Capítulo 2

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Bajé del auto viendo el papel que portaba en mano con una dirección e incluso una descripción física del lugar donde se supone debí haber estado desde ya más de dos años.
Un centro de rehabilitación.

Lancé un suspiro, era muy distinto a un anexo, éste, parecía más bien una clínica por fuera de un luminoso blanco y letreros de diversos colores.

Sin más me dediqué a caminar, casi arrastrando los pies hacia ese lugar, me era cansado hacer activaciones físicas, hasta el respirar me era una tortura pero ahí estaba, parado frente a la puerta abriéndola de un empujoncito y viendo el largo pasillo que debía recorrer.
Antes de hacer tal cosa, miré todo el espacio, si bien debía compararle con algo, sería con una escuela ya que en dicho pasillo, había una infinidad de puertas con una ventanilla a lado, como si de aulas se trataran y, aprovechando que había una a lado miré mi reflejo por ésta, dándome una leve peinada en el cabello, recuerdo que me lo había pintado de rojo el último año pero, conforme pasó el tiempo se volvió a hacer rubio y con un toque anaranjado en las puntas.

Lanzando un bufido después de haber visto mi apariencia comencé a caminar, examinando las placas color doradas que tenían cada una de las puertas con títulos que a mi parecer eran algo sarcásticos y divertidos; Control de ira, alcoholismo, y como si me quisieran jugar una broma, justo a lado de drogadicción estaba "transtornos alimenticios".

Giré los ojos, más tarde investigaría eso aunque en si, reflexionando ahí antes de entrar me di cuenta de algo ¿Por qué estaba ahí? Si desde meses llevaba haciendo esto como para que mi madre ayer recientemente se diese cuenta de mi estado físico, emocional y según ella "psicológico", sentía que no necesitaba de nadie para saber que la belleza se encontraba en el porcentaje de cuanto te querías a ti mismo.

Aunque, siendo honestos, no me quería ni un poco.

Dejando de lado todos mis pensamientos negué varias veces con la cabeza, de esa forma haciendo que tales cosas se esparcieran volviendo a mi semblante tranquilo acompañado de dos toques que di en la puerta en busca de una respuesta.
A los pocos segundos la puerta se abrió dando la vista a, tal y como había imaginado un aula, donde se encontraba una mujer de traje, elegante y cabello rosa, al parecer la psicóloga y, dentro del salón dos chicas, una extremadamente pasada de peso, tanto que al verla, me daban náuseas ¿Cómo alguien podía llegar a ese estado físico?
Y a lado de esta chica una más delgada, esbelta, de mi gusto, sus clavículas resaltaban al igual que las facciones en su rostro, al menos no era el único con anorexia por esos rumbos.

Sonriendo, me adentré sin preguntar siquiera ya que tanto las personas como el letrero fuera eran bastante obvios en general.

—Hola, mucho gusto, tu debes ser Bill ¿No es así? —Me preguntó la mujer de rosas cabellos mientras se dedicaba a cerrar la puerta indicándome con la mano, que tomara asiento.

—Hola, sí así es... Bill Cipher

—Un gusto, soy Pyronica, seré quien en esta etapa te ayude en superaciones personales, puedes confiar en mi... cualquier cosa.

—Muchas gracias —Contesté a secas, los psicólogos siempre se me habían hecho tan hipócritas. ¿Quién puede estar con una sonrisa tan grande mientras escucha las tragedias de una persona? Sólo un payaso.

—Muy bien Bill, espero te sientas cómodo en este ambiente y descuida que todo saldra absolutamente bien, comenzando con llevarnos excelente con nuestras compañeras ¿No crees?

—Pff, estupendo —Expresé con un tono igual de falso que la sonrisa de la chica. Mientras no me hicieran comer estaría tranquilo.

Al cabo de unas horas por fin pude lanzar un aliviado suspiro levantándome de la silla algo veloz por lo que un mareo no tardó en presentarse sobando ligeramente mi cabeza me despedí de las dos chicas y de la doctora.
Al menos ahora tenía compañeras, Candy y Grenda, eran amigables, no me molestaban a menos que se pusieran a hablar de chicos o que Candy comenzara a hacerme trenzas en el cabello, eso sí era molesto.

Y para mi mala suerte, creyendo que ese día no iba a empeorar más justo de la habitación de a lado se oyeron un par de gritos antes de que la puerta fuera velozmente abierta dando la imagen de un castaño con mala cara.
Dando un brinco debido al susto me acerqué a él, se veía algo agitado.

—¿Te encuentras bien? —El muchacho temblaba y en cuestión de segundos me dio la espalda agarrando su estómago y comenzando a regurgitar sus alimentos.
Algo asqueado de la escena, viré mi vista hacia la placa de la habitación donde había salido el paranoico chico leyendo justo ahí; Drogadicción.

Inconexo {DippBill}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora