6: La revelación de Iana

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La rojiza sangre resbalaba de sus pequeñas y no tan inocentes manos, ensuciando el suelo de madera con el espeso líquido. Sus enormes ojos ámbar resaltaban con la única luz que albergaba la pequeña y lúgubre habitación.

Las telas de arañas resplandecían con la parpadeante llama de la luz de la lámpara creando sombras siniestras a todo objeto que habitaba en el lugar y la más funesta de todos era Iana que me observaba con éxtasis con su infantil rostro triturando con sus delgados dedos el cadáver del indefenso felino.

El crujir de los huesos crepitaban en mis tímpanos produciéndome nauseas. A pesar que, la lámpara de querosén de mecha desprendía un leve calor que inundaba toda la habitación, mi cuerpo se estremeció ante el frío invernal que recorría la casa internándose por los orificios más pequeños, su frialdad penetraba mis huesos produciéndome temblar sin consuelo, no sé si por el frío o por el miedo.

–Se tu secreto –informó Iana arrancando con calma mechones de pelo al indefenso animal.

Me sentí aliviada al saber que el gato no sufría en vida.

Escuchar su voz me tranquilizo, si había comunicación entre nosotras, tal vez podría convencerla de que seamos amigas, tal vez. No sabía de lo que era capaz de hacer, sólo era una niña ¿Por qué temía por mi vida? Nunca hemos intercambiado palabras ¿Cómo sabía de mi secreto? ¿Qué secreto esta insinuando? Yo no tengo secretos.

–Todos tienen secretos, Adelia –aclaró con su débil voz ante mi pregunta como si me leyera la mente. –Y yo se el tuyo.

Iana deposito con rudeza sobre la única mesa el cadáver del gato para observar, minuciosamente, mi expresión ante su tan irrelevante opinión.

Mi vista iba de sus ojos, que me observaba con desdén, a sus manos que arrancaban el pellejo del felino con facilidad como si fuese una experta en ese oficio o tal vez sea porque su padre es carnicero; quería pensar lo segundo.

–Tú eres diferente a nosotras –expresó con su gélida voz, sus labios apenas se movían y sin embargo lograba captar cada una de sus palabras. –No eres quien dices ser ¡Eres otra! –sentenció con rudeza cercenando la cabeza del felino con un cuchillo de carnicero que, seguramente, se lo arrebato a su padre.

Intenté mantener la calma. No tenía en claro de lo que Iana hablaba y me daba miedo preguntar, sobre todo cuando me encontraba encerrada en una habitacion com una niña con problemas mentales.

–Tu madre morirá esta noche y tú... –exclamó con odio y ya no fui capaz de escuchar más sus palabras porque en el instante en el que me informó de esa noticia, escuché el grito de terror de mi madre que provenía del ático de la casa.

El Secreto De AdeliaWhere stories live. Discover now