"Negociemos"

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Esa sensación de despertar y no poder mover un músculo de tu cuerpo, mis ojos pesaban, tal como si tuviese un yunque en cada parpado, envié la orden a mi cerebro de movilizar alguna parte de mi ser, pero era inútil... Entonces, de golpe abrí mis ojos, moví mi cabeza de un lado a otro, observé que estaba en la misma habitación donde había pasado este último tiempo en este apartamento, que era mi cárcel, prácticamente. ¿Cuánto tiempo había pasado, dos meses? No tenía idea, pero desde el momento en que decidí venir a vivir a este lugar no he salido ni siquiera a visitar a mis padres, ellos han venido dos o tres veces, junto a Itachi y Naruto, visitas rápidas, siempre están ocupados.

Me exalté abruptamente cuando desperté del todo, intenté moverme y no podía, fue cuando caí en cuenta que estaba amarrado, tenía mis extremidades atadas al copete de la cama.

–¡¿Qué coño es esto? – Grité, tratando de zafarme en vano, mis muñecas se marcaron y enrojecieron, ¿Quién fue? ¿Uchiha Madara? ¿Kabuto? –¡Tengo que soltarme! – Era todo lo que pensaba, no sé qué sucedía, pero fuese lo que fuese no tenía buena pinta. Me removía, intentando romper lo que me mantenía atado, pero era inútil. –¡Maldición! – Exclamé, el que sea que me haya atado, primero tuvo que drogarme, porque no sentí absolutamente nada, aparte de eso, los nudos estaban muy bien hechos, era casi imposible soltarme, tenía las muñecas a punto de sangrar, pero no podía quedarme sin hacer nada, esto se iba a poner feo, de eso no tenía dudas.

–Oh, ya despertó el pequeño Sasuke, parece que llegué justo a tiempo. – Escuché la voz de Madara ¡Maldita sea! Sabía que era él.

–¡¿Qué rayos te sucede?! ¿Por qué me amarraste? – Grité.

–¿Por qué asumes que fui yo, Sasuke? –Preguntó él con un tono sugerente que tanto me molestaba.

–¡Suéltame ya! – Exigí, viendo que mi posición realmente no era la más indicada para exigirle algo a alguien.

–¿Pero por qué estás tan molesto? –Preguntó, acercándose a mí.

–No te acerques idiota. –Dije entre dientes, mirándolo con odio.

–Ow... Pero mira esos ojos, son tan penetrantes, casi sentí como un escalofrío me recorrió. – Dijo burlón, acercando mucho más su rostro al mío, tanto que inhalaba su mismo aliento, que olía a alcohol y cigarros.

–¡Estás ebrio maldito imbécil! Suéltame, no sabes en qué te estás metiendo. – Le dije entre dientes, sin apartar la mirada, no le tengo miedo, aunque mi situación no fuese la mejor.

–Ay, el pequeño arisco está molesto...–Susurró sobre mis labios. – ¡ME EXCITA QUE TE VEAS TAN SUMISO Y REBELDE MOCOSO INSOLENTE! – Gritó, observándome a los ojos.

–¡No te tengo miedo maldito infeliz! –Le grité también.

–¿Y crees que yo a ti sí? – Me susurró en voz baja, con cierto tono lastimero. – ¡MOCOSO IMPERTINENTE! ¡Te enseñaré quien manda aquí! – Me gritó, alejándose de mí, cual psicópata.

–¿Qué quieres? ¡Habla! Negociemos. –Le dije, con el ceño fruncido, estaba tan molesto.

–Oh, el pequeño quiere negociar... – Susurró, caminando alrededor de mí. – Ahora, precisamente, cuando yo tengo el poder de TODO, quiere negociar... – Siguió diciendo en voz baja.

–¡Habla! – Le exigí, de pronto se movió de forma rápida y me tomó de las mejillas, tan fuerte que sentí como mi propia dentadura traspasó la piel interna, mientras acercaba su rostro al mío. –¡¿Te crees que soy idiota, pequeño hijo del demonio?! – Gritó, estaba molesto. – ¡¿Por qué no quisiste negociar antes de husmear en mis cosas maldito mocoso?! – Gritó de nueva cuenta, petrificándome y por primera vez en toda la noche sentí miedo. Me había descubierto.

Prohibida Seducción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora