Los labios del Coronel eran cálidos y cuando se posaron sobre los suyos el corazón se le detuvo por un instante para después comenzar a latir enloquecido. Se dejó arrastrar por aquella maravillosa sensación de ser besada de nuevo por él sin pararse a pensar que en la habitación contigua varias mujeres esperaban expectantes para conocer todos los detalles de su relación con aquel hombre magnífico. Tampoco pensó que cualquiera de ellas podía asomarse y verlos en actitud comprometida. No pudo pensar en nada, sólo sentir...
¿Cómo oponerse a ese beso si es lo que más deseaba en el mundo? El Coronel fue tierno y precavido al principio, pues temía que ella lo rechazara, pero en cuanto comprobó que Kimberly se entregaba a aquel beso con la misma pasión que él, dejó a un lado todo miramiento y dio rienda suelta al deseo de estrecharla entre sus brazos y convencerla, no solo con palabras, de que su matrimonio podría funcionar.
La boca de la joven lo recibía con anhelo, sus respiraciones se confundían la una con la otra y un sonido ronco y profundo salió la garganta del Coronel cuando la escuchó gemir contra sus labios. El abrazo se volvió más íntimo y las manos masculinas resbalaron por su espalda hasta apoyarse en el trasero de Kimberly. Como si esto hubiera sido el detonante de una bomba, ella se apartó.
– No, no, no, Coronel –dijo. Él la miró con impaciencia y se pasó una mano por el cabello.
– Si vuelves a llamarme Coronel, yo... –se detuvo porque no sabía con qué podía amenazarla–. No me llames Coronel, ¿de acuerdo? Llámame Joe.
– No sería correcto. No hay ninguna relación entre nosotros –insistió ella, tozuda.
– ¿Correcto? ¿Y que gimieras como hace un instante, mientras te besaba, eso sí es correcto? –el Coronel estaba comenzando a enfadarse. Ella se sonrojó intensamente ante sus palabras.
– No debió venir a verme, ni debió decirme todas esas cosas que me dijo –ella hablaba con la mirada fija en el suelo. Él entornó los ojos, confundido.
– ¿Qué significa exactamente eso que acabas de decir?
– No vuelva a proponerme matrimonio. Sólo me casaré si estoy profundamente enamorada y si mi futuro marido me quiere en la misma medida, de modo que su proposición me parece... Me parece insultante –titubeó antes de decir las últimas palabras. No era cierto. No se sentía insultada, sólo triste ante su proposición.
– De modo que te sientes insultada por mi proposición... –algo cambió en el tono de voz de él, algo que Kimberly no supo identificar–. Pues no se preocupe, señorita Murray, no se preocupe. Nunca volveré a reiterarle tal proposición. Es una lástima que no me hubiera dado cuenta antes de su juego, así habría evitado hacer el ridículo.
– ¿A qué juego se refiere? Yo no he estado jugando –ella no comprendía lo que él quería decir.
– Sí, señorita Murray, ha estado usted jugando y es una buena jugadora, además. ¿O como llama a lo que ha estado haciendo? Jugar con un hombre, marearle la cabeza para hacerle creer que va a aceptar su proposición de matrimonio, dejarse besar, responder a ese beso y, en el momento más dulce, apartar a ese hombre de un puntapié y decirle que se siente insultada por él –la voz del Coronel había ido bajando de volumen y esto le indicó a Kimberly (además del hecho de que volvía a llamarla señorita Murray y a no tutearla) que estaba furioso con ella.
– No, no es eso le que he hecho. Yo...
– Oh, sí, ya lo creo que lo ha hecho, pero no se preocupe, la culpa es mía por estúpido, por creer que era usted distinta a las demás mujeres y en realidad es peor, porque es más lista que la mayoría, de ahí que no se la vea venir cuando manipula y engaña. Pero en lo que a mí respecta, este juego se terminó. No dejaré que me manipule de nuevo. ¿Con qué fin, además? Ya le he propuesto matrimonio, no sé a qué vienen tantos juegos. ¿Acaso quiere volverme loco? –es este instante el Coronel se cayó la boca para no revelar nada más. A punto había estado de decirle "loco de amor" y lo último que necesitaba era que ella supiera hasta qué punto había calado en su alma y en su corazón. Hizo una leve reverencia y se marchó sin despedirse.
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Una Mujer insignificante: Kim & Joe ©
RomanceAGRADECIMIENTOS: Con el pasar del tiempo muchas personas insistieron en que nada de lo que me proponga lo iba a lograr, que sobre mí iba a caer un "maldición" que sería una persona miserable, que no sería feliz. Y aquí estoy, termine de escribir mi...