Capitulo 4

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- A ti. – dije, embobado mirando el sensual movimiento que hacía con sus labios y con su lengua en el bolígrafo. Ella rió. Pasó una mano por delante de mí.

- ¿Justin? – volvió a reír y dejó de juguetear con el bolígrafo. – dirás que prefieres que te haga yo la rehabilitación ¿no?

- Si, si, eso… - me desperté de mis pensamientos.

- ¿En tu casa o en la mía?

- ¡¿Qué?! – me asusté y el corazón se me aceleró de golpe. - ¿Qu… que dijiste? – la miré en los ojos.

Ella suspiró y apoyó la espalda hacia atrás.

- Me refería a la rehabilitación, no a lo que tu estuvieras pensando, pervertido… - me sentó mal el insulto, sobretodo viniendo de ella, no sé por qué.

- C… como quieras… - le dije aún tartamudeando.

- Entonces, si no es ninguna molestia, será mejor en la mia, tengo todo el equipamiento allí…

- Claro, ya vendré yo…

- Toma… - se sacó una tarjeta de el bolsillo – este es el teléfono del hospital, pero aquí te apunto mi dirección y mi numero de móvil ¿vale? – me sonrió mientras apuntaba y luego me alcanzó la tarjeta. – entonces nos vemos a las ocho el miércoles que viene.

- Si… - yo me levante y sin pensarlo no dude en hacerlo – gracias, guapa. – le di dos besos. Y me fui, a duras penas por qué me dolía mucho la espalda. Me imagino su cara. Sorprendida. Sonrojada, quizás… y sabia que me estaba mirando, mientras me marchaba. De la forma en que me miró cuando quedé en bóxers… se acordaría de mí, esta doctora. Y tanto.

Salí a fuera, papá me esperaba, levantado.

- ¿Y bien?

- Nada, dentro de una semana tengo que ir a su casa a hacer rehabilitación. Tengo que ir a comprar… Oh espera… - me había dejado el papel dentro de su despacho.

Fui a abrir la puerta, pero para mi sorpresa… seria su turno de descanso… y se estaba cambiando. De espaldas a mí, pude ver su sujetador negro. Ahora sí que me excite… Demasiado. Me quedé allí, apoyado en la puerta entreabierta. La vi por el espejo. Un perfecto sujetador que aguantaba unos perfectos pechos. Y un vientre plano. Me empalmé, sin quererlo. Y ella me vio. Nuestras miradas se cruzaron por el espejo. Sonrió. Picara, como nunca me había sonreído una chica.

- ¿Olvidaste algo? – se giró un poco, cogiendo el jersey que se iba a cambiar.

- Amm… si, lo siento…

- Pasa…

Di dos pasos, dejando la puerta ajustada.

- Me dejé… - _____ se giró y cogió el papel de la farmacia. Luego me lo alcanzó.

- Toma. – y otra de sus sonrisas… Me tapé la erección con la chaqueta, intentando disimular mi calentura.

- Yo… lo siento… de verdad… mejor me voy…

_____ no dijo nada. Joder, pensé que llegaría al punto de que me sangrara la nariz. Cerré la puerta aun que miles de pensamientos invadieron mi cabeza. Y en todos, aparecía ella.

Hasta las trancas por mi doctoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora