Capítulo 5

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Solté un agotado suspiro mientras me abrazaba a mí mismo bajando la vista al suelo y deseando que la tierra me tragara.
Había decidido irme camino a casa con el muchacho que recién había conocido, grave error ya que parecía que también sufría de hiperactividad, no se callaba ¡Literalmente! Llevaba más de media hora hablando de quién sabe que tantas cosas y mi cabeza ya comenzaba a punzar, zumbar y doler.

—¿Y tú Bill? ¿Te gustan las fresas? —Me cuestionó caminando a un lado mío y guardando silencio por una fracción de segundos, algo que me hizo sonreír al instante.

—Oye niño ¿Qué edad tienes? Eres algo... Curioso como para tener más de veinte —Dije sin afán de ofender, no me iba a creer por mis veinte y tantos años pero vamos, que yo ya había madurado, no del todo pero lo estaba intentando.

—Diecisiete —Me contestó inflando una de sus mejillas.

—Eso lo explica todo —Comenté algo burlón girando en la esquina continua de la calle por la que estábamos caminando, ya por fin podía sentir mi casa cerca.
Mis pulmones dolían al igual que mis pies, además de sentir muchísimo frío y las enormes ganas de dormir.

—Bueno lo que pasa es que me gusta mucho convers... ¿Bill?

Paré a secas, justo frente a una tienda de ropa, ropa que antes veía con tanta euforia, deportiva, trajes, de todo.
Mi vista se guió al cristal, quizá ahora sí me podría quedar la talla chica, era lo que anhelaba.

Pero una triste sonrisa se dibujó en mi rostro ¿Por qué lo sé? Podía verme en el cristal de aquel aparador donde Dipper se mantenía a lado dudoso viéndome.
Tragando grueso, sentí un nudo en mi garganta ¿Qué había de mal? Ya estaba delgado y mi cabello siempre había sido bonito pero, tal cual alguien que ha ganado con trampa, me sentía, y no sólo por mi peso.

Sino que la talla que tenía que buscar era menor a la chica.

—¿Bill?

—¿Qué quieres? —Cuestionó pasando las mangas de mi suéter por los ojos antes de sentir unas manos apoyarse en mis hombros, y aunque fuera muy débil el toque, en mi esquelético cuerpo se sentía pesado. No pude evitar abrir de más tanto ojos como labios, guiando mi vista al castaño.

—¿Te gustan los trajes? ¿Por qué no te pruebas uno? Sé que te verás muy atractivo —Dedicándome una sonrisa, Mason me miró a lo que solamente aumentaron mis ganas de romper en llanto.

Safándome de su agarre, comencé a correr por lo largo de la calle evitando no soltar una lágrima pero parecía ser que el destino no estaba del todo a mi lado por lo que, de un tropezón, caí al suelo y me rompí la pierna.

Que patético debí haberme visto.

(...)

—¿Qué haces aquí? —Cuestioné desde la camilla del hospital mientras picoteaba con asco una gelatina que estaba frente mío, de verdad a las enfermeras les gustaba burlarse de mí.

—Bueno, tú me ayudaste antes cuando me estaba dando un ataque allá por la droga, además, te traje flores —Sonriendo, como siempre, me enferma ese tipo, Dipper apuntó a un florero.

—No quiero tus sucias rosas.

—Vamos Bill no seas tan egoísta... Comparte un poco de ti conmigo.

—No soy egoísta, sólo soy... Alérgico a las flores.

—Y a la vida, a los niños, a mí, al amor a todo

—¡Calla! Ni siquiera me conoces

—Llevo dos días hablando contigo y ya sé hasta tu peso

—¿Y para qué quieres saber eso? ¿Acaso no me ves? ¿Acaso quieres burlarte más? Anda, da lo mismo...

—Quiero saberlo para tener en cuenta, cuánto debo llenar ese vacío.

Claramente me calló, guardé silencio, eso sí no lo había visto venir y sólo me límite a seguir viendo esa verde gelatina que se meneaba frente a mí, provocándome asco.

—Quiero dormir...

—Vendré mañana te guste o no —Dijo levantándose de aquella silla que estaba a lado de mi camilla y yendo a la puerta, por cierto, el yeso de mi pierna dolía como el demonio y de supone no debía doler. —Por cierto, bajaste tres kilos más... Pesas treinta y ocho. —Y tras decir eso, salió por la puerta dejándome ahí sentado.
Posiblemente me hubiera alegrado de esa noticia pero ahora me parecía tan de mal gusto que, de verdad no sabía que hacer.

Inconexo {DippBill}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora