Día 16. - Sospechoso 2

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Ana iba caminando por el pasillo cargando al rededor de tres libros visiblemente pesados, y una carpeta de hojas en blanco. Cálculo, física y literatura se habían apoderado de su mañana.
Era la única del salón que se empeñaba en el estudio porque creía que si no estudiaba reprobaría. Pero los cosas, no serían así. Ana tenía un gran potencial, pero ella no era capaz de notarlo.

–¡Woah! ¿Necesitas ayuda? – Dijo un chico que se acercó con velocidad hacia Ana, que ahora se encontraba recogiendo el desastre que había provocado.

En un acto de la torpeza de sus pies, se tropezó con ellos mismos y las hojas de su carpeta salieron volando juntamente con sus libros pesados.

–Estoy bien. –Respondió ella colorada por la vergüenza.

–No lo estás. Déjame ayudarte. –El chico de ojos grises se acercó para ayudarla a recoger las hojas desparramadas por el suelo. –¿A qué se debe tanta mercancía?

Ana rió.

–Voy a estudiar.

– ¿Las tres materias a la vez? Quedarás loca. –Dijo el chico.

–Puedo con ello, Rodrigo. Quiero aprobar. –Respondió Ana con la vista en los papales.

–Ya lo sé. Pero no me parece que debas estresarte demasiado.

–No lo hago. Me tomo mis descansos.

El chico terminó de acomodar las hojas que tenía y se los extendió a Ana. Ambos se pusieron de pie y le tomó los tres libros pesados.

–Me llevaré esto. ¿A dónde te diriges?

–A mi casillero. –Respondió Ana.

El chico asintió y comenzaron a caminar.

–Como te decía, eres aplicada. No necesitas matarte.

–No estoy matándome, quiero buenas notas eso es todo. Además, no soy demasiado excesiva con ello.

El chico arqueó las cejas.

–He visto esas ojeras que traes. Antes no las tenías. Ana, no quiero que te enfermes por el estudio. –Musitó con tono autoritario.

Ana frunció sus cejas.

¿Podría ser él? No... Sería imposible. Rodrigo y ella no mantenían una relación tan cercana. Eran compañeros solamente. Estaban muy lejos de saludarse cada mañana, o si quiera mirarse. No es que Rodrigo sea un patán, él era agradable pero simplemente no había dado una oportunidad para conectarse como amigos.

– ¿Por qué actúas como mamá gallina? –Preguntó Ana.

–No actúo así, sólo no quiero que te vaya mal. Eres capaz de lograrlo y no necesitas torturarte con tantos números y ecuaciones. –Rodrigo se encogió de hombros. – A veces así logras sacar buenas notas. Con concentración no con torturas.

Los dos pararon su paso.

–Gracias. –Ana sonrió mientras abría su casillero. –Por tu consejo y por tu ayuda.

–No hay problema. –Le entregó los libros. –Escuché que no traías lápiz hoy. Ten. –Rodrigo sacó un lápiz de su pantalón de mezclilla y le extendió el chico un lápiz.

Ana abrió los ojos como platos.

– ¿Cómo sabías?  –Preguntó sorprendida.

–Escuché cuando le devolviste el suyo a Omar. Vi que tenía uno de repuesto así que, ahí lo tienes.

Ana lo cogió con mucho cuidado y le sonrió a Rodrigo.

–Gracias. –Se mordió el labio inferior.

–No es nada. Y, no te sobrepases con el estudio, eres intimidante algunas veces. De seguro intimidarás al exámen. –musitó con una sonrisa y se fue.

Ana estaba revuelta.

¿Quién podría ser el correcto?

¡Hola, Ana!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora