Por hoy

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Minho apenas pasaba por su segundo día en el cobertizo, Kibum por cumplir una semana. El blanco estaba harto del escándalo del primero. Al inicio había pensado que tal vez podría escucharle y con eso desahogarse juntos. Eran los únicos niños del lugar, después de todo.
Se equivocó al creer que los lamentos del alto se detendrían pronto. No se podía hablar con Minho, porque todo el día estaba perturbado en su propia mente, o llorando.

En esos días que llevaba, ya conocía bien a casi todos. Primero estaba Changmin, líder del grupo. Él y nadie más hablaba con el secretario Park, quien daba las ordenes recibidas por los dueños del territorio.
El moreno le había dado la bienvenida sonriente. Al inspeccionar el espacio, supo de inmediato que era quien les motivaba y mantenía la esperanza.
Él mismo le avisó que no debía hacer trabajos hasta que vinieran los patrones a ver su condición. Por ahora debía descansar, y esperar, así como en días anteriores, a ver si traían a otro más.

También estaba Junmyeon, un anciano silencioso que trabajaba tres cuartos, Kibum no sabia lo que eso significaba, tal vez era algún tipo de código entre los trabajadores. Aunque para él, alguien de esa edad, debería estar reposando desde hace mucho tiempo atrás.

Ademas de ellos estaba Hyeri, una joven de tez bronceada que inspiraba dedicación. Cada noche llegaba casi arrastrando su cuerpo y así se dejaba caer sobre el suelo. Hakyeon parecía ser amigo suyo, él era un poco mayor. También le veía llegar con enormes sacos hasta reventar de la cosecha de esa tarde.
Aun así Changmin le molestaba confesando que la chica resultaba con mejor desempeño en la mayoría de las inspecciones.

Por ultimo estaba Shingong, un hombre corpulento de quien en un principio el chico se había atemorizado. Sin embargo, era inofensivo, había tenido poca suerte, igual que los otros, pero solo eso.

En la cocina estaba Sunny, una mujer de sonrisa parsimoniosa. No como la Señora Boah, a quien no había vuelto a ver desde su único viaje con ella hasta los lindes del lugar. Sunny era diferente, era real. Incluso sabia que todos los sometidos le apreciaban.

Las condiciones para pasarla afuera, en ese amplio cobertizo adaptado en dormitorio comunitario, eran sin duda inapropiadas. Dormían sin nada que les cubriera, y el niño, en los cinco días que llevaba ahi, no había visto una sola vez en que los demás se asearan.
Él llevaba ese mismo pijama desgastado y gris de polvo, por lo que tampoco se quedaba atrás. Al menos la imagen de sus padres seguía intacta en su bolsillo. Era ese el único objeto que se sentía orgulloso de haber protegido.

Anochecía lento, Minho se enfrentaría a su segunda noche. Y así como la primera, tampoco les dejaría dormir esta ocasión con sus sollozos.
Kibum sabia que ninguno de los otros le llamarían la atención, pues sentían pena de ver a un niño inocente e indefenso desprendido de su familia de manera tan vil. Pero él, que compartía sus zapatos, sabia que no había justificación para ser una molestia. Esos primeros días claro que había estado asustado, tenia tanto miedo que en la noche le era difícil cerrar los ojos con el recuerdo de los rostros opacos de sus padres sin vida. Su único en esos momentos había sido Sunny quien le había hablado tan solo un par de veces para hacerle preguntas típicas, como lo era su nombre, su edad.

Pronto habían adoptado una relación familiar entre los dos. Maternal hacia el más joven y fascinación hacia la mujer. Kibum pensó que no le vendría mal el cariño de alguien como ella, amable y bondadosa.
Por eso es que el pequeño había mantenido la cordura esos tortuosos días de recluta, como había escuchado, le llamaban los hombres de dinero que les ordenaban hasta cuando respirar.

ESCLAVOS (Minkey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora