Capítulo 13

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-Así que ahora, además de todo lo que ya pensaba sobre mí, que, seamos sinceros, ni era poco ni bueno, también se piensa que me acuesto con el chico del correo – terminé de contarle a Álvaro y a Inés.

-¡Pero eso es perfecto! – gritó Inés. Cuando una señora la mandó callar, bajó el tono de voz – Justo lo que yo os dije. Enredos, enredos y más enredos y luego ¡pam! – pegó una palmada en la mesa que le valió otra regañina de la señora – Juntos para siempre.

La miré como si fuera un bicho raro. Y repugnante.

-¿Es que no me has oído? Se piensa que soy una alcohólica, ninfómana, esquizofrénica, que chupo los suelos y tengo hemorroides – enumeré.

-No te olvides de agresiva – me ayudó Álvaro, recordando el episodio de la peluca.

-Y agresiva, gracias – volví a mirar a Inés – No soy la joya de la corona, precisamente. ¡Ni en mil años me tocaría!

-Hombre, con un palo... - añadió Álvaro.

Nos quedamos los tres en silencio. Miré a mi alrededor, pensando que la situación y el entorno acompañaban a mi estado de ánimo.

Estábamos los tres en el hospital, esperando a que a Álvaro le dieran su primera sesión de quimio. Nos habíamos levantado muy pronto por la mañana y le habíamos acompañado a que se hiciera todas las pruebas necesarias antes de cada sesión. A mi jefe me limité a mandarle un email diciéndole que no podría ir por la mañana por asuntos personales. Podía ser un cerdo para muchas cosas, pero cuando le empezabas a hablar de algo "personal" en seguida se ponía nervioso y te daba el tiempo libre que necesitaras.

-Álvaro, ya puedes pasar a la habitación – una enfermera se acercó a nosotros y le regaló a Álvaro una sonrisa inmensa. Daba gusto ver cómo le apreciaban.

La seguimos hasta la habitación dónde iba a estar Álvaro durante la sesión y nos sentamos en el sofá, mientras él se sentaba en la cama.

-¿Va a venir el doctor Clooney? – pregunté, intentando sonar despreocupada.

Álvaro se volvió hacia mí rápidamente.

-Ana, te prohíbo que te acerques a él – me advirtió.

-¿Por qué? – me quejé –Tú tienes a Pedro e Inés tiene a Jacobo. Yo no tengo a nadie.

-¿Qué por qué? – me preguntó genuinamente sorprendido – Pues porque parece ser que cada tío al que te acercas sale corriendo más rápido que Usain Bolt – levantó una mano haciéndome callar cuando quise decirle que me parecía un poco grosero insinuar que alguien batiría un récord mundial de velocidad sólo para escapar de mí – Y necesito a Clooney durante todo el tiempo que dure esto.

-Pensaba que lo querías porque es guapo –le dijo Inés.

-Eso también – admitió Álvaro.

-No puedes impedírmelo – le dije en plan chula.

-Ponme a prueba - me contestó él en plan amenazador.

La tensión se podía cortar con un cuchillo, así que Inés optó por hacer lo que mejor se le daba, intentar poner paz entre los dos.

-¿Por qué le llamáis doctor Clooney? ¿Cómo se llama en verdad? – preguntó a nadie en particular.

Álvaro dejó de mirarme y se volvió hacia ella.

-No quieres saberlo – le dijo.

-Claro que sí, si no no hubiera preguntado – contestó ella.

El Príncipe Verde también existe - ISABEL DAGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora