Sinceridad

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Minho despertó sintiéndose hambriento. Abrió los ojos casi por reflejo y encontró ahí tendido, en primera plana, a Bum. Recostado de la misma forma que lo hacía siempre. Con las piernas flexionadas y las palmas juntas. Como un niño rezando.

Tomó impulso con sus manos y se levantó en busca del desayuno. Olía a arroz y tierra húmeda, típico del amanecer. Salió del cobertizo encontrando a los mayores alrededor del fuego. Hoy sería un trozo de pan, arroz, y una porción de papas para cada uno. Le daría hambre temprano.

Saludaba a sus compañeros tomando su parte y asiento alrededor de la fogata cuando, de inmediato, recuperó una a una las memorias de la noche. Lo había olvidado sin algún motivo aparente, pero ahora que podía proyectarlas, cada detalle estaba ahí.
Él y Bum se habían..., ellos se habían... Dios tan solo de pensarlo se mareaba.

"Se te ha puesto roja la cara" Soltó Hyeri riendo, llevaba la pierna estirada y con vendaje, lo que confirmaba que todo en lo que estaba pensando había ocurrido de verdad.

¿Por qué parecía como si no hubiese sido él esa noche?
No estaba muy seguro, lo cierto es que estaba intimidado de sus propias acciones, y también de las de Kibum.
Estaba dispuesto a andar de nuevo adentro y encontrarle para ver el estado del mismo. Pero al dilucidarlo ya era tarde, Bum ya había salido. Se le perfilaban los ojos ligeramente hinchados y un semblante apagado.

"Buen día".

Su saludo fue contestado por todos los del grupo. Al encontrar su mirada con la de Minho se quedó ahí por un tiempo demasiado largo para tratarse de una mirada sin intenciones.
Le vio algunos segundos, sin quitar sus iris de los del otro. Min estaba expectante, pero terminó aún más confundido cuando le vio apartar la mirada y tomar asiento a un lado de Jongin, quién estaba del otro lado de la fogata.
¿Y ahora qué había ocurrido?, ¿estaba enojado acaso?

No, la distancia de Kibum tenía un motivo mucho más profundo que un simple disgusto. Además, él había sido quien había escapado de la abrumadora situación de ayer. Entre la vergüenza y el temor huía de vuelta al cobertizo dejando a un Minho sin mucho que decir con sus dedos suavemente tocando su boca.

Seguro le entró el arrepentimiento, fue lo que pensó el moreno. Y era cierto, pero no por ese motivo que podría verse como evidente. No fue nada como la pena, esa sensación de haber arruinado su amistad.
Kim había hecho una reflexión mucho mayor al contacto tan cercano al que habían llegado apenas la noche anterior. Pero era otro de sus tantos enigmas, que no podrían ser compartidos.

"Ahora si nos dirás quién es la afortunada" Insistió Hyeri con esa voz ruidosa que hacia al estar emocionada. Y en la cabeza de Min los labios esponjosos de Kim no pudieron escaparse. En realidad, es un él.

El barullo por parte de todos le hizo querer esconderse. Dios, Kibum estaba ahí, unos pasos delante. No quería que se enterase de cómo le habían dejado sus besos. No quería darse cuenta de que había sido tan defectuoso que Kibum prefirió no volver a intentarlo. Un momento, ¿por qué diablos estaba tan preocupado?

Entre todo el jaleo hubo alguien que pudo saber de inmediato lo que ocurría. Justo del otro lado de Bum estaba Jackson, quién permanecía callado todo el rato. En uno de sus momentos de observación pudo ver claramente como es que las orejas de Kibum se tinturaban de un bonito color carmesí, así como hace unas horas. Tenía la cabeza gacha al igual que Minho y eran los únicos en el grupo que parecían no divertirse de aquellas bromas e insinuaciones. Evidenciando su pequeña travesura.

ESCLAVOS (Minkey)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora