Tumbado en la camilla y ella la iba empujando hasta el hospital. Y no sabía las vistas que tenia des de ese punto, madre mía. Me quitó de mis pensamientos.
- Y bien, ¿Sientes mucho dolor? - preguntó mirándome, mientras entrabamos en el hospital.
- Bastante… - intenté sonreír.
- ¿Cómo te lo hiciste? – dijo levantando una ceja, algo graciosa.
- Haciendo volteretas hacia atrás… - le contesté avergonzado.
Ella se rió y negó con la cabeza.
- Katy ya estoy aquí, me tendrás que preparar la sala de radiografías. – dijo al entrar, mientras me llevó a una de las habitaciones, supongo. – Jeremy, usted quédese en la sala de espera, tendré que visitar a su hijo.
Papá asintió con la cabeza y se sentó en una de las sillas en la sala de espera, mientras cogía una de las revistas de cotilleo de encima de la mesita. Ella entró en la puerta número ocho. Traumatología. Yo no me intenté levantar de la camilla. Ni ella me lo mandó. Intenté leer su tarjeta de la bata. Dra. ______ ______. Se inclinó hacia a mí. Se agachó y quedó a mi altura. Me miró sin decir nada y sonrió. Simpatiquísima. Y tenía unos ojos color verde preciosos. Le dio a una palanca de debajo la camilla y esta subió automáticamente hacia arriba. Se levantó.
- ¿Puedes darte la vuelta? – preguntó. - ¿O mejor te ayudo? – eso me gustaba más.
- Me duele… - hice algo de cara de pena – mejor ayúdame, por favor.
Ella asintió y cogiéndome de la bajo espalda y de la cadera me ayudó a ponerme bocabajo. Palpó la espalda. La verdad es que el dolor había saciado pero me encantaba que me tocase.
- ¿Te duele aquí? – iva preguntando, y llegó a la parte del hombro - ¿y aquí?
- Au… si…
- Lo siento, ¿te hice daño?
- No, no pasa nada mujer…
- Bueno… quítate el jersey, por favor… - dijo ella. - ¿o te ayudo?
Creo que me sonrojé. Era una mujer directa, especializada y centrada en su faena. Y supongo que no pensaba en nada más.- Supongo que ya puedo. – me incorporé y me quité el jersey. Gemí un poco porque tuve que gesticular el hombro y el brazo que me dolía.
- Espera, te ayudo. – ella cogió del jersey y me lo terminó de quitar. - ¿también te duele el brazo?
- Si…
- Veamos… - ella me lo cogió, mis músculos se tensaron enseguida y el roce de sus dedos me puso la piel de gallina. Y rezaba porque uno de esos músculos no se tensara… - Parece que tienes un esguince en el brazo… por lo del hombro… - se puso detrás de mí, subida también en la camilla y me acarició con delicadeza el hombro – solo dolorido por el golpe… - volvió a palpar algo mi espalda. – ¿te duele aquí abajo? - dijo tocándome la zona lumbar.
- Un poco… - mentí.
- Haber… - apretó y aflojó haciendo una especie de masaje - ¿sientes alivio? – dijo aumentando el ritmo de las caricias.
- Si, si… - tendría que evitar gemir, pero tenía unas santas manos…
- De acuerdo. – bajó de la camilla. – Vuélvete a tumbar.