Capítulo 7. Odio.

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Los cuernos en mis hombros seguían creciendo, provocándome un dolor agudo que se sumaba al tormento emocional que ya llevaba dentro.

Jeff me observaba con una mirada siniestra, complacido por lo que acababa de desencadenar. Sin embargo, en su ignorancia, no sabía que no saldría ileso de todo esto.

Tú... ¡ESTÁS MUERTO!-

Me lancé sobre él con una mezcla de rabia y desesperación, golpeándolo con todas mis fuerzas, sin importar dónde impactaban los golpes: su rostro, abdomen, brazos... donde sea que encontrara una vía de escape para liberar mi frustración.

¡Así, Violet! Muestra tu verdadera naturaleza.-

Su risa histérica aumentaba mi furia, pero mi mente se mantenía nublada por la ira y el dolor que me embargaba.

¡CÁLLATE DE UNA VEZ MALDITA SEA!-

Intenté golpearlo en la cara, pero antes de que pudiera hacerlo, él fue más rápido y me arrojó al suelo.

Mucha diversión por hoy.-

Con desdén, se marchó de la habitación, escupiendo como si todo esto fuera solo un juego para él. Un grito de frustración brotó de mis labios, acompañado de lágrimas que reflejaban mi profundo dolor y frustración. Me sentía atrapada en un destino cruel y despiadado, preguntándome por qué había nacido así o por qué nací, por qué todo lo que amaba me destruía.

Miles de preguntas invadieron mi mente, sin respuestas claras. La única explicación que se acercaba era la idea de que tal vez Dios me había creado por aburrimiento para luego solo para dar la espalda y dejarme sola a merced del destino.

Tras unos minutos de desahogo, me puse de pie y guardé el diario que me había revelado la verdad que prefería no haber descubierto. Traté de reponerme, dejando todo como estaba en la habitación de Luz, y luego me dirigí a mi cuarto.

Una vez dentro, me despojé de la camiseta que llevaba puesta y noté que había sangre en mis hombros. Al mirar en el espejo, vi que los cuernos habían incrementado su tamaño y estaban rodeados de sangre. Aunque ardía de dolor, me armé de fuerza para limpiarlos con un trapo de la blusa ropa por Caminl.

En ese momento, escuché la voz de Luz desde el otro lado de la puerta.

Violet, ya llegué.-

Traté de componer mi rostro, ocultando el dolor y la desilusión que me embargaban. No quería lastimarla, así que decidí actuar como si nada hubiera sucedido y como si nunca hubiera descubierto aquel diario.

Hola, Luz. Estoy en el baño.-

Está bien, dejaré la cena lista.-

Cuando terminé de limpiar mis deformidades, me dirigí directamente a mi habitación para ponerme una camisa más ancha para que disimulara mas los hombros.

Bajé a la cocina y la vi allí, sonriente como si nada hubiera ocurrido. Ahora que lo pensaba, sentía que se comportaba de manera hipócrita o quizás es el resentimiento hablando por mi.

Ven, siéntate.-

Me senté donde ella señaló, y me sirvió un plato de frijoles.

Gracias.-

Agaché la mirada y empecé a comer, sin atreverme a mirarla a los ojos, temiendo que si lo hacía, estallaría nuevamente como lo hice hace un rato.

Jeff, despertaste un odio que no creí conocer.

Las sombras del atisbo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora