Capítulo Tres. Encuentros

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No sabía cuánto tiempo había pasado, pero había amanecido hacía mucho tiempo. Finalmente podía moverse, al parecer el efecto de lo que le habían disparado había pasado, pero su cuerpo entero dolía. La noche anterior en su afán de huir del enfrentamiento se había hecho cortes y raspones con la vegetación, además del fuerte golpe que sufrió cuando cayó del árbol en el que intentaba pasar la noche y que le había dejado un gran moretón en su brazo y pierna derecha; no había podido atender ninguna de sus lesiones, la habían encerrado en la celda y se olvidaron de ella. Y aún seguía esperando, la celda tenía una pequeña ventana que permitía que entrara la luz, pero no veía nada más que el paisaje de color purpura intenso. No sabía que pretendían hacer con ella, pero no podía negar el miedo que la recorría entera.

Sus pensamientos fueron interrumpidos cuanto la puerta se abrió y un hombre alto, con uniforme entró en la celda.

―Vamos, te esperan esclava. ―Dijo mientras tomaba el brazo de Kara y tiraba de ella fuera de la celda.

***

Kara se encontraba de pie en el centro de una lujosa y espaciosa habitación. Varios hombres se encontraban de pie alrededor de una mesa, mientras revisaban los documentos sobre esta.

―Mi rey, aquí está la esclava. ―anunció el hombre que la había sacado de la celda.

Kara se quedó sin palabras al ver al hombre que ahora caminaba hacia ella, como si fuera el dueño del universo.

El rey de Hiark era muy alto, más incluso que el rey de Retar o cualquier otro hombre que hubiese conocido antes, e increíblemente fornido. Obviamente no era un hombre que se quedaba en la seguridad de su trono, mientras otros luchaban por él y la prueba de ello eran las gruesas cicatrices en sus brazos. Su piel era de un hermoso tono bronceado; su cabello era negro y grueso, pero se veía suave y brillante para Kara. Poseía unos ojos negros tan profundos e intensos que la estudiaban como si fuera un misterio a resolver. Era un hombre impresionante que irradiaba un poder tan apabullante, que no Kara no entendía cómo no estaba sobre sus rodillas pidiendo clemencia. Aunque aún era pronto, tal vez terminara exactamente de esa manera, pidiendo por su vida.

―Gracias Elron. ―Dijo dirigiéndose al soldado y provocando un estremecimiento en el interior de Kara, ante el grave e hipnótico sonido de su voz.― Así que ésta es la esclava. No veo porque tanto alboroto por ella, parece un animal salvaje.

―No seas tan duro primo, si ves debajo de toda esa suciedad y heridas, parece una cosita apetitosa, no me negaras que tiene una figura muy llamativa.

Argumentó un hombre muy guapo, casi tan alto como el rey y con el cabello igualmente negro; eran muy parecidos, a excepción de los ojos, este hombre tenía ojos de un intenso azul, sin mencionar que tenía una expresión más relajada y amable, nada que ver con la expresión fría de su primo, el rey. Aunque a juzgar por su musculoso cuerpo, también lleno de cicatrices y la cantidad de armas que llevaba encima, no debía ser muy amable con sus enemigos.

― ¿Tanto como para que Batus, casi se hiciera matar por recuperarla? No lo creo Kell. Ninguna esclava, por más hermosa que sea, vale la pena el riesgo y no veo que ésta sea extraordinariamente bella. Había esperado a una mujer deslumbrante, especialmente si destaca lo suficiente como para que Batus se encapriche con ella de entre todas las esclavas que tiene el miserable de Lascanr en su harem.

Kara nunca había escuchado que nadie llamara al rey de Retar por su nombre y menos que lo insultara; todos tenían demasiado miedo de él para arriesgarse a ser descubiertos faltándole el respeto; hasta Batus se refería a su hermano con más reverencia. Evidentemente en Hiark, no eran susceptibles al terror que el rey de Retar infundía a todos los que se encontraban bajo su mando.

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