Baila conmigo

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Cumplirían los trece antes de darse cuenta que llevaban tanto tiempo bajo las reglas de los Cho. Claro que cada día era interminable, no deseaban más que salir. Pero pasaban rápido cuando se iban acercando entre compañeros. Cada que se apoyaban y se demostraban a ellos mismos que aunque no tuvieran a su familia y amigos, no estaban solo.

Están rodeados por un bosque de ginkgos sin hojas, a unos kilometros al sur se encuentra una desembocadura del Rio Han, congelada. El invierno está por llegar. Por esto, un mes antes, Minho y Kibum son enviados con su ficha de reconocimiento a por una caldera más grande para hacer funcionar el ondol* en casa.
La de Minho tiene el numero veintiocho, la de Kibum es veintisiete.
Así son identificados según el registro de los Cho. En veces es de ese modo como les llaman, aunque la mayoría del tiempo se dirigen a ellos por apellido.

Son unos once kilometros hasta llegar a la zona comercial, tal vez más. Tardarán toda la mañana pese a no detenerse, pues pausar no es una opción. La helada no les permitiría regresar y no había nada que les asegurara un camino libre de ladrones u hombres quienes maltrataran a inocentes como pasatiempo. Era suficiente con estar en el complejo de los Cho.

La casa de sus amos estaba situada en Guri, extremo este de la capital. Los niños deben hacer un recorrido largo, apenas una o dos veces habían caminado por ahí. Pronto esas serian sus nuevas rutas de diario, traer lo que les mandaban sus superiores, especias, papel de platino y salazones. Hoy llevaban una carreta para poder acarrear el pesado instrumento y hacer funcionar el sistema de calefacción. Debian ser eficaces, pues de ellos dependía la calidad en la que pasarían las heladas del congelado invierno tanto sus patrones, como sus compañeros de trabajo.

"Debemos ir más rápido" Dice Kibum jadeando, al mismo tiempo que se limpia el sudor con el dorso del antebrazo.

"¿Crees que podríamos escaparnos?" Cuestiona el otro despreocupado.

"¡Minho!" Le regaña el más delgado "No lo digas en voz alta, si alguien llegara a escucharte".

"No hay nadie por estos rumbos. Es un camino desierto".

"Lo dices tan seguro, como si lo visitaras con frecuencia. No debemos exponernos de esa forma" Kibum recordaba su primer recorrido acompañados de Hakyeon, el les había repetido ya cientos de veces de las precauciones que debían tomar. Y aun así parecía que el moreno no le había prestado atención.

"¿Quiénes son ustedes?" Les preguntó un hombre que parecía haber aparecido de entre la naturaleza muerta. Tenia ronca la voz, los sentidos nublados y talante violento. Estaba parado justo unos metros delante por ese mismo camino.
Llevaba botas de cuero, un cuchillo amarrado al costado y una botella en la mano izquierda. No parecía ser preso de nadie, pero de ser dueño y señor de una finca, no tendría nada que estar haciendo por esos rumbos sin un coche o compañía.

Kibum tragó saliva "Somos propiedad del Señor Cho" Dijo luchando por no titubear.

"Kyuhyun Cho" Bufó "Ese hombre no hace más que tirarse en cama y pretender que no abusa de un montón de sucios esclavos".

Minho hizo ademan de avanzar y Kibum, cerrando la boca, le hizo caso. No sintieron amenaza de  peligro, pero el hombre tenia todo el derecho de hacerles cualquier daño. Al menos ahí, así lo era.
No comprendieron su comentario, sabían que seguramente, debido a su condición, el hablaba sin filtro ni sentido. Sin embargo, estaban al tanto de que lo mejor era seguir moviéndose y evadir problemas. 

ESCLAVOS (Minkey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora