La vida me sonrio

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Lamento el que me haya demorado un poco en actualizar pero es que he estado ocupada, apenas hoy di una prueba de Libro, hay creo que me fue super mal.

???: Te lo tienes merecido por torturarme todo el día de ayer.

Zera: ¡Ay! Cállate, no fue mi culpa quien es el señorito que no sigue mis ordenes

???: ¿Por qué debería hacerte caso?

Zera: Porque aquí yo dirijo la historia, así que espera que los demás te van a conocer hoy día, por cierto no le hagas nada a Tsu-kun ¿OK?

???: S-si, solo hago esto ya que no quiero que me castres

Zera: Bien, ignorando al bicho raro empecemos ya nuestra historia.

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En una Mansión abandonada ubicado a las a fueras de Namimori se encontraba un pequeño niño de 6 años, llorando desconsoladamente por su soledad, no ser capaz de protegerse y su agonía de los golpes que son proporcionados por culpa de sus padres que son cada vez más frecuentes.

Unas horas más tarde

En una habitación pequeña se encontraba cierto castaño durmiendo en una cama, el llorar durante tres horas provocó que el niño se cansara y por consiguiente se quedara dormido. 

Tsuna fue abriendo de a poco sus ojos color miel mientras su cuerpo se iba incorporando observando a su alrededor la habitación, inmediatamente reconoció en donde se encontraba puesto que la mansión es su lugar preferido aunque ni el mismo sabía el porque le simpatizaba dicho lugar.

Solo que desde la primera vez que vino a la mansión en vez de sentir miedo por lo abandonada que estaba, siento una gran calidez que le rodeaba y le dedicaba paz, algo que muy pocas veces lograba sentir en su entorno.

Es como si esta le dijera "No te preocupes, puedes quedarte aquí como si fuera tu propio hogar, puedes hacer lo que quieras" eso le hacía muy feliz tanto que podría llevar un pastel de chocolate al lugar y se lo comería el solo, sin alguien que le estuviera regañando y diciéndole que su parte del postre es el trozo mas pequeño. 

Bueno, eso podría ser para otro momento. El castaño ya debía volver a su casa puesto que ya es muy tarde para que un niño de su edad se encuentre fuera de casa, pero, aunque el volviera a su hogar a altas horas de la noche sabía que nadie le daría la bienvenida con una sonrisa cálida o que no le recibirían con un signo de preocupación por su bienestar.

El no quería irse de esa mansión, adoraba o mejor dicho amaba estar allí, siempre suele soñar el poder vivir el solo en aquel lugar. 

Pero, el estaba consciente de que el no podía vivir solo en esa gran construcción, por lo que no tuvo otra opción que volver a casa. Mientras Tsuna iba caminando cabizbajo hacia la entrada del lugar abandonado, fue pensando mejor sobre el lugar, cada vez que iba este ni si quiera parecía que estuviera muy abandonado como solían ser otros lugares.

La Mansión era de un tono blanco no muy fuerte y lo cubría un poco de musgo en algunas zonas escondidas del lugar, la mansión consistía de tres pisos largos, los marcos de las ventanas eran de un color azul oscuro como la noche además de que los vidrios de las ventanas no estaban ni tan limpios, ni tan sucios. La puerta principal de la mansión era de un índigo hermoso que podría cautivar a los ojos, en el jardín todavía se podían contemplar unas bellas flores que estaban recién floreciendo o germinando, lo cual siempre embellecía y llamaba la atención de Tsunayoshi.

Mientras Tsuna contemplaba el lugar desde fuera se dio cuenta de la hora, así que decidió en irse corriendo directo hacia su casa, si es que no quería que su madre le pegara y le dijera lo mismo que le dice casi todos los días.

La Fuerza del CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora