Mientras yacía recostada en la cama, la impactante revelación de que esa entidad oscura era, en realidad, una parte intrínseca de mí misma seguía resonando en mi mente. Cada recuerdo de mi infancia, el abandono por aquellos que se hacían llamar padres pero no lo eran, ahora cobraba un nuevo significado. Me sentía como una manifestación de algo más allá de la comprensión humana, una existencia que desafiaba toda lógica y razón.Decidí ponerme ropa más cómoda para afrontar la que parecería ser mi nueva realidad. Opté por unos pantalones sueltos, una amplia playera sin mangas y, finalmente, me cubrí con una sudadera de color gris. Necesitaba buscar a Luz para que me explicara todo de una sola vez, aunque en el fondo ya la conocía.
Salí de mi habitación, dirigiéndome hacia donde se encontraba Luz. Necesitaba que me lo confirmara, que me dijera que esta situación era una broma de mal gusto, que me mienta otra vez.
¿Luz?- llamé mientras me adentraba en la penumbra del pasillo. Mis pies descalzos apenas rozaban el suelo frío del orfanato.
Estoy en la cocina.- respondió su voz suave y reconocible desde el otro extremo del corredor. Mis pasos se dirigieron hacia allí, sintiendo un nudo en el estómago. Sabía que tendría que enfrentar lo que había descubierto, pero aún sentía una mezcla de ansiedad y expectativa.
Camine un poco mas hasta.
¿Qué paso hace 10 años?- pregunté, buscando respuestas en sus ojos. Ella se giró hacia mí y quedamos mirándonos cara a cara. Un silencio tenso se apoderó del lugar mientras esperaba su respuesta.
Pues... por esa fecha llegaste a este lugar.- dijo, desviando la mirada por un momento antes de volver a encontrarse con la mía. Noté cómo su actitud se volvía nerviosa ante mi presencia, lo que me hizo retroceder un poco y buscar refugio en una pequeña mesita cercana, donde un florero decorativo añadía un toque de delicadeza a la estancia.
Nunca tuve padres ¿cierto? Eran personas del orfanato anterior ¿no?- inquirí, sintiendo un nudo en la garganta mientras esperaba la respuesta. Luz quedó boquiabierta por lo que acababa de decir, sus ojos reflejando incredulidad, y dio unos pasos hacia el lado, como buscando espacio para procesar la revelación.
No te haré daño, Luz.- traté de calmarla, extendiendo una mano en un gesto tranquilizador. Pero su confusión y miedo parecían palpables.
¿Cómo... cómo es que lo sabes...- balbuceó mientras se deslizaba por el mueble, cayendo al piso y llevando sus manos a la frente, como si quisiera protegerse de algo.
Leí tu diario, aunque no completo, y mientras estaba en la ducha, los recuerdos volvieron.- expliqué, con una voz que parecía distante, como si estuviera en un trance. Sentía la frialdad en mi interior, como si una parte de mí se hubiera desconectado emocionalmente en ese momento.
Apartáos de mí, malditos, al fuego eterno, que fue destinado para el diablo y sus ángeles.- empezó a citar Luz fragmentos de la Biblia, y aunque podía notar el desánimo la tristeza y miedo en su voz, no pude evitar sentir un leve atisbo de ironía que me hizo soltar una risa cargada de melancolía.
Mateo 25, 41- mencioné en voz baja, confirmando que conocía la referencia. Era un momento extraño y retorcido, un baile de revelaciones y emociones que no sabía cómo manejar.
Vi cómo sus ojos se llenaban de terror ante mí, y de alguna manera, sentí una extraña satisfacción al observar su reacción. No era una emoción que reconociera o aceptara fácilmente, pero estaba allí, una mezcla perversa de dolor y poder.
Vamos, Luz, dime de una vez.- insistí, acercándome a su altura al agacharme frente a ella. Sin embargo, en lugar de responder, ella seguía con sus citas bíblicas, como si se aferrara a esas palabras como un intento desesperado de protegerse de lo que acababa de descubrir.
