Capitulo 3

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- ¿Boca arriba? – pregunté.

- Si… - dijo sonriendo de nuevo.

Se puso el fonendoscopio y unos guantes. Se acercó a mi y puso el aparato frio en el pecho.

- Inspira y expira lentamente. – dijo y me miró. Yo lo hice. Ella entrecerró los ojos y se puso de cuclillas de nuevo. Movió el aparato alrededor de mi cuerpo. Mis músculos se volvieron a tensar. Suspiré, sin darme cuenta. – Ah, ah… no, hazlo bien. – dijo moviendo el dedo índice – no se vale suspirar. – me guiñó un ojo. Yo seguí el ejercicio. Me fijé que había dibujos pegados en la pared. Este sería su despacho, donde atendía a las personas. Eran dibujos de críos. Me fijé que la mayoría eran del 2010. Hace ya, cuatro años. Ella era joven…

- ¿Cuántos años tienes Justin? – dijo, levantándose, y se puso a teclear algo en el ordenador.

- Veintidós. – ella se rió. - ¿de qué te ríes? – pregunté curioso.

- De que, chicos ya tan mayores, no se hacen esguinces haciendo… volteretas.

- Estaba ensayando…

- Ah… - dijo, riendo. Quizás no me creía, o quizás pensaba que era un inmaduro…

- ¿Y tú?

- ¿Yo qué? – dijo sin quitar la vista del ordenador.

- ¿Cuántos años tienes? – me iba a poner el jersey, aun que me había visto sin la parte de arriba, tenía algo de vergüenza.

- No te vistas, mejor quítate los zapatos y los pantalones, tendrás que ir a hacerte una radiografía, tengo que ver si realmente es un esguince.

- Vale, pero contéstame.

- ¿Perdona? Yo tengo que saber los datos de mi paciente, tu de tu doctora no.

- Mmm… yo te pongo mi edad. – dije sin hacer caso de lo que me había dicho.

Ella sonrió, bajó la vista y suspiró por la nariz.

- Tengo veinte.

- Ui, casi. – sí, era joven. - ¿entonces cuando empezaste a estudiar traumatología?

- A los dieciséis. – eso me daba coraje, y sentía… orgullo ajeno. Imaginarla a los dieciséis, estudiando duro para sacarse una carrera de medico… ¿y yo a los dieciséis que hacia? Dar conciertos, ir a firmas…

Porque no hube conocido una persona así… organizada, orgullosa de su faena, centrada. Durante todos estos años he salido con chicas con las que no he durado más de un año y he tenido que tratar con Jeydon y Chris… dos niños. Y eso que son más mayores. Reí por mí mismo.

- ¿Te hace gracia?

- No, no, al contrario. Está muy bien. – ella sonrió y siguió tecleando, hasta que la impresora empezó a imprimir algo. Si. Era exactamente lo que yo necesitaba. Una mujer madura. Y sobre todo, que no busque la fama o el dinero…

- Bueno, Justin.

- Llámame Justi.

- No somos… colegas. Somos doctora y paciente, JUSTIN. – sonrió irónicamente. – toma, tendrás que ir a la farmacia y comprar esto. – me alcanzó el folio que acababa de imprimir, con su firma y algo que había puesto. Y dicen que los médicos tienen mala letra… pues la suya era redonda y bonita.

- De acuerdo.

- Ahora ven. – la seguí hasta una sala.

- ¿Me tengo que quitar… los pantalones?

- Si. – sonrió de nuevo.

- Ok…

Me quité los pantalones y los dejé en una silla. Ella me miraba.

- Ammm… - se volteó. – Bien… ponte… ponte… ahí. – me puse delante de una maquina. Ella salió y me hizo la radiografía. No sé porque pero su mirada hacia a mi me hizo sentir… bien. ¿Qué habrá pensado, en verme en bóxers?

Al poco rato, vino con esta, en la mano.

- Como suponía, tienes un esguince en el brazo. Ahora te lo inmovilizaré con unas vendas. No puedes coger pesos, no puedes hacer esfuerzos y tienes que reposar.

La seguí de nuevo hasta la habitación de antes.

- Ya… puedes... vestirte. - Dijo lanzandome una ultima mirada ¿era yo o estaba algo sonrojada?. Quizás no sonrojada, pero si tenía calor, se quitó la bata y se abrió los primeros botones de la blusa azul. Luego se recogió la melena castaño clara en una cola. Todo le quedaba bien. Vino de nuevo hacia a mí. Como llevaba manga corta, no le costaría vendarme. Después de hacerlo me senté en la otra parte del escritorio, donde me mandó ella. – Veamos… esto cuando lo desenvendemos, te va a doler, igual que la espalda, dentro de unos días sentirás como te cruje y te duele la zona lumbar. – jugueteaba con el bolígrafo, entre sus labios carnosos… oh dios mío, era una chica excitante… sin duda. - Entonces, tienes dos opciones, te dejo escoger. – apartó unos folios y hizo un gesto con las manos, mientras decía algo que me encantó: o dentro de una semana de reposo para tu espalda, vienes y en el hospital te hacen rehabilitación, aun que es una sala publica y habrá mucha más gente, o te lo hace un doctor privado a domicilio, en este caso yo. ¿Qué prefieres?

Hasta las trancas por mi doctoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora