[13 Final]

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Mientras Minho miraba hacia el exterior oscuro, donde nos encontrábamos nosotros, con las manos levantadas, me quedé mirando como Keun –que llevaba una visera negra de la Waffle House, con una camisa de rayas blancas y amarillas, y un delantal marrón– asaltaba a Minho por la espalda. Keun lo agarró por la cintura y lo levantó del suelo, y Minho siguió con los brazos en alto. Las animadoras, todas sentadas en una hilera de asientos compartimentados del restaurante, observaban la situación. Bajé la vista para mirar a Newt, que no estaba contemplando lo que ocurría, sino a mí, y me reí. Él también se rió.
Tim y Will aporrearon la ventana durante un rato, pero Keun se limitó a levantar las manos como diciendo: «¿Qué puedo hacer yo?». Y al final regresaron caminando al Mustang. Cuando nos acercábamos a la Waffle House, pasamos junto a ellos, y Will me dedicó un gesto amenazante, pero eso fue todo. Cuando me volví para ver cómo se alejaban, también vi a los dos universitarios largándose a todo correr por la rampa de salida de la autopista.
Newt y yo por fin llegamos a la puerta, y apoyé la mano en ella para entrar. Keun la abrió y dijo:
–Técnicamente, no debería permitirles la entrada, puesto que solo Minho ha llegado antes que los Reston. Pero ustedes llevan el Enredos.
Pasamos por delante de él después de darle un empujón, y una ráfaga de aire caliente me golpeó en la cara. Hasta ese momento, ni siquiera me había percatado de lo entumecido que tenía el cuerpo, pero empecé a notar un cosquilleo a medida que se calentaba y recuperaba su vitalidad. Tiré la alfombrilla empapada del Enredos y dejé la ruleta en el suelo embaldosado.
–¡Ha llegado el Enredos! –grité.
Keun gritó: «¡Hurra!», pero la noticia ni siquiera me proporcionó una mirada soslayada de la manada ataviada de verde y situada al otro extremo del comedor.
Agarré a Keun con un brazo y con la otra mano le alboroté el pelo que le asomaba por la visera.
–Mataría por unos gofres con queso gratinado –le dije.
Newt pidió hash browns y luego se dejó caer en el asiento del compartimiento situado junto a la máquina de los discos. Minho y yo nos instalamos a la barra y hablamos con Keun mientras cocinaba.
–¿Sabes? No he podido evitar fijarme en que las animadoras no están revoloteando a tu alrededor.
–Sí –dijo dándonos la espalda mientras se afanaba con los gofres y las planchas–. Espero que el Enredos lo cambie todo. Sí que han estado flirteando con don Llevo-coleta-pero-sigo-siendo-un-machote –comentó Keun señalando con un gesto de cabeza a un tipo sentado un compartimiento más allá–. Pero, por lo visto, él solo tiene ojos para su novia.
–Sí, al parecer el Enredos obra de maravillas –repuse.
La alfombrilla mojada estaba arrugada en el suelo, totalmente ignorada por las animadoras.
Minho se inclinó hacia mí para ver mejor a las animadoras y luego sacudió la cabeza.
–Esto de espiarlas de forma furtiva es lo que hago todos los días a la hora de la comida.
–En efecto –dije.
–Vamos, que es evidente que no quieren hablar.
–Desde luego –afirmé.
Estaban agrupadas en torno a tres compartimientos, formando una especie de rectángulo. Hablaban muy deprisa y prestándose mucha atención entre ellas. Logré captar algunas palabras al vuelo, aunque carecían de sentido para mí: herkies, kewpies en trío y extensiones máximas. Charlaban sobre un certamen de animadoras, una especie de competición. Hay pocos temas de conversación que me parezcan menos interesantes que las competiciones de animadoras. Aunque no muchos.
–Eh, el tipo adormilado empieza a espabilar –dijo Minho.
Miré hacia el compartimiento en cuestión y vi a un muchacho con coleta y ojos negros, que entrecerraba para mirarme. Tardé unos segundos en reconocerlo.
–Ese chico va al instituto de Gracetown –dije.
–Sí –respondió Keun–. Es Jeb.
–¡Eso es! –dije.
Jeb era de los primeros cursos. No lo conocía bien, pero sí lo tenía visto del insti. Por lo visto, él también me reconoció, porque se levantó de su asiento y se acercó caminando hacia mí.
–¿Thomas? –me preguntó.
Asentí con la cabeza y le estreché la mano.
–¿Conoces a Addie? –me preguntó.
Me quedé mirándolo con gesto inexpresivo.
–Es de los primeros cursos. Guapa... –dijo.
Arrugué los ojos.
–Hummm... ¿No?
–Pelo largo y rubio, y un poco dramática –añadió. Sonaba desesperado y un tanto desconcertado ante el hecho de que yo no conociera a la chica de la que no paraba de hablar.
–Esto... Lo siento, viejo. No me suena esa chica para nada.
Cerró los ojos. Percibí como se desinflaba por completo.
–Empezamos a salir en Nochebuena –dijo, y se quedó mirando a lo lejos.
–¿Ayer? –pregunté mientras pensaba: «¿Llevan saliendo un día y estás tan pillado?». Una razón más para evitar el feliz paréntesis.
–Ayer no –contestó Jeb, bastante desanimado–. La Nochebuena del año pasado.
Me volví hacia Keun.
–Hermano –dije–, este chico está fatal.
Keun asintió con la cabeza mientras ponía las hash browns de Newt sobre la plancha.
–Lo acompañaré hasta el pueblo en coche por la mañana –dijo Keun–. Aunque ¿cuál es la norma, Jeb?
Jeb lo recitó como si Keun le hubiera repetido la norma miles de veces.
–No marcharnos hasta que se haya ido la última animadora.
–Eso es, colega. Deberías volver a la cama.
–Sí, claro –dijo Jeb–, pero, si por casualidad la ves, ¿le dirás que... bueno... que me he retrasado?
–Sí, se lo diré. Si la veo –añadí. No debí de sonar lo bastante convincente, porque se volvió y miró directamente a Newt.
–Dile que iré –le suplicó, y lo más raro de todo fue que él lo captó. O al menos, eso me pareció.
En cualquier caso, Newt asintió con la cabeza como diciendo: «Sí, se lo diré, si por algún motivo veo a esa chica a la que no conozco en plena ventisca a las cuatro de la madrugada». Y mientras Newt le sonreía con gesto comprensivo, volví a tener ese pensamiento que no podía olvidar.
Al final el chico de la coleta se tranquilizó gracias a la sonrisa de Newt. Volvió a dejarse caer en el asiento de su compartimiento.
Hablé con Keun hasta que terminó de prepararme el gofre y me lo sirvió todavía humeante.
–¡Dios, qué buena pinta, Keun! –dije, pero él ya se había dado la vuelta para emplatar las hash browns de Newt.
Estaba levantando el plato cuando apareció Billy Talos, que se lo quitó de las manos, fue a servírselo a Newt y se sentó a su lado.
Me volví para mirarlos un par de veces: estaban inclinados sobre la mesa y se hablaban con mucha intensidad. Deseaba interrumpirlos y contarle a Newt que él había estado tonteando con una de las muchas Madison mientras nosotros avanzábamos como podíamos por la nieve. Al final pensé que no era asunto mío.
–Voy a hablar con una de ellas –les dije a Minho y a Keun.
Minho no daba crédito.
–¿Con una de quiénes? ¿De las animadoras?
Asentí en silencio.
–Viejo –dijo Keun–, yo llevo toda la noche intentándolo. Están en su mundo y solo hablan entre ellas. Cuando te diriges a todas en general, se limitan a ignorarte.
Con todo, yo debía hablar con alguna de ellas o, al menos, fingir que lo hacía.
–Es como si fuéramos una manada de leones a la caza de un grupo de gacelas –dije mientras mirábamos a nuestra presa, muy concentrados–. Hay que buscar a alguna que se haya quedado rezagada y... –una chica rubia y muy menuda se distanció del grupo– abalanzarse sobre ella –concluí al tiempo que me levantaba de golpe del taburete.
Me acerqué a ella con decisión.
–Me llamo Thomas –dije, y le tendí la mano.
–Amber –respondió ella.
–Qué nombre tan bonito –comenté.
La chica asintió en silencio y echó una mirada a su alrededor moviendo solo los ojos. Buscaba una excusa para alejarse de las demás, aunque todavía no podía proporcionársela. Intenté pensar en alguna pregunta ocurrente.
–Hummm... ¿Se sabe algo de cómo está vuestro tren? –le pregunté.
–Es posible que ni siquiera esté listo para salir mañana –me informó.
–Sí, bueno, qué pena –dije sonriendo.
Volví la cabeza para mirar a Billy y a Newt, pero él ya no estaba. Las hash browns seguían humeando. Él había echado el ketchup en un plato aparte para ir mojándolas, como hacía siempre, pero se había ido. Dejé a Amber y me acerqué a Billy.
–Ha salido –se limitó a decir.
¿Quién en su sano juicio saldría al exterior, precisamente ese día, cuando en el interior estaban sus hash browns, calientes y humeantes, junto con las catorce animadoras?
Cogí mi gorra del mostrador y me la calé hasta las orejas, luego me puse los guantes y volví a aventurarme a la ventisca. Newt estaba sentado en el bordillo del aparcamiento, bajo la marquesina, aunque no del todo, protegido solo a medias de la nieve que caía.
Me senté junto a él.
–Te cuelga una vela de la nariz.
Se sorbió los mocos, pero no levantó la vista para mirarme.
–Vuelve a entrar –dijo–. No es para tanto.
–¿El qué no es para tanto?
–Nada es para tanto. Tú vuelve a entrar y déjame.
–«Nada es para tanto» sería un buen nombre para un grupo –le dije.
Quería que me mirase para poder evaluar la situación. Al final lo hizo: tenía la nariz roja, y supuse que era por el frío, pero entonces se me ocurrió que quizá había estado llorando, lo cual resultaba extraño, porque Newt nunca llora.
–Al menos... Al menos podrías reprimirte cuando yo esté delante. Es que, bueno, no sé... ¿Qué le ves a ella de interesante? De verdad, dime qué tiene ella de interesante. O cualquiera de ellas.
–No lo sé –dije–. Tú estabas hablando con Billy Talos.
Volvió a mirarme y esa vez siguió haciéndolo mientras hablaba.
–Estaba diciéndole que no iría con él a esa estupidez del baile de invierno, porque no puedo evitar que me guste otra persona.
Empecé a asimilar esa idea poco a poco. Me volví hacia él y dijo:
–Ya sé que ellas hacen eso de la risilla disimulada y que yo me parto el culo de risa; ellas muestran el escote y yo soy... bueno, simplemente un chico. Pero, aunque no hable nunca de mis sentimientos con ustedes, los tengo, ¿sabes?
–Ya sé que los tienes –respondí a la defensiva. Pero lo cierto era que Minho, Keun y yo ignorábamos lo que Newt pudiera sentir.
–¿De verdad? ¿Alguien lo sabe? Porque cuando hablan sobre tías, yo me quedo rezagado escuchándolos. Y soy gay por creer que James Bond está bueno, pero ustedes no son heterosexuales cuando hacen sus comentarios sobre las animadoras. Y tú nunca me miras como miras a las demás chicas, salvo cuando... Da igual. Da igual, da igual, da igual... Bueno, no... Cuando veníamos caminando hacia aquí, antes de que llegaran los gemelos, he creído, por un segundo, que estabas mirándome como si de verdad yo fuese una opción para ti, y he pensado: «Oye, a lo mejor Thomas no es el imbécil más superficial del mundo». Pero entonces, justo cuando estoy cortando con Billy y te miro, te veo hablando con una chica como nunca has hablado conmigo.
Por fin lo entendí, aunque demasiado tarde. La razón por la cual Newt nunca hablaba de ningún chico con nosotros.
Lo que yo intentaba no pensar era una cosa que Newt también pensaba. Estábamos intentando no pensar en el mismo pensamiento. A Newt le gustaba yo. Tenía que digerirlo antes de poder mirarlo.
Bien. «Vale –me dije–, lo miraré y, si está mirándome, lo miraré otra vez y volveré a valorar la situación. Bastará con una mirada.»
Lo miré. Tenía la cabeza inclinada hacia mí, no pestañeaba, y se apreciaba a la perfección la profundidad de sus ojos. Se humedecía los labios cuarteados frunciéndolos, le asomaba un mechón de pelo por debajo de la gorra, tenía la nariz ligeramente roja y se sorbía los mocos. No quería dejar de mirarlo, pero al final lo hice. Volví a dirigir la vista al suelo nevado del aparcamiento.
–¿Puedes decir algo, por favor? –me suplicó.
Hablé mirando al asfalto.
–Siempre he creído que no debe desperdiciarse la oportunidad de un feliz paréntesis por salvaguardar un final feliz, porque no existen los finales felices. ¿Entiendes lo que quiero decir? Hay tanto que perder...
–¿Sabes por qué he decidido venir? ¿Por qué he decidido volver a subir esa cuesta, Tommy? Seguro que sabes que no ha sido porque me preocupase que Keun estuviera con los gemelos Reston, ni porque quisiera verte perder el culo por las animadoras.
–Creía que había sido por Billy –dije.
En ese momento estaba mirándome con intensidad, y podía ver el vaho de su respiración.
–Quería vivir una aventura contigo. Porque me encantan estas movidas. Porque no soy como la chica esa de ahí dentro, como quiera que se llame. No creo que sea un palizón de la muerte caminar seis kilómetros durante la ventisca. Eso es lo que quiero. Eso me gusta. Mientras estábamos en tu casa viendo la peli, estaba deseando que nevara más. ¡Más y más! Así todo se volvería más emocionante. A lo mejor tú no eres así, aunque yo creo que sí.
–Yo deseaba lo mismo –dije interrumpiéndolo a medias, aunque seguía sin mirarlo por miedo a dejarme llevar–. Que siguiera nevando.
–¿De verdad? Genial. Es genial, en serio. ¿Y qué pasa si el hecho de que nieve más hace que el final feliz sea menos probable? ¿Qué pasa porque el coche haya quedado hecho una ruina? ¡Qué más da! ¿Y si nuestra amistad se va a la mierda? ¿Eso también da igual? He besado a chicos con los que no me jugaba nada, y eso solo me ha hecho desear besar a alguien con el que me lo jugara...
Alcé la vista y estuve a punto de decir «no te juegas nada», y esperé a que acabara la frase y dijera «todo», pero no conseguí esperar más. Le puse una mano en la nuca y sentí sus labios sobre los míos, el aire gélido desapareció y fue sustituido por el calor de su boca, tersa y delicada y con un maravilloso sabor a hash browns. Abrí los ojos y, con los guantes puestos, le acaricié la cara, la piel pálida por el frío. Jamás había dado un primer beso a alguien que quisiera. Cuando nos separamos, me quedé mirándolo con timidez y dije:
–¡Vaya!
Él se rió y volvió a atraerme hacia sí. En ese momento, por encima de nosotros y desde detrás, oí la campanilla de la puerta de la Waffle House.
–¡Me cago en todo! ¡Mierda! ¿Qué diablos está pasando aquí?
Levanté la vista y vi a Minho, e intenté disimular la sonrisa de idiota que se me había quedado.
–¡Keun! –gritó Minho–. ¡Saca ese culo gordo coreano aquí fuera!
Keun apareció por la puerta y se quedó mirándonos.
–¡Cuéntenle ahora mismo lo que acaban de hacer! –gritó Minho.
–Hummm... –dije.
–Nos hemos besado –contestó Newt.
–Eso es gay –aclaró Keun.
–Soy gay.
–Sí, ya lo sé, ¿pero Thomas...? ¡Oh, por Dios! –exclamó Keun sin poder creérselo.
Minho seguía gritando; al parecer, era incapaz de moderarse.
–¡¿Es que soy el único al que le preocupa la cohesión de nuestro grupo?! ¡¿Nadie más va a pensar en el bien común?!
–Vete a perder el culo por las animadoras –le espetó Newt.
Minho se quedó mirándonos un rato y luego sonrió.
–Por favor, solo les pido que ahora no se pongan en plan empalagoso, ya saben –se volvió y entró de nuevo.
–Se te están enfriando las hash browns –dije.
–Si volvemos a entrar, nada de tontear con las animadoras.
–Solamente lo hacía para que te fijaras en mí –confesé–. ¿Puedo darte otro beso?
Él asintió con la cabeza y lo hice, y no sentí la típica decepción del segundo beso ni nada por el estilo. Podría haber seguido besándolo eternamente.
–La verdad es que sí quiero mis hash browns –dijo Newt, entre beso y beso.
Me levanté para abrirle la puerta, él se agachó para pasar por debajo de mi brazo y cenamos a las tres de la madrugada.

Nos refugiamos en la trastienda, entre las gigantescas neveras, interrumpidos de tanto en tanto por Minho, que se plantaba allí para contarnos detalles desternillantes sobre sus intentos frustrados, en compañía de Keun, de trabar conversación con las animadoras. Al final, Newt y yo no quedamos dormidos sobre las baldosas rojas de la cocina de la Waffle House, él usó mi hombro de almohada, y yo mi chaqueta. Minho y Keun nos despertaron a las siete. Keun rompió por un instante su promesa de no abandonar a las animadoras y nos llevó en coche hasta el Duque y Duquesa. Resultó que Tío de Aluminio era el conductor de la grúa, y fue él quien nos remolcó. Empujé el coche por la entrada de mi casa para que no se fastidiara el eje y dejé la rueda suelta en el garaje. Después, Newt y yo fuimos a su casa y abrimos los regalos. Cuando llegaron mis padres, les dije que el coche se había quedado atrapado en la nieve por la ventisca mientras llevaba a Newt a casa. Se pusieron hechos una furia, pero el cabreo no les duró demasiado porque era Navidad y porque tenían seguro a todo riesgo y porque era solo un coche. Esa misma noche llamé por teléfono a Newt, a Minho y a Keun, cuando las animadoras por fin se habían ido de la Waffle House y todo el mundo había disfrutado ya de su cena de Navidad. Vinieron todos a casa y vimos dos pelis de James Bond, y pasamos despiertos casi toda la noche recordando nuestras aventuras. Nos quedamos dormidos, los cuatro, cada uno en su saco de dormir, como lo habíamos hecho siempre, solo que yo, en realidad, seguía despierto y también Newt, y estuvimos mirándonos todo el rato. Al final nos levantamos a eso de las... No sé, serían las cuatro y media, y caminamos un kilómetro y medio por la nieve hasta el Starbucks, los dos solos. Logré apañármelas con el confuso sistema de la cadena de cafeterías, con su carta repleta de palabras extranjeras, y conseguí un café con leche, que contenía la cafeína que necesitaba tan desesperadamente. Newt y yo nos apoltronamos juntos en las afelpadas butacas violeta, repantigados sobre los asientos. Jamás me había sentido tan cansado, estaba tan exhausto que me costaba sonreír. Pero empezamos a hablar de esto y de aquello, de nada en particular, a él se le daba muy bien ese tipo de conversación. Entonces se hizo un silencio, él me miró con ojos soñolientos y dijo:
–Hasta ahora va todo bien.
–Te quiero –le dije.
–Ah –respondió él.
–¿Es un «Ah» bueno? –pregunté.
–El mejor «Ah» de la historia –respondió.
Dejé el café con leche encima de la mesa, y me entregué en cuerpo y alma al feliz paréntesis de la aventura más alucinante de mi vida.

FIN
*     *     *     *     *
El libro original se llama "Noches Blancas" (Let it snow en inglés), y son tres historias distintas, pero unidas entre sí.
Por ejemplo, Jeb es un personaje de la tercera historia, y Weintraub, el chico que mencionó Thomas unos capítulos atrás, es un personaje de la primera historia. Se supone que la ventisca los une de cierta manera. Pero a mí me gustó más esta historia, la del medio(? Porque, ya saben, no es empalagosa y, fuera del Newtmas, en general es muy Thominewt.
Como dije al principio, realmente puedo imaginarme a Thomas, Minho y Newt de este modo si nunca hubiesen ocurrido las llamaradas solares(?
Pd: No está demás decir... puto Keun.

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⏰ Última actualización: Oct 08, 2016 ⏰

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