Si me hubiera visto en ese entonces, definitivamente me reiría en mi cara.
No era un secreto que entre Yoongi y yo las cosas estaban tensas, todos en la casa lo habían notado, pero aún así yo seguía con la misma esperanza de siempre.
La esperanza de que un día, al llegar a la habitación luego de un duro día de ensayo, él me esperara con los brazos abiertos para abrazarme y preguntarme que tal me había ido, o si estaba muy cansado.
Ahora, lo único que me recibía eran las cuatro paredes y mucho desorden. Yoongi nunca estaba.
Aún recuerdo la primera noche que ocurrió, él llegó a la habitación a eso de las 7 am.
Ese día no había dormido nada, yo aún seguía preocupándome por él, al fin y al cabo era la persona que más amé en mi vida, y podría morir si a él le pasaba algo.
—¿Donde estuviste? —Susurré, con algo de temor. En aquel tiempo aún le tenía un poco de miedo.
—Por ahí. —Contestó bruscamente y se tiró a mi lado, cerrando los ojos.
—Yoongi... —Recuerdo que llevé mi vista a su cuello, y sentí mi estómago dar un vuelco al ver las grandes marcas que yacían en ese lugar, rematandome con el labial que manchaba el cuello de su camisa.
—Joder, Jimin. ¿Qué quieres? Tan ruidoso... —Se quejó, pero no le preste mucha atención. Estaba más preocupado en retener mis lágrimas.
—N-nada. Y-yo... —Me levanté de la cama y me acerqué a la puerta.
—¿Jimin? —Levantó la mirada para verme con el ceño fruncido. —¿A donde vas?
—Ya regreso. —Fue lo único que respondí y azote la puerta al salir, dirigiendome directamente a la habitación de Hoseok.
