- Venga, Justin, te toca. – mi hermano gritaba des de la otra punta del escenario. Los técnicos, las maquilladoras, nuestro manager, hasta big Rob estaba mirando. Jeydon acababa de hacer la voltereta hacia atrás. Ahora me tocaba a mí.
- ¿Qué pasa, tienes miedo, hermano? – se rió Chris.
- Cállate imbécil. – dije con una sonrisa irónica. – yo no tengo miedo a nada.
- A las arañas si.
- Bueno, a nada menos eso. – dije, y todos rieron. Me giré de espaldas y cogí impulso. Con la mano conté. Tres. Dos. Uno. Articulé las rodillas hacia abajó, tiré las manos hacia atrás y hice el pino puente del revés. Una vez. Bien. Otra. Con más impulso. Y lo último que escuche fue un ‘crack’.
- ¡JUSTINNNNN! – la voz de mi hermano me llenó la cabeza. - ¿Estás bien? ¡Levántate!
- No, no estoy bien. – me intenté levantar pero la espalda me dolía muchísimo. – *******, me ha crujido la espalda, no puedo levantarme.
- Oh dios mío, te haces mayor. – se rió Jeydon.
- No es broma, me duele muchísimo. – dije enfadado, ya que no era cuento.
- Bueno… - dijo más serio – llamaré a papá.
Me incorporé. Me costaba mucho moverme. Mi brazo derecho se había jodido también. Quizás un esguince. Joder. Ya nos podíamos olvidar del concierto. Papá llegó enseguida.
- Justin… - subió al escenario – intenta levantarte…
Yo me ayudé con el brazo izquierdo.
- Ahh… - gemí de dolor.
- Vale, vale, no hagas esfuerzos. – me pasó un brazo por detrás de la espalda. – vamos, te llevaré a un doctor muy bueno, privado, que conozco.
Yo no dije nada. La verdad es que ya era bastante penoso, que yo, Justin Bieber, después de tantas actuaciones y volteretas en el escenario, me caiga ahora y me haga un esguince en la espalda y en el brazo.
Papá me llevó hasta el coche. Me senté. O por lo menos lo intenté. Él en el asiento del piloto.
- No te preocupes, es el que me miró a mi el lumbago, es un hombre muy especializado. – él arrancó.
- De acuerdo… - lo miré preocupado – mañana…
- Ah no. – me miró mientras hacía maniobra para salir del aparcamiento – de eso nada jovencito, lo más seguro es que te hayas esquinzado la espalda. ¿y el brazo? Ya ni te lo digo, quizás roto. Tendrás que esperarte un mes, como mínimo, de recuperación para volver a dar conciertos.
- Pero… - protesté.
- Ni peros ni nada. No lo harás y punto.
- Papá ya soy mayor de edad.
- ¿y qué? ¿quieres estar sin recuperarte y joderte aún más?
- No… - termine rindiéndome, al fin i al cabo… un mes. – de acuerdo…
Él sonrió. Aparcó delante de un hospital. Salió.
- Espérate aquí.
- ¿Por qué?
- No puedes andar hasta allí. Será peor. Le diré que te venga a buscar con una camilla.
Estuve esperando como quince minutos, jugueteando con mis dedos, escuchando música. Hasta que mi padre picó en la ventanilla. Yo abrí la puerta.
- Hubo un problema… - dijo, arqueando la boca.
- ¿Cuál?
- No es un doctor… - sonrió un poco – se ve que se fue hace ya dos años a México, por cuestiones de faena y dejó a cargo a una compañera suya, aquí, en los Ángeles.
- ¿Compañera? – dije. Y entonces es cuando vi aparecer, a una chica con una camilla. Se acercó.
- Haber que le pasa a este chico. – Dijo simpática. Me sonrió, una sonrisa tan preciosa… nunca había visto una mujer tan… no había palabras para describirla. Llevaba una bata blanca. Nunca me había fijado en que las batas de medico pudieran quedar tan y tan bien… Una blusa azul, que dejaban mucho a imaginar ya que no tenia escote. Una falda negra, por encima de la rodilla. No llevaba medias, pero tenía las piernas preciosas. Y unos tacones altos y de charol. Y oh dios mío… ¿Cómo sería la imagen de verla solo con esos tacones? Ya Justin… no pienses eso… Sin darme cuenta, ya tenía su brazo, pasándolo por detrás de mi espalda. - ¿te llamas Justin, verdad? – dijo sin dejar de sonreír. Yo solo asentí, tragando saliva. Creo que hasta me ruboricé. No sabía que decir. – Bueno… bien, encantada. Tendrás que ayudarme, yo sola no puedo contigo. – volví a asentir y hice fuerza para bajar del coche. No quería que ella me cargara. – Tampoco te dije que hicieras tanta fuerza. Anda túmbate. – me tocó la mejilla. Yo me tumbé.
- No te preocupes Justin. Me han dicho que es tan buena como el antiguo doctor privado. - me susurró papá. Y es que de eso, no cabía duda. Igual de buena o más.
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