Pensé que se lo tomaría a mal. Pero no… ella acercó su rostro al mío. Rozó sus labios con los míos. Y al fin los juntamos. Todas aquellas sensaciones que me había hecho sentir antes, habían desaparecido. Pero aproveché el momento. Ella entrelazó su dulce lengua, aun con sabor a Baileys, con la mía. Su pelo seguía encantándome, pasé mis dedos por sus largas extensiones. Al fin se separó.
- Venga Justin… - dijo casi a centímetros. – tenemos que asumirlo… ya no es lo mismo…
- Lo sé… - le sonreí. – pero aún así, gracias… ¿Me invitarás a la boda, supongo?
- ¡Claro, tonto!
- Será fantástico verte con el vestido. – ella se rió.
- Y a ti de negro y bien mudado.
- Venga… - me reí – vámonos a la fiesta, estarán buscándonos. – aun que dudaba que mis hermanos me estuvieran buscando, Miley y yo nos dirigimos a la fiesta.
Hacía tiempo que no veía a mucha gente de allí. Justin estaba más alto, más maduro, a sus veinte… Ashley se había casado con Scott, y se había dejado el pelo largo y moreno. Vanessa aún hacía barriga, por el bebé que tuvo con Zac. Selena se había cortado el pelo de nuevo… aun que con ella ya no me llevaba tanto trato después de lo sucedido de la última vez… Demi… mi futura cuñada seguía igual de guapa, pero la veía cada semana, más o menos… y así mucha más gente. La fiesta transcurrió. Rápidamente se hicieron la una de la madrugada. Tenía la cabeza como un bombo de tanta música house. Busqué a Chris.
- ¡Hey, Chris, Chris! – le toqué el hombro, él se giró. Y por su aspecto, no estaba nada bien. – has bebido. – suspiré. – Yo me voy para casa, esto ya está desmadrado.
- Si, si… - para mí que no sabía en esos momentos ni quién era.
- Te cojo el coche, ¿he? Tú y Jeydon ya volvéis con el de Demi.
- Que vale…
Le cogí las llaves y me dirigí hacia a fuera. Oh, lo que faltaba. Llovía. Bueno. Tenía el coche en frente, no me mojaría. Me metí en el piloto, rápido. Llovía mucho… Empecé a conducir dirección a la casa de mis padres.
Hoy no podría terminar la mudanza... y encima por la mañana me quedé dormido en mi habitación de la casa de mis padres… Seguí conduciendo. Las calles estaban casi desiertas. El parabrisas seguía yendo de un lado para otro, apartando las gotas de agua de mi vista, para que tuviera una imagen clara de la carretera. En la acera de la calle de la izquierda pude distinguir una sombra, que a medida que me fui acercando con el coche se aclaró. Llevaba un minivestido azul eléctrico, todo empapado. Los tacones y el bolso, blanco. Bajé la ventanilla.
- ¿Qué hace esta señorita sin paraguas y sola a estas horas de la madrugada? – dije sonriendo. –
Anda, _______, sube.
Ella se giró. Su esplendida melena estaba pegada en la piel por el agua.
- Oh,Justin … - se sorprendió – que… casualidad… Es que acabo de salir de una fiesta… y no sabia que se iba a poner a llover… y no vine con mi coche… pero no pasa nada… mi casa… está a treinta manzanas, solo – solo, dice…
- Bueno… no hace falta que te excuses, sube. – sonreí. Ella dio la vuelta y se subió al copiloto.
- Te mojaré todo el asiento… - dijo, tirando de su vestido para no mostrar tanto esos bellos muslos, por los que yo moría en instantes.
- Da igual. – sonreí. - ¿Qué te parece si te llevo a mi casa? Solo está a dos manzanas.
Ella suspiró.
- No quiero ser molestia…
- No lo eres. – sonreí. – te estoy invitando yo.
- Entonces… - aún se lo pensó.
- Tengo nubes para el chocolate desechó… - sonreí y le guiñé el ojo – si te gustan…
- Vale, me has convencido – ella sonrió. Era preciosa. Cambié de dirección. Estaba claro, que no la llevaría a la casa de mis padres. Así que me dirigí a la mía.
- Oye… no te asustes, abrá cajas por el medio… es que estoy de mudanzas…
- No pasa nada. – sonrió – mientras sea confortable, a mi me vale. – se rió.
- Lo es, lo es. – más de lo que te imaginas, cariño…