El viento sopla en uno de los pasillos lúgubres y solitarios del convento Santa Lucía susurrando una dulce pero mortal melodía, al final del pasillo en una de las habitaciones se encuentra una monja de rodillas ante la imagen de su Dios, un espasmo de incertidumbre recorre todo su cuerpo al escuchar tras de sí el chirrido del picaporte al girar.
- ¿A quién os reza con tan ferviente devoción? hermana.
- A mi Dios. Al cual parece no conocer o tener temor alguno de él, mi señor.
¿En que basa esa afirmación?
- ¿No querrá en verdad que conteste a tan absurda pregunta cierto? Puesto que usted mismo tiene la respuesta.
Sin pronunciar palabra alguna el hombre le dio un tirón por la cintura a la monja haciendo que quedaran de pie frente a frente. Uno al otro se miran intensamente como si un incendio se fuese a desatar, la temperatura de sus cuerpos aumento y en sus ojos las llamas se reflejan más intensas que nunca. Los Besos y las caricias comenzaron en un frenesí que no parecía tener final.
De pronto se escucharon unos pasos en el pasillo pero la pasión de aquellas dos personas era tal que ensordeció sus oídos. Por la rendija de la puerta entre abierta dos monjas observan atónitas lo que esta sucediendo.
la monja dentro de la habitación se percata de ello, pero sin importarle continua con el arrebato de pasión. Al verse descubiertas, se sobresaltan, marchandose sigilosamente, como si nada hubiera ocurrido.
Después de un rato las tres monjas se reúnen en la capilla para orar.
- Espero que no os habéis asustado hermanas, como sabéis las necesidades humanas son variadas y deliciosas.
- Solo el señor a de juzgarla, hermana.
- Bien pues habiendo quedado todo aclarado , me retiro. La monja dio media vuelta y salió de la capilla. Las otras dos monjas comenzaron a murmurar cuando salia.
Sin mirar atrás a la monja se le dibujo una maléfica sonrisa de satisfacción en el rostro.
Después de la merienda la monja le hace una pequeña visita a una de sus dos queridas hermanas, le dirige una dulce mirada mientras camina lentamente hacia ella, sacando algo brillante de su túnica. Los ojos de la otra monja se asombran al ver que era una cuchilla y antes de que esta pudiera siquiera reaccionar ya le había cortado la garganta dejando que la sangre corriera por su cuello como una cascada escarlata.
Después de haberse cerciorado de realizar bien su trabajo dio media vuelta para dirigirse hacia la habitación de al lado.
- Hermana! Hermana! venga rápido algo le sucede a su vecina de habitación.
-Dios mío pero que sucede. La monja salió apresuradamente de la habitación y al entrar a la contigua ahoga un grito de horror. Entonces escucho la puerta cerrarse lentamente y al girar el destino fatídico de su compañera, la atrapa inevitablemente.
La monja ríe a carcajadas mientras cuatro hombres entran por la puerta para acompañarla en su gozo.