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— ¡Tú...! ¡Tú las has matado! —Mr Azulito señaló a su esposa, ahora muerta en el suelo. Su pelo blanco caía por su rostro sin vida, de ojos apagados y boca entreabierta.

— Debía hacerlo... —murmuró el espadachín, cubriendo su pelo rojo bajo una capucha negra y dándole la espalda a Azulito— Ella mató a muchos de los míos antes.

— ¿¡Pero qué dices!? —El peliceleste caminó con los puños apretados hacia el Zorro— ¡Ella jamás haría eso! ¡Tenemos hijos!

— ¿Estás tan seguro...?

Ambos hombres se volvieron, encontrándose con sorpresa con una chica rubia, de ojos azules y sombrero con ala que le ensombrecía el bello rostro. Ante ella se encontraban don cuerpos caídos de niños: un niño castaño con orejas de oso y otra igual sólo que de pelo dorado y sombrero de copa.

El Zorro abrió los ojos con sorpresa.

— ¿Princesa? Eras tú todo este tiempo... —murmuró con miedo, a lo que la mencionada rió. Entonces, el hombre frunció el ceño— ¿¡Me hiciste creer que la asesina era una inocente todo este tiempo para que yo mismo la asesinara...!?

Azulito cayó de rodillas, temblando.

—I-Irene... —Cubrió su rostro con las manos y comenzó a sollozar en silencio— Lo siento...

Princesa desenvainó la espada.

—Y tú eres el siguiente, señor Azulito~ —canturreó.

Al pobre hombre no le dio tiempo a reaccionar, y Princesa ya corría hacia él.

Pero el Zorro fue rápido también. Sacó la espada y corrió también, directo a Princesa...

¡Y entonces...!

—Eddoooo, pon la mesa.

La peliazul salió de su imaginación y se giró a la puerta con el ceño fruncido.

— ¡Cinco minutos más por favor! —suplicó, enredando las palabras.

— ¡Pon la mesa YA!

La niña suspiró antes la llamada de su padre.

—Bueno... —Volvió a mirar a sus juguetes, sonriendo levemente— Se acabó por hoy, chicos. ¡Mañana seguimos!

Rápidamente, se levantó cargando con todos los muñecos a la vez y se dirigió al baúl, donde metió a los cinco juguetes viejos, para luego dejar en la estantería a los otros tres.

Se despidió y abandonó el cuarto una vez más, dejando a los juguetes a solas y oscuras.

Bon suspiró, con la cabeza dándole vueltas.

— Cansado, ¿eh? —musitó Puppet, acercándose a él y agachándose para colocar su hombro bajo la cabeza del peliazul, incomodando a éste— Tranquilo, en un tiempo dejará de estar tan obsesionada con vosotros y sólo os usará de vez en cuando. A todos nos pasó alguna vez.

Bon se removió, acomodándose en el hombro de la marioneta. Aunque no le gustaba para nada la actitud de la chica, estaba cansado y necesitaba descansar el cuerpo.

— ¿Y los del baúl? —preguntó.

—Bueno~... Ellos son especiales. Siempre juega con ellos...

—Oh...

Bon se sintió mal de ello. ¿De verdad iba a tirar a los juguetes a los que más quería...?

Cerró los ojos, intentado dormir. Quería descansar antes de que Eddo se fuera a la cama y volviera a ver a Bonnie en la ventana...

Old ToysDonde viven las historias. Descúbrelo ahora