La señorita Carrie Potts había ido a almorzar con Kimberly y con la prima Del y todo se había desarrollado de manera tan agradable como si las dos jóvenes se conocieran de toda la vida. Como la anciana solía echarse una siestecita después de comer, Carrie y Kimberly decidieron dar un paseo por el camino que conducía a Monk, ya que ambas llevaban el mismo rumbo, la muchacha de la estafeta se dirigía al pueblo y Kimberly, a la mansión del coronel.
– No debe de ser fácil que te apasione la botánica en un lugar como este. ¿De dónde viene esa afición? –le había preguntado Kimberly.
– La verdad es que no es fácil –aseguró Carrie–, lo más bonito que me llaman es "peculiar", pero lo dicen con un tonillo de suficiencia, no sé si me comprendes. Fue mi abuelo quien me enseñó todo lo que sé. Era el maestro del pueblo y adoraba la botánica.
– ¿Sabes lo que decía mi padre? –recordó de pronto Kimberly–, que todo el mundo tiene alguna rareza si se lo conoce lo suficientemente a fondo, pero la mayoría de la gente lo disimula. Al fin y al cabo, hay que ser muy valiente para ir en contra de lo establecido –en esos instantes iban por el camino que bordeaba el acantilado y el faro había surgido tras un montículo de tierra. Hacía sol, aunque el cielo estaba lleno de nubes que, de tanto en tanto, lo ocultaban.
– ¿Y cuál es tu rareza? –quiso saber Carrie. La miró con sus enormes ojos marrones. Era una muchacha verdaderamente bonita.
– Yo... –Kimberly tomó aire antes de hacer su confesión, pero algo en su interior le indicaba que podía confiar en su joven y nueva amiga–. Yo escribo... Estoy escribiendo una novela, de hecho, y cuando la termine iré a Abershire con la intención de que algún periódico me la publique...
– ¡Vaya! –exclamó Carrie, verdaderamente asombrada–. Ya sabes lo mucho que gustan los chismes en un lugar tan pequeño como Monk. Todo el mundo comenta que tienes unas dotes increíbles para la música y el dibujo, pero nadie dijo que eras escritora –Kimberly se sonrojó al escucharla y eso que ella no solía sonrojarse. Tan sólo hacía un día que un escogido grupo de personas sabía que tocaba el pianoforte y que dibujaba bien y eso ya se comentaba en el pueblo. Imaginó que serían los criados quienes se habían ido de la lengua. Normalmente se hablaba como si ellos no estuvieran delante, pero estaban y no eran sordos. Tampoco mudos, a juzgar por lo rápido que contaban los chismes.
– Es que no soy escritora... Nadie sabe que escribo. Lo hago en mi cuarto, por las noches, y guardo el manuscrito en mi maleta. Ni siquiera se lo he contado a la prima Del.
– ¿Por qué lo llevas en secreto? –Carrie la miró con curiosidad. Kimberly se encogió de hombros antes de responder.
– No lo sé... Creo que me siento más libre para escribir si nadie sabe que escribo. Si alguien lo supiera, me sentiría condicionada por su opinión, porque, verás, mis novelas son un tanto... críticas con el mundo que me rodea y no quiero estar pensando si un comentario mío puede ofender a un ser querido.
– Ya veo. Lo comprendo, creo... ¿Me dejarás leer algo tuyo alguna vez?
– Por supuesto. Cuando esté terminada esta novela, te la dejaré leer Kimberly le sonrió y Carrie le devolvió la sonrisa.
– Cuéntame algo sobre la novela, por favor... –estaban a punto de llegar a la encrucijada del camino. Carrie tomaría el sendero hacia Monk y Kimberly se encaminaría hacia Bardinton Hall.
– Cordelia es mi protagonista. Es muy resuelta e independiente, pero se ha enamorado de un hombre que representa todo lo que ella detesta y no comprende este amor...
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Una Mujer insignificante: Kim & Joe ©
RomanceAGRADECIMIENTOS: Con el pasar del tiempo muchas personas insistieron en que nada de lo que me proponga lo iba a lograr, que sobre mí iba a caer un "maldición" que sería una persona miserable, que no sería feliz. Y aquí estoy, termine de escribir mi...