Capítulo Uno. Esclavitud

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Ella lo sintió, esa gran polla entrando en ella y fue delicioso. Todo el día había estado de un lado a otro cumpliendo con sus labores en el castillo, al ser un día dedicado a temas de guerra, todos habían estado muy ocupados, aunque eso no impedía que tocaran sus pechos cuando les llevaba comida y vino, acariciaban su coño, rozaban su clítoris y hasta metieron algunos dedos en su vagina, que sólo lograron ponerla caliente y mojada, pero ahora habían terminado las conferencias de guerra y los hombres, comandantes, generales, políticos y su majestad el rey del planeta Retar y su hermano menor Batus, habían decidido celebrar el éxito de sus campañas de conquista, los que significaba que se dispondrían a disfrutar de las esclavas.

Y Batus estaba disfrutando de ella. Kara estaba sobre la mesa del comedor, desnuda, con las piernas abiertas y Batus entre ellas.

A pesar del ruido del gran salón, de las risas y los gemidos y gruñidos de placer, ella sólo podía escuchar a Batus diciéndole que tenía el coño más apretado y húmedo que hubiera poseído en todos los planetas que había visitado. Mientras le pellizcaba los pezones y metía su polla más adentro en un ritmo frenético, fuerte y exquisito. Cada golpe de su polla en ella la hacía gemir muy fuerte, lo cual no era un problema si consideraba que todas las mujeres presentes estaban en la misma condición.

Se sentía eufórica, con esa polla dura y grande dentro de ella, machacándola con fuerza, mientras esté macho increíblemente atractivo y fuerte besaba su cuello y chupaba sus pezones. Cada beso, cada caricia, cada mordisco en su cuello y cada empuje dentro de su coño, la acercan más al orgasmo que le han negado todo el día.

Estaba tan húmeda que cada empuje dentro suyo era fluido y profundo y lograba la fricción perfecta para hacerla temblar de placer, sentía el sudor en su cuerpo y en el de Batus, podía sentir que estaba más y más cerca de correrse tan fuerte como lo había esperado el día entero.

―Eres una delicia Kara, sigue así, me aprietas como nadie, eres la mejor esclava de todo el harem de mi hermano. ―Kara podía sentir la presión construyéndose en su cuerpo, estaba a punto de estallar.

Batus se movía más rápido, más fuerte, más profundo, gruñía como un animal salvaje, la sostenía de las caderas para mantenerla firmemente contra él y tocó su clítoris, solo fue una caricia pero fue suficiente para hacerla llegar con un fuerte gemido que resonó en su pecho, temblaba sin control, podía sentir cómo su cuerpo se tensaba y el placer se alargaba y la recorría entera. El general seguía penetrándola con fuerza, lo que hacía su propio orgasmo aún más largo gracias a la ininterrumpida estimulación; el placer casi dolía pero se sentía tan bien.

Finalmente, sintió como Batus se corría dentro de ella, lo escuchó soltar un gruñido profundo, mientras se metía en ella con fuerza una última vez y la sostenía con tanta fuerza que ella sabía que iba a tener las marcas de sus manos en sus caderas, pero no le importaba, no era nada nuevo para ella.

Cuando Batus saco su polla de su temblorosa vagina y lo miro a los ojos supo que él aún no había terminado con ella, conocía perfectamente la mirada de puro hambre en los ojos de un hombre y los de Batus decían mucho.

―Esta noche te quiero solo para mí.

―Como ordene, mi señor.

―Me apetece comer lo que me trajiste, se ve delicioso.

Batus la bajo de la mesa, la sentó sobre su regazo con las piernas abiertas, y ya que estaba desnuda, él tenía acceso completo a su cuerpo que aún era recorrido por los temblores pos orgásmicos que Batus aprovechaba para atormentarla mientras pasaba sus dedos por su clítoris y llego a meterlos en su sensibilizado coño, apretaba sus pezones, pasaba sus dedos, por la cara interna de sus muslos, muy cerca de su clítoris, pero solo lo tocaba cuando le apetecía, para luego seguir comiendo y hablando con los hombres que lo acompañaban a la mesa y se olvidaba completamente de ella dejándola ansiosa de más.

Esclava Del PlacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora