3- Subconsciente Traicionero

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Harry salió del metro arrastrado por las escaleras mecánicas  sin creerse aún lo que había visto. Caminaba por la calle en dirección a su casa como si fuese un juguete al que han dado cuerda, sin reaccionar cuando la gente se le cruzaba o cuando llegaba a un semáforo en rojo. Pero es que estaba muy sorprendido, no sólo por el hecho de haberse encontrado con Draco Malfoy, si no por dónde se lo había encontrado y, bueno, por la absurdez de toda la situación de las miradas mudas.

Muchísimas veces, el chico de ojos verdes había imaginado como sería encontrarse con sus antiguos compañeros de escuela con los que perdió el contacto: Luna, Seamus, Parvati... y por supuesto, Malfoy.
¿Cómo no iba a imaginarse el reencuentro con la persona con la que compartió un maravilloso odio mutuo durante 7 años? Pero siempre que se lo imaginaba, el reencuentro ocurría en alguna tienda de lujo (en la que Harry entraba por error y Malfoy estaba criticando todos y cada uno de los artículos), en un evento importante del Ministerio (al cual Harry había acudido obligado y a Malfoy habían tenido que rogarle que fuera), en la final del mundial de Quidditch (en la que Malfoy se reía de él desde su perfecta localización en el palco mientras él subía por las gradas)...  Resumiendo, el el Mundo Mágico de alto copete. No en un puto metro inglés y viejo, lleno de muggles que estaban deseando llegar a sus casas para seguir con su vida normal y para nada mágica. Y, desde luego, sin altos copetes.

A pesar de su más que evidente estado de shock, consiguió meter la llave de su casa en la cerradura a la primera y entró. No tenía ni idea de lo que había sido de la vida del rubio desde el final de la Guerra, pero NUNCA  habría dicho que estaría merodeando por la parte muggle de Londres. Ni de ninguna otra ciudad. Es más, cualquier persona que conociera a Malfoy le habría dicho que estaba majara si se le hubiera ocurrido sugerir tal disparate. Y sin embargo, lo que pasó en el metro fue real.

Como un autómata, Harry subió las escaleras y se dispuso a ordenar todo el estropicio que se había organizado esta mañana con las prisas. Recogió la ropa tirada en el pasillo mientras pensaba que la casa de Malfoy estaría super-ultra-mega ordenada y que la suya le provocaría una úlcera de estómago. Recogió también la toalla que usó esa misma mañana recordando la sorpresa con la que los ojos de Malfoy le habían observado y preguntándose qué haría en el metro. Se sentó en la cama para quitarse los zapatos haciendo conjeturas sobre lo que habría hecho estos últimos años Malf... Se detuvo, tanto física como mentalmente, cuando reparó en sus calcetines desparejados. Estupendo, la primera vez que se veían desde hace 10 años y ya se había puesto en ridículo delante de Malfoy él solito. Y no sólo por el hecho de llevar un calcetín negro y otro verde fosforito, también porque se había quedado mirándole con la mandíbula desencajada y los ojos fuera de las órbitas. Vale que el rubio también se perturbó al verle, pero al menos él conservó su dignidad, ya que solo abrió los ojos más de lo normal y arrugó un poco la frente.

"¡AAAAAGH! ¿Y QUÉ MÁS ME DA?"- gritó Harry en la vacía habitación.

Ya no eran unos críos de 14 años, eran hombres de 27. Además, dudaba mucho que Malfoy fuera a ir por ahí contando su encontronazo en el metro. Desde luego, no se lo  imaginaba contándoselo a sus padres  (decirle a Lucius Malfoy la palabra "metro" junto al nombre de su hijo en la misma frase era hacer oposiciones a que te lanzara el peor de los maleficios) Pero, pensó Harry no sin algo de miedo, a lo mejor si que se lo comentaba a su ... ¿novia?... ¿esposa?

"Mi amor, no te lo vas a creer, he visto a Harry Potter en el metro con su cara de besugo idiota y con un calcetín de cada color. Qué típico, ¿verdad?" Y luego se reirían juntos de él.

Un escalofrío le recorrió la espalda cuando le pareció oír con toda claridad las risas de Malfoy y señora a su costa. Porque seguro que tenía pareja. ¿Cómo no iba a tenerla, por Merlín? ¡Era Draco Malfoy! Con su pelo rubio platino, sus curiosos ojos del color de la luna llena de invierno, sus aristocráticas facciones y ese cuerpo esbelto ligeramente musculado y trabajado, todo ese atractivo...

Harry lanzó los calcetines con tanta fuerza que volaron por la habitación y se estamparon contra la pared haciendo un ruido bastante fuerte. Los vio resbalar hasta el suelo mientras recapacitaba. No sólo acababa de admitir que Draco Malfoy era atractivo físicamente, si no que había enumerado los puntos por los que lo era. No, no. Su subconsciente, claramente en un estado catatónico, había decidido emplear el término "atractivo" cuando en realidad, él quería decir "arrogancia". Sí, había sido eso sin ninguna duda. Además, si Malfoy tenía pareja, era solo porque estaba forrado. ¿Cómo si no iba a aguantarlo ninguna mujer? Con toda esa prepotencia que asomaba por sus ojos cada vez que daba un paso. Esos ojos, nunca había visto unos iguales...

¡Qué no, qué no, qué nooooo! Enfurecido, Harry se quitó el resto de la ropa (aunque sería más correcto decir que se la arrancó a tirones) y se metió en la ducha, a pesar de que ya se había duchado esa mañana, pero es que se sentía sucio. Tenía que hacer algo para dejar de pensar en el rostro de Draco Malfoy. Pero la ducha solo empeoró las cosas. Cada vez que cerraba los ojos, ahí estaba la cara del estúpido Malfoy, mirándole sorprendido en el metro. Abriendo los ojos de golpe, cerró el agua y empezó a enjabonarse con furia y con cuidado de no cerrar los ojos ni un solo segundo. Pero dio exactamente igual. Su mente no paraba de proyectar el rostro de Malfoy a diferentes edades y en diferentes situaciones, acompañado ahora de su voz. Abrió el agua a tope de presión y a la temperatura mínima.

Se puso la vieja camiseta roja y dorada de Gryffindor y el pantalón gris de algodón que usaba como pijama y bajó a la cocina, temblando aún de frío. El agua helada le vació la mente, pero le había otorgado el maravilloso regalo de la hipotermia también. Escudriñó en el frigorífico y encontró lo que parecían las sobras de algo que pudo ser una hamburguesa en algún momento de la semana pasada y se dispuso a cenar. Cuando estaba a punto de acabar, la mirada brillante de Malfoy le golpeó el cerebro de nuevo. Se levantó lo más rápido que pudo (lo cual quiere decir que se levantó súper rápido y se mareó), subió a su habitación como alma que lleva el diablo y se metió en la cama, que no se había molestado en hacer.

Intentó pensar en otra cosa, en el trabajo, en lo que fuera. No dio resultado, seguía viendo al odioso rubio. Intentó entonces no pensar en nada en absoluto.

"¿Asustado, Potter?"- pudo escucharle como si estuviera junto a él.

"Pues en realidad, estoy aterrado"- dijo lastimosamente, tapándose la cabeza con las sábanas.

Cerró los ojos con fuerza y se preparó para afrontar una noche de dar vueltas y vueltas en la cama durante horas, visualizando el rostro pálido de Draco Malfoy.

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Bueeeno, tercer capítulo. Comeduras de coco del pobre Harry, que se nos ha trastornado.

Muchas gracias a todos los que me leen, me he hace muy feliz saber que alguien disfruta con mi contenido.

Prometo el encuentro drarry pronto y muchas, muchas sorpresas sobre lo que ha sido de Draco estos últimos años...
😊

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