Mi secreto

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Nadie se imaginaba lo que yo sabía, ni mi mejor amigo, ni mi esposa... ni él.

Lo que me pasaba por la mente a cada rato era la venganza, quería que todos me pagaran el daño que me habían hecho. Pero no era nada fácil, era algo que se tenía que preparar con anticipación, y era algo sumamente delicado.

Luego de tres años y medio, mientras había analizado cada tipo de amenaza contra mí, decidí hacerlo... había llegado el momento más esperado.

Así que secuestré al señor que desde pequeño me desgració la vida... sin olvidar que le corté su mano derecha. Lo traté tan mal durante diez horas seguidas, que hasta ese momento no podía casi moverse. Estaba debilitado.

Sé que por otra parte estaba un familiar muy cercano a él, puedo pretender que era una mujer, que era su hermana... una mujer muy atractiva que además era muy inteligente, por lo que sabía lo que yo aguardaba, pero ella no podía decir nada porque la tenía amenazada.

Confieso que tenía miedo, pero no era tanto como el odio y la confusión que tenía, ya que ese señor, un total desconocido para mí, me metió en la cárcel porque no acepté un trato que me propuso, y cuando ese mismo señor tuvo la oportunidad de darme otro chance, me dejó hundido como un propio desgraciado.

Entonces, cuando por fin estuvimos solos, en el sótano de un edificio del que nadie pudiese sospechar, exploté, a mi manera, claro.

-¿Por qué lo hiciste? Yo no tengo la culpa de nada, yo no maté a tu familia. Tú los mataste, no yo.

Él estaba en una silla de ruedas, con la boca tapada. Estaba tan débil que no podía emitir ningún sonido.

-¿Qué clase de hombre puede obligar a otro a aceptar algo que no está dispuesto a cumplir? ¿Qué clase de hombre deja a un desconocido en la cárcel solamente por su complacencia? Y además –dije con rabia-, sé que eres padre de un muchacho que murió hace varios años.

Él abrió los ojos lo más que pudo y asintió aterrado.

Cada vez me acercaba más a lo que quería.

-Está bien. Sé también que eres un hombre muy adinerado y que avergonzaste a tu hijo todas las veces que quisiste.

Fui lentamente a donde estaba y le quité el trapo que le cubría la boca.

Cuando tuvo el suficiente aliento para hablar, estalló en mi cara.

-¡Eso no es cierto! Solamente le quería dar unas lecciones.

Disfrutaba de cada segundo.

-Y si le querías dar lecciones, ¿por qué lo amenazaste con desheredarlo de tu fortuna? Si era tu hijo.

Él estaba aterrado, y era porque yo sabía cosas que ni siquiera se imaginaba que podía deducir, si éramos unos totales desconocidos.

-Dime la verdad. ¿Qué quieres?

En ese momento, me agaché y me puse frente a él.

Comencé con mi sermón.

-¿Qué clase de hombre decide sobre otro como si fuera su jefe? ¿Qué clase de hombre tiene la oportunidad de liberar a su enemigo por conveniencia, y no lo hace?¿Qué clase de padre deshereda a su hijo solamente porque no le complace en algo que él quiere? Y lo más importante de todo... –me acerqué a unos diez centímetros de su cara, podía sentir su miedo- ¿Qué clase de padre puede mirar a la cara a su propio hijo, después de tantos años, y no reconocerlo?    

Terror NocturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora