Cincuenta

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[NARRADOR]

Todo era demasiado alegre como para que todos estuvieran felices. Alguien debía de estar pasándola mal.

¿Quién hubiera dicho que el que iba a cargar con el peso de aquél problema iba a ser el pequeño Dylan?

El primero en despertar a la mañana siguiente fue Dylan. El cual, al ser quien más descanso había tenido en esos días, escuchó claramente el ruido proveniente de la cocina.

Liberándose del abrazo de su padre, se bajó de la cama y salió del cuarto intentando no hacer mucho ruido. Queriendo evitar despertar a Derek y a su papá mientras deseaba investigar por su cuenta lo que fuera que hubiese causado aquél ruido.

Se encontró a Darren y a Kate de metidos en la casa.

— ¿Qué hacen aquí? –Les preguntó al ver que ellos habían sido los causantes del ruido.

Ambos adultos se dieron vuelta para ver al chico mientras este les miraba con los brazos cruzados. Viéndose adorable al hacerlo.

— Venimos a por las cosas de tu tío –Le dijo Kate entre susurros.

— ¿Por qué? –Preguntó el niño, notando entonces que Darren cargaba una maleta.

— Porque se viene a vivir conmigo –Explicó la jaguar.

El niño hizo un mohín ante aquello.

— ¿Te vas por el bebé? –Preguntó, intentando no sonar triste.

— Si, tengo que cuidar de Kate y del bebé –Dijo asintiendo el alfa.— Pero prometo venir a verte.

El niño quiso hacer un berrinche, pero no podía hacerlo. Su padre y Derek dormían y, según Stiles, era demasiado inteligente como para hacer berrinches de niño pequeño. Eso era algo que el Stilinski presumía con los otros padres, y Dylan no quería defraudar a Stiles.

Haciendo lo más maduro que había hecho en su vida, el niño solo asintió con la cabeza y se despidió de ambos adultos. Observándolos mientras ellos se marchaban.

Dylan tuvo un nudo en la garganta durante toda la mañana y estuvo sin hablar hasta que Deaton les llamó para una reunión de la manada.

Al llegar, todos parecían estar ocupados. Boyd y Erika estaban muy melosos en una esquina, Kira, Malia y Scott hablando mientras el alfa verdadero rodeaba a la Kitsune con un brazo y la acercaba de manera cariñosa, Deaton, por su parte, se encontraba leyendo.

Todos estaban distraídos, metidos en ese mundo del amor de adultos que Dylan no entendía. Sintiéndose como un mal tersio al estar rodeado de tantas personas.

Todo fue peor cuando vio a Liam llegar y, al querer lanzarsele encima para abrazarlo, Peter le detuvo.

— Wow... Cuidado cachorro –Le había dicho el mayor de los Hale, deteniéndole prácticamente en el aire.— No puedes saltarle así a Liam.

— ¿Por qué?

— Por el bebé –Explicó el rubio, plameándole la cabeza y revolviéndole el cabello.

Dylan, nuevamente, implementó madurez y asintió con la cabeza. liberándose del agarre del mayor y caminando hacia Cora.

La menor de los Hale estaba muy ocupada con su móvil, por lo que le ignoraba, pero al menos no se estaba besuqueando con nadie.

La reunión comenzó y los adultos hablaron de sus cosas. Cosas que a Dylan no le interesaban, porque obviamente, y a pesar de ser maduro, tenía cuatro años, y le interesaban las mismas cosas que a todo niño de cuatro años.

Fue entonces cuando notó que su padre y Derek se alejaban de los demás mientras ellos no prestaban atención. Él, pecando de curioso, les siguió hasta el exterior de aquella veterinaria.

— Estoy pensando en reparar la mansión Hale –Dijo el mayor sonriendo de manera que, para Dylan, era boba.

— Eso sería bueno –Asintió Stiles.— Aunque tendrás mucho espacio.

— Planeo llenarlo –Respondió Derek, sorprendiendo al humano.— Quiero una familia, Stiles.

Fue entonces cuando Derek notó que Dylan les estaba observando y escuchando, puesto que olió las lágrimas y la rabia del niño.

Ambos adultos se dieron la vuelta y vieron como la cara del niño se ponía roja de enfado mientras sus pequeños colmillos salían fuera y sus ojos brillaban.

— Dylan... –Stiles se acercó, colocando una mano en el hombro del niño.

— ¡Ya te cansaste de mí! –Le gritó el niño mientras le obligaba a soltarle.

Stiles retiró la mano ya que Dylan, accidentalmente, le había lastimado con sus garras.

El humano se quedó en shock mientras que su hijo salía corriendo del parking de la veterinaria.

La manada salió al oler la sangre y se quedaron igual de sorprendidos que la pareja que ya estaba allí. Aunque ellos no entendían qué era lo que había ocurrido.

Derek quiso acercarse para ayudar a Stiles al ver que él se sujetaba la muñeca herida. Pero el chico le miró con los dientes apretados.

— Estoy bien –Siseó adolorido.— ¡Ve por él!

Derek se quedó unos segundos en el lugar, pero asintió con la cabeza y corrió por el mismo camino que el niño había hecho.

El problema fue que, entre el aroma de la gasolina y el ruido de la hora pico de la ciudad de Nueva York, no podía centrarse en un solo aroma o sonido para poder rastrear.

El suave aroma de un niño de cuatro años era demasiado confundible en la gran ciudad. Era casi como encontrar una aguja minúscula en un pajar gigantesco, imposible.

Derek recorrió varias calles, pero tuvo que volver a la veterinaria con las manos vacías y el aroma de la preocupación brotando por cada uno de sus poros. La cual fue peor al ver la mirada aterrada de Stiles y de toda la manada cuando regresó sin el niño.

Debían encontrarlo lo antes posible.

NOTA DE LA AUTORA:

#SinDramaNoHayTrama.
Me encanta dejarlos con el corazón en la boca y el alma a los pies. Perdonen, pero soy muy sádica en ese sentido. No lloren, mis babus, que esto aún no se acaba.

Dejenme sus amenazas de muerte e insultos acá.

En fin, sin más que decirles me despido deseándoles un buen resto del día y mandándoles muchos besos y abrazos para todos. Adiós mi linda manada.

Ultima Oportunidad #SterekAwardsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora