7- Paseo Otoñal

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Harry mentiría si dijera que tuvo un dilema moral antes de ponerse a buscar frenéticamente información sobre Malfoy en su ordenador en cuanto llegó a casa. También sería un mentiroso si afirmara que los remordimientos se lo comían por dentro cada vez que escribía el nombre del rubio apretando furiosamente las teclas. Y ya sería el colmo que intentara convencer a todos de que desistió en su espionaje a la media hora, porque en realidad estuvo pegado a la pantalla prácticamente hasta las cinco de la mañana, cuando notó que sus ojos gritaban, literalmente.

Exhausto, cerró el portátil con un gesto poco delicado, se frotó la cara con ambas manos y soltó un suspiro frustrado. Nada, no había encontrado nada de Malfoy, ni siquiera una mísera cuenta de Twitter, como había sugerido Ron en broma durante la cena. Sobre las tres y media de la madrugada, Harry tuvo un momento de claridad en el que llegó a la conclusión de que Malfoy podría haber cambiado de nombre y le invadió la euforia. Entonces, esa agradable sensación se desvaneció tan rápido como llegó, dejando el interior del pecho de Harry frío y su boca con un sabor amargo. Aunque el rubio hubiera cambiado de nombre, Harry no sabía a cuál. Luego desechó por completo la idea; Malfoy jamás se cambiaría el nombre, era demasiado presuntuoso para hacer algo así.

Considerando que su turno comenzaba a las ocho de mañana, Harry se resignó y se desplomó en la cama, aunque no aguantó mucho allí. Casi una hora después estaba de nuevo despierto e inquieto, así que se levantó perezosamente y bajó a la cocina. Desayunó comiendo a un ritmo que haría parecer a una tortuga un Fórmula 1, pero es que la comida no le pasaba por la tráquea, era como si un enorme amasijo de nervios e inquietud se le hubiera atascado allí y no permitiera el paso del aire siquiera. Se rindió y dejó el bol de cereales por la mitad, y subió para ducharse y sacudirse el cansancio del cuerpo. Apenas sentía el agua caer sobre él, estaba demasiado concentrado en buscar un modo de informarse sobre Draco. Salió de la ducha y se anudó una toalla en la cintura, encaminándose hacia el espejo del baño. Dios, vaya cara. Los ojos surcados por finos capilares intensamente rojos, ojeras pronunciadas y oscuras que contrastaban con la palidez que se había hecho presa de su rostro y el pelo bastante más revuelto que de costumbre. Una sonrisa torcida cruzó su rostro como un relámpago cuando pensó que se parecía a un personaje de ese director tan famoso, no se qué Burton.

Se vistió con desgana. Aún tenía una media hora antes de salir. Casi le pareció oír al ordenador llamándole desde la mesa en la que había quedado abandonado hacía apenas un par de horas. Sin vacilar, se acercó hasta él, levantó la tapa y se dispuso a comenzar otra sesión de decepciones, aunque más corta que la de anoche.

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Harry estaba que daba pena y lo sabía, también lo sabían sus Aurores, a juzgar por cómo abrían los ojos asombrados cada vez que veían a su jefe pasar y lo sabía todo el que se cruzó con él en el Ministerio esa mañana. Ron no le permitió salir a atender ningún aviso, aunque Harry tampoco se veía con fuerzas para ello, así que se quedó en su despacho haciendo papeleo, algo para lo que, sinceramente, tampoco se sentía con fuerzas para hacer. Después del descanso de la comida, que el moreno aprovechó para dormir a pierna suelta en su sofá, Ron entró en el despacho de Harry sin llamar, como siempre, y le despertó sin ninguna delicadeza agitando sus hombros con ambas manos.

-"Tío, despierta de una vez y tómate esto"- Harry logró abrir un ojo y pudo ver que su amigo le ofrecía un pequeño frasco de cristal en el que se balanceaba un líquido anaranjado. Lo ignoró totalmente, soltó un bufido y volvió a cerrar el ojo. -"En serio, Harry, bébete la poción o la vas a liar."- el pelirrojo empezaba a ponerse nervioso y sacudió a su jefe con más brusquedad.

-"Joder, Ron, estoy agotado..."- su voz sonó grave y pastosa.

-"¡Eso es por tu culpa! Seguro que estuviste buscando a Malfoy en internet toda la puta noche."- Harry murmuraba frases ininteligibles con tono de protesta cuando Ron le obligó a incorporarse.

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