Capítulo Diez. Un Nuevo Día

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Kara se despertó al sentir como Arnaud salía de su cuerpo. Habían dormido la noche entera juntos, con Arnaud muy dentro de ella. Pero cuando llamaron a la puerta, él se levantó y fue a atender a quien tocaba.

Kara se sintió vacía sin él, abrió los ojos y vio que ya era de día. De pronto se sentía fuera de lugar. La noche anterior se había permitido disfrutar de Arnaud, pero a la luz de la mañana se sintió de nuevo como la esclava de siempre. Recordó que el hombre con quien había dormido, era un poderoso rey y se sintió tan insignificante, que supo que no podía permanecer allí y enfrentarlo.

Con cuidado se levantó, probando sus piernas, que aún estaban algo débiles. Logró levantarse y al ponerse de pie, el semen de Arnaud se deslizó fuera de su vagina hasta sus muslos, recordándole la pasión que habían compartido la noche anterior.

Ignorando el anhelo que surgió en su pecho, levantó su vestido del suelo y notó que estaba roto, gracias a que Arnaud lo había arrancado de su cuerpo la noche anterior. Se lo puso e intentó cerrarlo y se dirigió a la puerta que llevaba a la oficina para salir de allí.

― ¿A dónde crees que vas?

La voz de Arnaud la detuvo a medio camino. No estaba segura de que debía hacer, pero no podía ignorarlo. Lentamente se giró y lo encontró en el centro de la habitación, vestido solo con unos suaves pantalones y nada más. Se veía tan masculino y atractivo que quiso meterse de nuevo a la cama con él, pero no era posible.

―Voy a mi habitación, mi rey.

― ¿Mi rey? ¿Volvemos a eso? Pensé que ya había quedado claro de quiero que me llames por mi nombre... especialmente después de anoche.

Kara no respondió y evito mirarlo a los ojos. No estaba segura de cómo debía tratarlo a la luz de la mañana.

―Mi rey, yo...

―Arnaud, dilo.

Kara dudo, pero cedió a lo que claramente había sido una orden.

―Arnaud, no estoy segura de que significó lo de anoche, pero soy una esclava y sé que mi lugar durante el día no es la cama del rey, tengo que ir a prepararme para trabajar.

Arnaud frunció el ceño, evidentemente no estaba feliz con lo que le había dicho.

―Creo que tengo que repetirte lo que dije anoche, ya que pareces no recordarlo. Te amo Kara, para mí no eres una esclava y aunque lo fueras, aún te amaría. Mi vida es más feliz desde que tú apareciste y paso los días en esa oficina, solo para tenerte cerca. Así que estás muy equivocada si crees que voy a permitirte alejarte de mí, especialmente después de lo de anoche.

―No sé si...

Arnaud la interrumpió y camino hasta llegar a ella.

―Eres mi mujer Kara, desde el momento en que me besaste y te entregaste a mí, te convertiste en mi mujer y la única forma en que te deje ir es que ahora mismo me mires a los ojos y me digas que no me amas. Así que vamos, mírame y dímelo.

Kara no había esperado esa reacción de Arnaud, ni tampoco ese ultimátum. Su corazón se saltó un par de latidos ante la duda sobre que debía hacer. Definitivamente no era capaz de verlo a los ojos y decirle que no lo amaba, porque sería una mentira. Y no encontraba un motivo de peso para rechazarlo, más allá del miedo a terminar con el corazón roto. Pero rápidamente decidió que un hombre como Arnaud, valía la pena el riesgo.

―Yo no puedo decirte eso, porque te amo.

La increíble sonrisa de Arnaud la deslumbró. Nunca lo había visto así, completamente feliz y aliviado, como si le hubiese quitado un gran peso de encima.

Esclava Del PlacerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora