto sus ropas como su boca, llevaba en su mano izquierda un corazón humano y se lo comió frente a nosotros. Volvió a sonreír. Grito fuertemente, emitió un aterrador ruido de ultratumba.
– Carlos estaba delicioso – se lamió los labios con su lengua -. Espero que ustedes estén igual o mejor de sabrosos.
Nos costó comenzar a movernos, porque estábamos petrificados por el miedo. Pero lo hicimos, torpemente, pero lo hicimos.
La mujer se elevó al cielo, de un salto, no la mirábamos, el suelo estaba resbaloso por la lluvia y nos costaba correr. Un ruido de algo que caía nos alertó. Vivían lloraba y gritaba, la legendaria bruja del bosque estaba encima de ella (después de todo no eran leyendas, ella era real). Agarre un pedazo de madera y quise golpearla. Ella volvió a saltar muy alto, junto con Vivían. Nos reunimos espalda con espalda, mirando a todos lados. Todos vimos como el cuerpo de Vivían cayó frente a nosotros, sin intestinos y sin vida. La bruja aterrizó encima de su cuerpo. Comenzamos a correr rumbo al lugar del cual vinimos. Pero esa cosa no nos iba a dejar salir con vida. Las ramas de los árboles cobraron vida y trataron de atraparnos. Lograron hacerlo con Susan y Víctor. No iba a perder a mis amigos pero esas ramas los apretaron tan fuerte que los vi fracturar sus huesos. Y quebrar sus cuellos.
Daniela y yo corrimos rápido y sin mirar atrás. Un caballo comenzó a cabalgar tras de nosotros. Era la bruja. Montaba un caballo, era café con negro, y emitía un terrible sonido que nos estremecía la piel.
Inesperadamente el caballo y su jinete desaparecieron. Nosotros seguimos corriendo, al regresar la vista al frente apareció el caballo, se paró en sus patas traseras y nos golpeó. Daniela quedó inconsciente y yo, no podía moverme, el caballo puso sus patas sobre mi pecho. Vi como la mujer devoraba a Daniela. La vi desgarrar su carne con sus dientes, la vi tomar su sangre en sus manos y beberla, la vi reír mientras sacaba sus pulmones y los comía. Cuando terminó de comer, la mujer se arrastró en el piso, como si estuviera levitando. Se colocó encima de mí. No me di cuenta a qué hora el caballo se quitó.
De su boca chorreaba sangre, que caía en mi rostro. Estaba tibia y ya comenzaba a coagularse, era la sangre de mis amigos. Colocó sus garras en mi pecho, e inició a arañarlo, tan lento que sentía como me despedazaba cada parte. Su risa era aguda, y el eco amplificaba el terror que sentía al escucharla.

Pronto de mí no quedará nada. La bruja comenzó a clavar sus dientes en mi pecho. Escuchaba como masticaba mi carne, como desgarraba mi vientre, como quebraba mis costillas y mis huesos crujir en su boca. Finalmente perforó mi cuello, en pocos minutos la falta de sangre acabará con mi vida; y si no lo hace eso, el dolor y el shock lo harán. Fue una mala idea venir al bosque, después de todo las leyendas sobre brujas son reales aquí  

No Puedo Dormir...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora