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El teléfono sonó diez minutos después de haber vuelto a poner la película.
–¡Por el amor de Dios! –exclamó Minho, y agarró el mando a distancia para darle al botón de pausa.
–Tu madre llama más que un novio pesado –añadió Newt.
Salté por encima del respaldo del sofá y cogí el teléfono.
–¡Hola! –dije–, ¿cómo va?
–Thomas –respondió la voz al otro lado del teléfono. No era mi madre, sino Keun.
–Keun, ¿no estabas...?
–¿Minho está contigo?
–Sí, está aquí.
–¿Tienes altavoz?
–Eh, ¿por qué lo...?
–¡¿Tienes altavoooz?! –gritó.
–Un momento –mientras buscaba el botón, dije–: Es Keun. Quiere que ponga el altavoz. Está muy raro.
–¡Qué sorpresa! –comentó Newt con sarcasmo–. Lo siguiente será que digas que el sol es una masa de gas incandescente o que Minho tiene las pelotas diminutas.
–Ese tema no lo toques –le advirtió Minho.
–¿Que no toque el qué? Porque tendría que meterte una lupa de superaumento en los calzoncillos para localizar tus pelotas microscópicas.
Encontré el botón del altavoz y lo presioné.
–Keun, ¿me oyes?
–Sí –dijo. Se oía mucho ruido de fondo. Voces de chicas–. Chicos, necesito que me escuchen.
Minho le dijo algo a Newt que no alcancé a escuchar, y él le lanzó un cojín.
–¡Tienen que escucharme ya! –gritó Keun por el altavoz. Entonces nos callamos todos. Keun era increíblemente listo y siempre hablaba como si tuviera un guión escrito–. Vale. Mi jefe no ha venido hoy a trabajar, porque se ha quedado atrapado en el coche por la ventisca. Eso me convierte en el cocinero y ayudante del encargado en funciones. Hay otros dos empleados. Uno es Mitchell Croman, y el otro, Billy Talos –tanto Mitchell como Billy iban a nuestro instituto, aunque no sería exacto decir que los conocía, y ellos tampoco me habrían reconocido en una rueda de identificación–. Hasta hace unos doce minutos, era una noche tranquila. Nuestros únicos clientes eran Tío de Aluminio y Doris, la fumadora viva más anciana de Estados Unidos. Entonces ha aparecido una chica y luego ha llegado Stuart Weintraub –otro compañero de clase, un buen tipo–. Iba cubierto con bolsas del Target. Han entretenido durante un rato a Tío de Aluminio, y yo estaba leyendo El caballero oscuro cuando...
–Keun, ¿querías contarnos algo en concreto? –le pregunté. A veces empezaba a hablar y acababa yéndose por las ramas.
–¡Oh, sí!, ¡sí que hay algo! –respondió–. Hay catorce «algos». Porque unos quince minutos después de que apareciera Stuart Weintraub, nuestro Señor bondadoso y todopoderoso ha decidido apiadarse de su siervo Keun y ha considerado adecuado enviar a catorce animadoras de Pensilvania, ataviadas con chándal de invierno, a nuestra humilde Waffle House. Caballeros, no estoy bromeando. Tenemos el restaurante abarrotado de animadoras. Su tren ha quedado atrapado por la nieve y pasarán la noche aquí. Van puestas de cafeína hasta las cejas. Están haciendo el espagat sobre la barra del desayuno.
»No voy a andarme con rodeos: se ha producido un milagro de Navidad muy animado. Ahora mismo estoy mirándolas. Están tan buenas y me ponen tan caliente que podría fundir toda la nieve de la calle. Me ponen tan caliente que podría cocinar los gofres sobre mi cuerpo. Me ponen tan caliente que podrían... No, no, mejor dicho, que podrán calentarme rincones del corazón hace tanto tiempo helados que prácticamente había olvidado que existían.
Una voz de chica, alegre y sensual, gritó algo por el teléfono justo en ese momento. Yo ya me había situado encima del altavoz, mirándolo con una especie de gesto reverencial. Minho estaba a mi lado.
–¿Son tus amigos? ¡Oh, Dios mío, diles que traigan el Enredos!
Keun volvió a hablar.
–¡Y ahora ya saben qué está en juego! Acaba de empezar la mejor noche de mi vida. Estoy invitándolos a unirse a mí, porque soy el mejor amigo de la historia. Aunque hay un pequeño problemilla: en cuento cuelgue el teléfono, Mitchell y Billy llamarán a sus amigos. Hemos acordado que solo habrá sitio para un coche más de tíos. No puedo ajustar más la ratio de animadoras por chico. Ahora bien, me ha tocado a mí llamar primero porque resulta que soy el ayudante del encargado en funciones. Lo que quiere decir que juegan con ventaja desde el principio. Sé que no me fallarán. Sé que puedo contar con ustedes para que traigan el Enredos. Caballeros, les deseo una travesía segura. Y si pierden la vida esta noche, lo harán con la alegría de saber que se han sacrificado por la más noble de las nobles causas de la humanidad. La caza de animadoras.

*     *     *     *     *
Aclaración: el Enredos es básicamente el Twister.

Un milagro en Navidad|Newtmas+MinhoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora