CAPÍTULO 1

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Clarke entró como un torbellino en mi vida. Nos vimos en un bar de ambiente y a los cuatro meses se había mudado a mi apartamento. Ella es periodista, yo soy químico;  ella es alegre y desorganizada, yo soy equilibrada y metódica;  ella es apasionada y romántica, yo soy vergonzosa y detallista.

 O eso creíamos.


LEXA

Aquel día inauguraban un bar de ambiente en mi ciudad y mis amigas se empeñaron en ir a conocerlo.  Yo era de la opinión de que ese sería precisamente el peor día para aparecer por allí, puesto que estaría de bote en bote, pero como siempre, me llamaron aguafiestas y sosa y acabaron convenciéndome para que las acompañara.


Me llamo Lexa y mis amigas me dicen que soy cuadriculada y quizás tengan razón.  Me siento cómoda con las rutinas,  creo que el orden facilita mucho la vida, no me gusta perderme en grandilocuencias,  creo firmemente que lo sencillo es lo más cómodo y no sé muy bien si por ser así elegí una carrera científica o por haber elegido una carrera científica me he vuelto así. Supongo que paso por ser una persona seria (o lo que es peor, poco divertida) y se me da mejor escuchar que hablar. Ya veis, no soy precisamente el alma de las fiestas ni la guinda de la tarta, pero no me quejo, tengo un excelente grupo de amigas que me quieren y me valoran como soy, una familia que me cuida y me acompaña y un trabajo que me encanta.  Soy pues, una persona moderadamente feliz.


Ese sábado comí en casa de mis padres,  como siempre y tras una agradable sobremesa, me retiré a mi apartamento. Soy mujer de rutinas, ya lo he dicho, y una de ellas es salir a correr por el parque cercano a mi casa todos los días. Me conecto los auriculares de mi ipod y corro 40 minutos. La carrera me ayuda a poner mis ideas en orden,  me relaja y me tonifica.  Así que esa tarde tras hacer deporte, como siempre, me duché y me preparé para salir. Soy larguirucha y delgada y por eso procuro vestirme discreta,  para no llamar ya más la atención, así que me maquillo poco, apenas me pongo tacones y nunca elijo colores estridentes.  Aquel sábado opté por unos botines azul marino, unos pantalones chinos azul claro, una camisa blanca y una americana azul marino.  Guardé en los bolsillos de la chaqueta las llaves, la cartera y el móvil y eché un último vistazo en el espejo antes de salir. Correcto.


Luna, Anya, Raven y yo nos conocimos en la universidad. Cuando llegué al bar allí estaban, a cual más guapa, todas "vestidas para matar".


-Hola chicas    -las saludé mientras me sentaba a la mesa con ellas.

- Hola, Lexa    -me saludó Raven mirándome de arriba a abajo-.  Vamos a tener que hacer un curso acelerado contigo...

-¿Un curso, de qué?   -le pregunté extrañada.  Cuando Raven se ponía críptica no había quién la entendiera, o por lo menos, yo no la entendía en absoluto en ese momento.

- De cómo sacar partido a ese cuerpazo que tienes, ojos bonitos,  para dejar sin respiración a todas las mujeres con las que te cruces...   -me aclaró Anya entre risas.  Vale,  entiendo,  habían empezado, como siempre, el juego  de "métete con Lexa y con su aspecto".

-No empecéis,  chicas -intercedió  por mí Luna.  Menos mal que estaba ella, porque las otras dos eran más que insistentes cuando se ponían a darle vuelta al temita de mi forma de vestir.

-Tú no te pongas de su parte   - le espetó Raven-.   Esta preciosidad, con un buen  vestido, unos taconazos y un poco más de maquillaje para resaltar la estupenda piel que tiene y esos espectaculares ojos verdes,  se traería de calle a quien quisiera.

AACLARKE (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora