Capítulo 8. Desatada.

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Han pasado  al rededor de siete días desde que descubrí la verdad oculta por aquella mujer que consideraba una madre. Por suerte, Jeff no ha aparecido cerca de mí, lo cual es un alivio. Su mera presencia, su risa, todo en él aumenta mi rabia y deseo de buscarlo para acabar con cada parte de su desgraciada existencia. Sin embargo, una parte de mi sabe que estaría en desventaja debido a que las habilidades que necesito son totalmente inexistentes.

Después de las clases, como de costumbre, me dirigía hacia el orfanato cuando algo me hizo detenerme a mitad del camino. La misma sensación que experimenté cuando lo vi por primera vez estaba de vuelta; él está cerca.

Con ambas manos firmemente agarrando las correas de la mochila, giré lentamente, escudriñando mi entorno. A unos metros de distancia, estaba una silueta con la típica sudadera blanca, sabía quién era.

Avancé hacia él pero continuó su camino, sin inmutarse de que yo estuviera a sus espaldas pero aun así esta vez no lo dejaría escapar.

Aceleré el paso, intentando no llamar la atención. Mi ritmo cardíaco se aceleraba progresivamente, la adrenalina se apoderaba cada vez mas de mí y sin darme cuenta, me encontré en un bosque que nunca antes había visto, pero no importaba, eso ya no era relevante.

El bosque tenía árboles altos y raíces sobresaliendo del suelo, apenas unos rayos de luz penetraban entre las ramas. Era el lugar perfecto para perderse o desaparecer, pero en ese momento, no era lo que buscaba.

Sin prestar atención, mi pie derecho se enredó en una raíz que no había notado, y caí al suelo, provocando un ruido que asustó a las aves, que huyeron aleteando ruidosamente. Me levanté rápidamente, pero ya era tarde; él se había percatado de mi presencia y estaba a pocos metros de distancia, mirándome fijamente.

Pero miren a quién tenemos aquí.-

Se acercaba hacia mí con una sonrisa más grande de lo usual.

¡Violet!, que gusto tenerte por estos lugares.-

Al tener a Jeff frente a mí, mi corazón latía con fuerza, como si quisiera escapar de mi pecho. Un torbellino de emociones me invadía, pero lo que más predominaba en ese instante era la adrenalina que recorría cada centímetro de mi ser. Era una mezcla de rabia, ira, desesperación y  me impulsaba a acercarme y hacerlo desaparecer de una vez por todas.

Mis manos temblaban, pero no por miedo, sino por la intensidad de la furia.

Te encontré...-

Recuerdos de aquel encuentro anterior inundaron mi mente, ya no pensaba con claridad, solo deseaba una cosa y era acabar con él.

Ven aquí, señorita, veamos de lo que eres capaz...-

Las sombras del atisbo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora