– ¡Mami, mami!
–Gracie, ¿ya te levantaste?
–Si mami, ¡mira, dormí con mi luz de noche apagada! ¡Ya soy grande como tú, mami!
–Qué bien, entonces apúrate que no quiero que tu maestra te vuelva a poner una citación por llegar tarde. – Y aunque no eran las palabras que estaba esperando, era feliz.
Gracie vivía en un feliz engaño.
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–Mami, ¿podrías traerme una muñeca de porcelana?
– ¿Y como para qué querrías una muñeca de porcelana, Gracie? Seguro la quiebras el primer día.
–Es para que le haga compañía a Lucas. Te prometo que yo nunca, nunca la rompería porque si lo hago Lucas se pusiera triste.
–Se dice pondría, Grace. No pusiera.
–Ah…– La niña quedó mirando de frente hacia la calle, reconociendo que estaban ya bastante cerca de la escuela. – ¿Entonces si me la traes?
– ¿Tiene que ser una de porcelana porque si? Esas cosas son muy delicadas, Grace. Además de tétricas, y ya te compré ese muñeco de trapo, creo que tienes una fijación por las cosas feas…
–Si mami, Lukey necesita una muñeca de porcelana. – Grace no iba a desistir tan fácil. Quería a alguien que pudiera hacerle compañía a su amigo mientras ella estaba ausente atendiendo los importantes compromisos de niña de 6 años.
–Pues qué quisquilloso es Lucas.
– ¿Qué es quisquilloso, mami?
–Eso que Lucas es. – ¡Pues claro! Por supuesto que sí.
Quisquilloso. Sentía que la nueva palabra burbujeaba en su boca mientras dejaba salir pequeñas risitas.
–Mami, ¿por qué llevas lentes si no hay tanto sol?
–Pues porque me quedan muy bonitos, ¿o no, Gracie?
–Sí, mami. – Claro que si, mami siempre se veía bonita.
–Dale Grace, baja del carro que hoy no tengo tiempo de pasar media hora hablando de puntualidad y responsabilidades con tu maestra.
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–Hola, soy Gael. – Grace no movió ni un solo músculo. No estaba acostumbrada a que alguien le hablara en los recreos y ahora no sabía qué hacer o decir.– Me gusta tu cabello, es bonito.
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– ¡Ya está listo, Lucas! Es el mejor fuerte de almohadas del mundo. – La niña tomó a su muñeco y se escondió debajo del revoltijo de sábanas y almohadas. – Lukey, hoy hice un amigo, se llama Gael y dice que mi cabello es bonito.
– ¿Y t-
– ¡Ya me tienes harta Erick, ya yo no lo voy a soportar más! – Los gritos se escuchaban desde afuera del cuarto. La sala era donde tomaban lugar la mayoría de sus peleas.
– ¡Cállate! ¡Eres igual que ella, nada más sirves para hablar mierda! ¡Me haces el favor y te callas de una vez!
– ¡Todo el tiempo hablando de ella! Déjala ir ya, Erick ¡Esa puta te engañó, acéptalo de una vez y supérala! – Otro grito, otro golpe, otra marca dejada y que al día siguiente sería cubierta con montones de maquillaje. Y Gracie como siempre lo ignoraba todo… Bueno, trataba de hacerlo.
– ¡Te voy a denunciar!
– ¿¡Qué coño me vas a estar denunciando tú!? Si yo caigo tú te vienes conmigo Cristina, que no se te olvide eso.
Otro golpe retumbó por toda la casa, esta vez el de la puerta siendo azotada. Grace sabía que todo había terminado, al menos por esa noche. Aún así seguía temblando bajo montones de sábanas.
–Lucas, ¿por qué Erick siempre le pega a mi mami? Si ella no se porta mal.
–No sé, los adultos son raros.
–Lukey, la otra noche me quedé dormida, ¿me podrías seguir contando el cuento, por favor?
–Claro que si Gracie, ¿en dónde me quedé?
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Había una vez.
Short StoryEsta la historia de Lucas, el muñeco de trapo. Y de como nadie quiere un juguete roto.