Prólogo.

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Él le habló y ella le sonrió por unos segundos.

–Soy Ana. – Le respondió con una sonrisa. –Lo siento, sólo tengo uno. – Finalizó mostrando el lápiz que tenía en su mano derecha. – Cuando termine puedo prestártelo, soy ágil copiando. – Sonrió una vez más y después miró hacia el frente de nuevo.

El chico sin asentir o hacer algún otro gesto se quedó silencioso ante ella. La miró como si hubiese encontrado un diamante digno de admirar, y sonrió débilmente. Los ojos cafés, y el cabello marrón ondulado captaron su atención.

Se dejó llevar por la satisfacción de verla sonreír y de al menos, conocer  su nombre.

Entonces, en su mente retumbó la realidad de que él, por su parte no se presentó ni sonrió, y se sintió avergonzado por haber parecido como maleducado ante ella.

—¿Me costaba tanto presentarme? – Se dijo él a sí mismo.

Gruñó para sus adentros y sin decir nada apartó la vista de la chica, y miró al frente.

Lo bueno es, que él no planeaba alejarse con tanta facilidad.

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