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— ¿Estás bien? —dijo Bonnie, sentado frente a Bon.

Él asintió. Las lágrimas en su rostro brillaban gracias a la luz de la luna prácticamente llena. El menor esbozó una débil sonrisa y se incorporó levemente para poder así limpiar con la tela de su brazo la cara del peliazul, quien desvió la mirada con un notable rubor sobre las mejillas.

—No te preocupes. Me encuentro mucho mejor —murmuró, apartando la mano de Bonnie para poder limpiarse él mismo.

Su compañero encogió los hombros e intentó que sus ojos se encontraran en vano.

—Sabes... sabes que puedes contarme lo que te sucede, ¿verdad? —dijo. Antes esto, Bon alzó el rostro y lo miró con una ceja algo alzada, poniendo algo nervioso a Bonnie— Q-quiero decir, si te ha pasado algo, yo--

—No, tranquilo —le cortó Bon, y esbozó una tímida sonrisa—. No te preocupes por mí. Ha sido un pequeño berrinche por mi parte, nada importante.

Bonnie pareció caer en aquella inofensiva mentira, pues la sonrisa regresó a su rostro rasguñado. Pero no se giró, y continuó frente a Bon, feliz de que sus miradas se hubieran encontrado finalmente después de tantos intentos.

—Ya mismo... Se pondrá llena —murmuró el peliazul, sin despegar la mirada de los ojos brillantes de Bonnie— La luna, quiero decir.

—Yo creo que... mañana por la noche la podremos ver en esa fase —suspiró Bonnie, girando el cuello para poder ver el gran satélite que adornaba el oscuro velo de la noche. Entonces arqueó las cejas y, durante un instante, un fantasma de tristeza atravesó su rostro— Mi última noche —susurró con voz ronca.

Bon frunció el ceño. Había tenido, durante breves instantes, el impulso de rodear con los brazos al chico en señal de consuelo. Pero, al recordad lo que empezaba a sentir de alguna manera por él, una inmensa vergüenza había atravesado su pecho y estómago, haciéndole echarse atrás.

—Nuestra última noche... —prensó entonces en voz alta. Bonnie le miró, y al darse cuenta de lo que acababa de decir, quiso que se le tragara la tierra— Q-quiero decir...

Bonnie sonrió levemente, y a Bon casi le pareció apreciar un ligero rubor en su pálido rostro. Se acercó a él y, sin decir nada, se dio la vuelta y se dejó caer suavemente, quedando tumbado en el vientre y regazo de Bon, quien creía que su cara echaría a arder en cualquier momento.

—Yo también te echaré de menos... —canturreó, levantando la barbilla para poder mirar a su acompañante— Nunca antes había tenido un amigo que no fueran Chica, Foxy o los demás... Gracias, Bon. Ojalá pudiera vivir mil noches más como esta.

Él le devolvió la mirada, sin poder creer lo que acababa de escuchar. Entonces, sonrió y, con suma delicadez, acarició el cabello largo y morado de Bonnie, mirando de nuevo a la luna y dándose, por fin, respuesta a las mil preguntas que se había ido formulando durante todo el tiempo que había estado con el chico.

—Pienso lo mismo... —dijo.

***

Esa noche, Bon no pegó ojo. Se la pasó echando miradas rápidas al baúl, sonriendo casi todo el rato, sintiendo un cosquilleo en mejillas y pecho. De vez en cuando lanzaba largos suspiros, casi sin querer, pensando en nada más ni nada menos que en Bonnie.

¿Así que así se sentía al estar enamorado...?

Cuando finalmente el sol hizo su esperada aparición, sustituyendo a la luna, y Eddo se marchó a desayunar, el peliazul se incorporó para poder ver a Mangle y Joy, que se comenzaban a desperezar.

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