Las citas no te darán un futuro seguro, Luz.- afirmé con una calma desconcertante, mi sonrisa se ensanchó aún más, pero no era una sonrisa amable, era un gesto oscuro que parecía contradecir mi propio ser.
Me levanté del lugar y me dirigí rápidamente hacia mi cuarto. Al entrar, me puse unas zapatillas y comencé a buscar una mochila para guardar algunas prendas y objetos esenciales. Mi mente estaba totalmente desolada, la conexión entre sentimientos-cuerpo eran totalmente distintas.
Me dirigí al baño y busqué un sujetador, luego me recogí el cabello en una coleta con manos temblorosas. A continuación, me acerqué a mi escritorio, donde reposaban mis dibujos y lápices, lo único de valor que tenía en ese lugar. Con cuidado, los guardé en la mochila, consciente de que aquellos trazos y creaciones representaban una parte importante de mi.
Una vez lista, salí de mi habitación y me dirigí hacia la puerta principal del orfanato. Allí, me detuve un momento, sintiendo un nudo en el estómago. Dudaba si esto era lo que realmente quería, pero sabía que no tenía más opciones. Era hora.
Mientras me disponía a abrir la puerta, un escalofrío recorrió mi espalda. Sin previo aviso, sentí algo frío y punzante clavándose en mi piel. Un grito agudo escapó de mis labios y cuando me volteé para ver a Luz de pie detrás de mí. Un líquido cálido se deslizaba por mi espalda, dándome cuenta que era mi propia sangre.
Mis ojos se posaron en su mano derecha, y allí estaba, un cuchillo para cortar carne empapado en mi sangre. Luz tenía una expresión desquiciada, y su intención era clara. Instintivamente, cubrí mi cuerpo con el brazo, sintiendo nuevamente el filo del acero cortando mi carne. El dolor se mezclaba con la confusión, y mi mente luchaba por comprender cómo alguien a quien consideraba de corazón podía hacerlo.
¡BASTA!- exclamé, sintiendo una mezcla de dolor y rabia que se reflejaba en mi voz. Empujé a Luz con fuerza, haciendo que cayera al suelo, y le arrebaté el cuchillo ensangrentado de sus manos temblorosas. Mi brazo seguía sangrando, pero en ese momento, el dolor pasó a un segundo plano mientras mi mente se enfocaba en enfrentar la situación.
Ella empezó a gritar eufóricamente, creando un alboroto desesperado. Sentí una extraña y retorcida satisfacción al ver su desesperación, pero sabía que no podía dejarme llevar por la furia.
Con el brazo herido, dirigí mi mano hasta su rostro, dejando que la sangre carmesí se esparciera sobre su piel pálida. Luz movía la cabeza de un lado a otro, tratando de evitar el contacto con mi herida, y eso me hizo pensar que ya había hecho lo suficiente.
No tengo la intención de hacerte daño.- murmuré, más para convencerme a mí misma que para tranquilizarla. Dejé de presionar con fuerza y me incorporé lentamente, aún sosteniendo el cuchillo que había sido una herramienta de agresión, pero que ahora se convertía en una extraña conexión con la realidad.
Tomé un momento para observar mi sangre en el suelo y en mis manos. Sabía que mi futuro sería incierto, pero también estaba decidida a que nadie más olvidaría esta noche.
Dirigí mi mirada hacia la pared y, con determinación, dibujé un símbolo que parecía brotar de mi subconsciente. Un círculo con un triángulo dentro y una X de extremo a extremo. No sabía qué significaba, pero tenía la extraña certeza de que aquel símbolo estaba relacionado conmigo de alguna manera.
Finalmente, me dirigí hacia la puerta principal del orfanato. Al abrirla, un soplo de aire fresco y liberador me envolvió, como si el mundo exterior me estuviera llamando hacia una nueva vida llena de misterios y descubrimientos.
Con paso decidido, di un último vistazo a mi antiguo hogar, donde había vivido tantos años en la ignorancia de mi verdad. Así, dejé atrás el orfanato, llevando conmigo el recuerdo de una noche mas.
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Las sombras del atisbo.
De TodoVivo un desgarrador dilema entre lo que soy y lo que debería ser. El tormento de mi verdadero yo.